María del Rosario Concha – Rectora del Colegio Santa Francisca Romana

Psicóloga de la Universidad Javeriana, con estudios de especialización en educación, en práctica sistémica y terapia familiar sistémica del Kensington Consultation Centre Foundation, London (KCCF) - Sistemas Humanos.

María del Rosario Concha – Rectora del Colegio Santa Francisca Romana

Las emociones de nuestros niños, niñas y jóvenes: el desafío para padres y educadores

La difícil situación que hemos enfrentado durante esta pandemia, particularmente desde el punto de vista emocional, plantea la pregunta sobre ¿por qué unas personas salen fortalecidas de la adversidad, mientras que otras se mantienen en la desesperanza y en el miedo?

Una hipótesis puede ser que esto depende de la capacidad de cada uno para gestionar las emociones y para ver en los problemas oportunidades de aprendizaje.  

Uno de los grandes desafíos que tenemos como sociedad es el de fortalecer nuestra gestión emocional para influir positivamente en el desarrollo de niños, niñas y jóvenes. De nuestra mano ellos serán capaces de enfrentar por sí mismos los retos, -seguros de sí mismos y con confianza en sus capacidades y en el mundo que los rodea-; con una conciencia de cuidado y de aceptación de las diferencias; y con un repertorio emocional amplio que les permita reconocer, gestionar y regular sus emociones para poder reconocer y valorar las de los demás.

Es imperativo que los adultos, y en particular los padres como primeros formadores, tomemos conciencia de cómo manejamos las emociones para tener un impacto positivo en el desarrollo emocional de nuestros hijos. Pero, ¿cómo gestionamos y regulamos lo que sentimos?, ¿cómo nos aproximamos a las situaciones de crisis?, ¿qué impacto tenemos en quienes nos rodean a partir de nuestras reacciones emocionales? 

¿Cómo podemos aportar a su fortalecimiento socioemocional? Somos los adultos los responsables de crear entornos que permitan a los niños, niñas y jóvenes tomar decisiones que los impacten positivamente a sí mismos, a los otros y al mundo que los rodea. 

A continuación, algunas acciones que pueden ser útiles en este proceso:

Promueva la expresión emocional:  Hágales saber que no hay emociones positivas o negativas, que todas tienen un propósito, que está bien expresarlas y que hay que aprender a hacerlo de manera positiva y útil. 

Amplíe el repertorio emocional: Enséñeles a nombrar las emociones, a que las reconozcan y tramiten positivamente. Nombren emociones como la nostalgia, la incertidumbre, el desasosiego, la excitabilidad, el enojo, la exultación, la molestia, la frustración, la incomodidad, entre muchas otras. Ampliar el rango emocional permite comprender mejor lo que se siente y el por qué se siente.

Modele la reacción emocional: Sea cuidadoso a la hora de expresar sus emociones. La forma como los adultos reaccionamos frente a lo que nos pasa es determinante en la gestión emocional de nuestros niños, niñas y jóvenes. Si nos equivocamos, reconozcamos el error y conversemos sobre cómo podríamos hacerlo distinto en una próxima oportunidad. El juego de roles puede ser útil en estos casos.

Use un lenguaje apreciativo: Valore los logros frente a las expresiones emocionales, enfatice en los recursos utilizados y elabore estrategias conjuntas sobre posibilidades de regulación y manejo. Por ejemplo, ¿qué te ayuda a calmarte cuando estás preocupado, ansioso, furioso o irritable?  Comparta con ellos lo que a usted le es útil.

Valore los errores y los problemas como oportunidades de aprendizaje: Quien no se equivoca no aprende. Céntrese en la acción o el comportamiento que espera que se transforme, evitando juzgar o etiquetar al niño/a. 

Valore el esfuerzo y la persistencia: Las habilidades se desarrollan a partir del esfuerzo y de la dedicación. Ayude a que su hijo/a termine lo que empieza y a que reconozca sus fortalezas, capacidades y oportunidades de mejora.

Mantenga la calma: Aproxímese calmadamente a las situaciones de crisis emocional, reconozca sus propias emociones y las de su hijo/a y dele el tiempo y la contención emocional que necesita. 

Establezca límites claros: Los límites dan seguridad y permiten entender hasta dónde se puede llegar. 

Reconozca, acepte y gestione las diferencias: Amplíe la perspectiva, reconozca los intereses y necesidades propias y las del otro y busque soluciones conjuntas.

La construcción de una sociedad emocionalmente saludable debe partir de una ética del cuidado en el que todos tenemos un rol fundamental.

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María del Rosario Concha – Rectora del Colegio Santa Francisca Romana
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