El año 2023 lo viajamos con un aroma de revancha, para sacudirnos de la pandemia. En familia, como acostumbramos hacer, repartimos los roles para un viaje magnífico que sumará millas de experiencias. Esta vez, era mi turno como padre y esposo elegir la ruta, y propuse Centro América. A raíz de un viaje sorpresa que tuve a Panamá en el año 2022 para el manejo de las cuencas hidrográficas y luego de compartir con personas de Honduras, Guatemala, Salvador, Costa Rica, Nicaragua, era evidente que esta parte del mundo era un camino desconocido. La influencia de la cultura colombiana en el centro del continente, nunca había sido estimada. Es impactante saber que las novelas, los libros, los narcos, la comida, la música, la ropa, marcan un derrotero en esa sociedad hermana, de forma asombrosa. Yo por mi lado, me sorprendía de los lugares naturales que describían, la imponente cultura Maya y las facilidades para acceder a ellas.
Con esta enfuchada cultural, trazamos el plan de viaje y tomamos andanza como familia por tres países: México, Belize y Guatemala.
La idea inicial era llegar a Cancún y regresar por Guatemala. Pero los costos y tiempos no daban, así que decidimos aterrizar en Cancún, viajar hasta Tikal y regresar.
Todo empezó con vuelo desde Bogotá a Cancún y el mismo día tomar autobús por cerca de 3 horas a Tulum en México. La noche sería de solo descanso, ya que de regreso disfrutaríamos esta turística ciudad. Al siguiente día viajamos a Bacalar para pasar la noche frente a la imponente laguna de 7 colores. Es de aguas Cristalinas, alimentada por cenotes subterráneos, con un promedio de 3 metros de profundidad, y con muchas opciones para pernoctar al natural. Las mujeres de la familia, asumiendo su rol de garantizar los alojamientos del viaje, nos ubicaron en el recomendadísimo hotel Yache, con buena comida, kayac, y zonas amigables de contemplación del horizonte inmerso en las aguas. A este lugar valdrìa mucho la pena volver y disfrutarlo varios días.
Luego del día con su noche de descanso, fuimos rumbo a Chetumal, la frontera de México con la desconocida Belize. De hecho cuando preguntas, es un mundo inhóspito para los mismos mexicanos, no te brindan mucha información turística al respecto. Debíamos llegar temprano, antes de las 10 am, para tomar ferry que nos llevara a Caye Caulker en Belize, pero no la logramos. Ese día no salían barcos. Sin saber que hacer y con un joven Holandés en actitud de perdido, tomamos un taxi para pasar la frontera y correr hasta Corozal. Nosotros somos 4, y con el nuevo adoptado, el viaje se hizo divertido, al embutirnos 5 en un carro con cupo para 4. Logramos pasar la frontera sin problema, pagando un impuesto ridículo, (y lo menciono porque me opondré a esas fronteras absurdas entre pueblos hermanos) para abordar el ferry de Corozal a la hora acordada sin contratiempos.
El clima no era favorable y luego de 4 horas navegando por el Caribe llegamos a la Isla de San Pedro, la misma que inspiró a Madonna para la famosa canción “la isla bonita”, y en verdad que lo es. Nuestras reservas estaban en Caye Caulker, por lo que debíamos tomar una lancha, pero el viento y la lluvia nunca lo permitió. Sin saber dónde dormir y con poca disponibilidad de camas en la isla, por la notoria presencia de turistas europeos en su mayoría, contamos con la suerte del viajero, que siempre encuentra todo y muchas veces no sabe cómo. Así que dormimos cómodos y tranquilos. Salimos esa noche por arte del destino, y @sjoerdvanderspruit el holandés, volvió a aparecer. La escena sospechosa de su presencia, me hizo prender las antenitas de vinil, al encontrarme como padre vulnerado, por los intereses del europeo hacia la princesa de la casa. En todo caso, la situación incontrolable de una hija con 21 años y un mochilero del mundo de 23, hablando, riendo y bailando, hicieron la noche entretenida, tomando Belikin – la cerveza beliceña, y bailando Karol G, asombrosamente en este rincón del mundo.
A la madrugada siguiente y a tan solo 20 minutos que nos separaban en lancha de Caye Caulker, llegamos al destino. Allí estaríamos varios días disfrutando del paraíso caribeño, las aguas de mar verdosas y cristalinas, paseos por duplas en kayac, rumba en lancha con prendida a costa de la bebida RonPosch, saltando al mar de altos trampolines, disfrutando comida del chef, observando criaderos de caballitos de mar, paseos en bici, noche de mas Belikin en el muelle, y sobre todo el infaltable snorkel por la segunda reserva de arrecife más grande del mundo. Te ofrecen varios planes, y en este caso el más económico también es el mejor. Hol Chan, la reserva marina, nos recibió con tiburones, rayas, peces y aunque se encuentra en proceso de recuperación, lo que hemos hecho como civilización en todas partes del mundo, ha generado una deuda muy jodida con nuestros mares. El arrecife está muy enfermo.
Se habla mucho en la isla del proyecto de conservación que adelanta Leonardo Di Caprio, en su hotel Blackadore Caye, una ostentosa obra ecológica y sostenible.
Luego de vivencias y experiencias con los isleños, conociendo sus formas de vida, compartida en sus actividades comerciales con guatemaltecos y mexicanos, la historia recobra lo que mejor sabe hacer: recorrer sus pasos. La isla que era ocupada por Mayas, como todo Belize, se convirtió en paso de los barcos con esclavos, por ello ahora hay negros. También fue industria maderera y con un gran faro para guiar las embarcaciones. Hoy su principal actividad es el turismo con alta influencia británica y española.
Continuando con nuestro viaje nos despedimos de este conjunto de cayos, navegando en muy buenos barcos hacia el sur, rumbo a Belize city, la capital. Al llegar allí las condiciones cambian agrestemente. Te pones en alerta total, intentas ubicar la terminal de autobuses para tomar carretera hacia Guatemala y debes moverte al mejor estilo de las grandes zonas populares de las urbes hispanoamericanas para lograrlo. En eso la experiencia estaba comprobada, aun así, hubo un poco de atropello cultural.
Durante 4 horas, pasando por Belmopan, San Ignacio, estamos en Melchor de Mencos, una especie de centro comercial en la frontera con Guatemala. Es una carretera de doble vía, un entorno bastante boscoso, con presencia de amplias zonas industriales, un ambiente de desgobierno muy notorio, carros con vidrios rotos andando por las carreteras, con paradas comerciales manejadas por Chinos de la China y con un toque de desolación. Nunca tuvimos percepción de inseguridad, pero sentíamos que, si algo nos pasaba, no había forma que alguien pudiera ayudarnos. En el paso de la frontera para salir de Belize, registras documentos de nuevo, te hacen preguntas de rigor y sales caminando hacia Benque Viejo del Carmen, con la ya notoria cultura maya, en lengua, usos y costumbres. Demasiada marcada la diferencia cultural, es emocionante. Nos detuvimos a observar una feria popular de venta de pólvora, ya que era épocas navideñas, y un acto publicitario que rompe todas las formas de promoción, nos llamó la atención: si hay cohetes cuates.
Este mismo día debíamos llegar a Tikal, la promesa maya guatemalteca que nos esperaba para pasar el año. Al no encontrar transporte, tomamos un micro hasta el cruce de Tikal con la ciudad de Flores, donde pasó la última van para adentrarnos al parque arqueológico de Tikal y descansar en uno de sus hoteles: Jungla Ecolodge. Hermoso lugar.
En Tikal todo es memoria Maya. Nos asignaron a Paco uno de los guías más experimentados, que además interpreta los códices Maya con fascinación. Es impactante saber que en este lugar se dio una de las ciudades más importantes del mundo, solo comparada para la época con Constantinopla en el imperio Romano; Bagdad del califa de la sabiduría Al- Mansur; Angkor del imperio jemer; Kyoto con la dinastía japonesa.
En Tikal nos contaba Paco, se descubrieron con tecnología de punta, más de 60 mil edificaciones como evidencia de vestigios antiguos. La cultura Maya con más de 3.000 años de presencia, nació en Guatemala y por más de 2.000 años mantuvieron su dominio como civilización. Cuenta el guía sobre las fuertes relaciones con Teotihuacan por caminos “pavimentados” que aún no están descubiertos. La verdadera limitante de seguir conociendo más hallazgos, es presupuestal, porque lo que sucede entre Guatemala, Belize y sur de México, no tiene precedentes en la arqueología. Impresiona la exactitud en la astronomía, la física, la hidráulica y la botánica, la inmersión en la selva, los ruidos aturdidores de los micos aulladores, las historias del jaguar, la pantera, que se pasean por el parque arqueológico, ya que se encuentra en el corazón de la jungla de Petén.
Desde el templo más alto del mundo amerindio, nos enteramos de las ofrendas que se esconden en el templo del jaguar, y una de ellas me rompió la mente: orfebrería en oro proveniente de Colombia. Se imaginan la travesía desde las tierras del occidente Colombiano de los indios de la época, para intercambiar objetos con sus hermano del otro lado del Darién?, para mí un dato “perturbador”.
Con más preguntas en la cabeza y emocionados por lo visto y vivido, supimos que una verdadera ruta arqueológica de los Mayas, implicaba volver para visitar Kaminaljuyu, El Mirador Danta, por un camino selvático a varios días de recorrido. Grandiosamente retador por donde lo mires.
Como postre final nos contaron los hallazgos majestuosos de Belize. Ese mismo país que vimos con ojos de incertidumbre, guarda las bellezas arqueológicas de Caracol, Xunantunich y la enigmática Lubaantun, que, dicho sea de paso, es el lugar donde se encontraron las “13 cabezas de cristal” dadas a conocer al mundo por un aventurero británico y a la que se atribuye poderes místicos, inspiradora de películas como Indiana Jones.
Era evidente que observaríamos en nuestro regreso por tierra de otra manera al enigmático país de Belice.
Antes de salir de la sorprendente Guatemala, tomamos un par de días en Remate, un cacerío cercano a Tikal, donde sus hoteles se encuentran en los frentes de agua del Lago Petén. Pasamos dos noches en hotel MonAmi y de nuevo una acertada reserva de las mujeres de la casa, para disfrutar de naturaleza, agua, tranquilidad y buena comida.
Estuvimos en Isla de las Flores, que, aunque sorprendente, es muy concurrido para nuestro gusto. Es un lugar obligado de visitar y comer, ya que tiene alta oferta de opciones y gustos. Nos inquietó los impactos ambientales que pueda tener el lago, pero no pudimos ahondar en ello. A simple vista se ve saturado, pero aparentemente limpio.
El día de regreso era el más pesado en viaje de todo el plan. Debíamos salir de Guatemala, llegar a frontera, atravesar Belice y llegar a Tulum. Lo logramos, pero cambiaría como recomendación, el destino final, y tomar el descanso en Bacalar. Fue un día extenuante, con más de 18 horas de recorrido, 10 de ellas en autobuses y 8 horas en trámites, largas filas de migración, indagatorias por nuestra nacionalidad colombiana, transbordos, revisiones de maletas entre otros. El viaje en autobús se hace desde Melchor hasta la capital de Belice y allí se debe buscar la conexión que nos devuelva a Corozal. Aunque los buses son antiguos y tipo escolar, con buena música, películas descargadas en tus dispositivos, te mentalizas y se logra tranquilamente.
Como dicen los andinistas de alta montaña, la cumbre termina abajo de regreso, y para nosotros, la otra mitad del viaje apenas comenzaba.