¿En serio que eres “de izquierda”?

El 28 de agosto de 1789, en plena revolución francesa, tuvo lugar una de las muchas sesiones relevantes de la Asamblea Constituyente de Francia, compuesta por partidarios y enemigos de la revolución, enfrascados en duras disputas acerca del poder del rey Luis XVI. La discusión era tan caótica y aguda, que los intervinientes, por seguridad, se fueron juntando en el recinto según la afinidad ideológica: quienes apoyaban al monarca se agruparon a la derecha del presidente de la Asamblea. Eran los “conservadores”. Quienes exigían un cambio radical y sin contemplaciones se hicieron a la izquierda. Eran los “liberales”. Y ganaron la votación con 673 votos, frente a 325 de sus rivales. 

Ahí, y así, nacieron las denominaciones que sirvieron para que, más de 230 años después, muchos sigan creyendo y haciendo creer –sin considerar lo que digan N. Bobbio y otros autores– que la “derecha” es la franja de la sociedad opuesta al progreso, enemiga del pueblo, cavernícola, contraria a los cambios y las libertades, renuente a la equidad, etc., y que la izquierda es la aliada del progreso, el bienestar, la libertad, la justicia social, los derechos humanos, la democracia y otros himnos.    

Pues bien, a la luz de lo anterior, un amigo me dijo que, si hubiera estado en la Asamblea francesa, se habría situado a la siniestra del presidente. Al preguntarle por qué, me contestó que se debía a que él era “de izquierda”. “Explícate mejor”, le pedí, y dijo que era de izquierda porque desea que Colombia carezca de pobreza e inequidad, y la gente tenga educación gratis y de calidad, y vivienda decorosa, y salud gratuita, y oportunidades de crecimiento, y los más adinerados paguen más impuestos.

Y que los recursos naturales se exploten racionalmente, y se cuide el medioambiente, y se luche contra el cambio climático, y las empresas se metan más en el cuento social, y la infancia tenga las mejores oportunidades, y nadie muera por desnutrición, y a las personas mayores se les provea de los cuidados que merecen, y se acabe la inseguridad en los campos y veredas, y exista una presencia constructiva del Estado en las regiones atrasadas, y que la posibilidad de formar parte de los gobiernos no se reduzca a los estratos más altos, y se estimulen las ciencias y las artes, y la juventud tenga salidas laborales, etc. 

Todos, tópicos cruciales en la vida social y la conducción del Estado. “Pero nada de eso es izquierda, tampoco derecha”, le dije. “Lo que comentas depende de opciones posibles y sostenibles, de gobiernos idóneos, limpios, fraternos, con sentido común y una visión generosa de una sociedad formada por ciudadanos de condiciones distintas y dignos de una vida mejor”. 

Le agregué que le creería que era de izquierda si me decía que acepta que en Colombia mande un solo partido, el comunista (con el nombre que sea), como pasa en Cuba, Corea del Norte, China, Vietnam, etc. Y que la economía sea asumida por el Estado, y el partido se encargue de la educación y forme a todos en el ideario marxista-leninista, y no existan otros partidos porque “ya gobierna el pueblo”, y las expresiones artísticas y similares se toleren solo para respaldar al partido, y no haya elecciones libres y abiertas, y en tu apartamento te acomoden a dos o tres familias de las comunas (como sucedió en Cuba), y la empresa privada desaparezca y se transformen en “las empresas del pueblo” según las directrices que emita el partido, y las personas con recursos económicos tengan que irse del país si no se pliegan al partido, y esto se llene aquí de agentes de inteligencia de Cuba y Venezuela, para espiar a los ciudadanos, y de militares, para adoctrinar a las Fuerzas Armadas. Y, así, miles de “logros” progresistas y maravillosos. 

Mi amigo reacciona: “Lo que acabas de describir es lo que hacen el nazismo y el fascismo”. Le contesté: “El nazismo y el fascismo ya no existen, mientras que el comunismo, con lo que representa de anacronismo general, subsiste, y en este país lo hace con distintos nombres: Comunes, Colombia Humana, Unión Patriótica, Polo Democrático, etc., más los brazos armados (Eln, Farc y otros). ¿O piensas que, si ganan en 2022, respetarán las libertades, los derechos humanos, la dignidad de las personas, la iniciativa particular, el salario justo, la pluralidad de partidos, la oposición, la propiedad privada, las empresa particulares con sus millones de empleos, los medios críticos, la separación de poderes, etc.? No lo creo”.

La respuesta del amigo está pendiente.

INFLEXIÓN. Lo menos inteligente que puede hacer un diestro es valerse de la zurda para ejecutar acciones trascendentales.

Por: Ignacio Arizmendi Posada.

06/03/21

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