Esa vieja...

Una de las “lecciones” que esta semana dejó en temas de opinión pública en Colombia fue que el presidente Iván Duque se refiriera a la congresista de la/las Farc, Aída Avella, como “esa vieja”. 

¡Tamaño escándalo le armaron quienes no cesan de decirle a Duque “basura uribista”, “subpresidente”, “lacayo del imperialismo”, “paquete chileno”, “culicagao inepto”, “presidente ilegítimo y corrupto”, y otras lindezas, epítetos de-mentes “amantes de la paz  y la convivencia”. Y eso sin recordar las vejaciones que a diario expulsan contra el expresidente Uribe y muchos otros hombres y mujeres de este país.

Poco faltó para que los mesías de ocasión ordenaran incendiar la Casa de Nariño, donde se registró el “insulto desproporcionado e intolerable” de Duque contra la senadora Avella, de cuyas venerables y teñidas canas, la verdad sea dicha, sus jefes hablan bellezas. 

Pese a tamaño escándalo, ecos del cual aún hay ondas dentro y fuera del país, no voy a caer en esa vieja… trampa, sino hablar de otra vieja. Sí: de “esa vieja” costumbre de:

• Cantar la tabla, jugar tute, hablar del prójimo, averiguar chismes, matar el ojo, buscarle la comba al palo, cuadrar el círculo, hacer siesta, echar pa’lante, cantar victoria, soñar despiertos, dar serenata, pegar un susto, salir de dudas, ponerse las pilas, hacerse el loco, dar una sorpresa, descrestar bobos, madrugarle al problema, dar envidia, dejar para mañana lo que puedes hacer hoy, creértelas todas, morirte de las ganas, llorar a moco tendido.

Hablar de “Esa vieja” da para muchas otras cosas…

• Hacerte el de la oreja mocha, mirar pa’ dentro, estirar trompa, leer entre líneas, echar indirectas, hacer cosquillas, rascar pulgas, dártelas de café con leche, pegarte una voladita, creerte el Putas, ser el más rápido del Oeste, hacernos pasito, andar en puntillas, armar la gorda, pegar un grito, chupar piña, hacerse la víctima, echar carreta, tirarse en todo, limpiar la plana, sacar disculpas, dejarse sentir, pescar en río revuelto, hacer velitas, “chorriar” la baba, comulgar desde el atrio, rezar los mil jesuses, pintar pajaritos de oro, hacerte a la idea, sentirte de mejor familia, hacer dar rabia. 

También preferí hablar de “esa vieja”, de esa vieja costumbre: 

…de usar paraguas bajo una lluvia de estrellas.

…de no enviar para el carajo la carajada misma.

…de no mirar el horizonte por encima de los demás.

…de hacerle venias a quien se roba la historia.

…de negociar la vida con el mejor postor.

…de no aprovechar las sombras para disfrutar de la luz interior.

…de no detenernos ante lo insignificante.

…de menospreciar a quienes ya han hecho camino.

…de silenciar los pálpitos del corazón.

…de pasar por alto lo que nos pasa por delante.

…de desconfiar de la sonrisa de los tristes.

…de pactar con el diablo lo que esperamos de los ángeles.

…de detener los suspiros de la mente.

…de no desmenuzar la inmensidad.

…de dudar de la felicidad.

…de creer que el espejo dice toda la verdad.

…de enjugarnos las lágrimas para la foto.

…de lapidar nuestra propia estatua.

…de culpar al destino de nuestro destino.

…de llegar tarde a todo, incluso a llegar a conocernos.

…de no decir ¡te quiero! por no retar al qué dirán.

…de evitar inclinarnos ante la grandeza para no sentirnos pequeños.

…de no hablar a nuestros muertos cuando están en el corazón.

…de no tener costumbres.

 

INFLEXIÓN. Como se ve, “esa vieja” da para muchas cosas más, aparte de la pelea

Por: Ignacio Arizmendi Posada

25/7/20

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