Si un físico se pone en el plan de analizar el problema que constituye el coronavirus Covid19, es probable que evoque el llamado “problema de Fermi”, llamado así en homenaje al premio Nobel Enrico Fermi, denominación aquella que se da a problemas que nunca contienen toda la información que se requiere para resolverlos, situación que proyecta, hoy por hoy, el coronavirus que se campea por la Tierra causando desconcierto y desastre.
Y no es un problema de palabras, como lo vivieran los alumnos en clase con un geofísico que hablaba de las maravillas del Universo: “Este mundo en que ustedes viven es una tierra grande, vibrante, rotatoria, una congeries increíble…”. Tras un breve silencio, uno de los estudiantes comentó: “Pues a nosotros no nos parece tan mal”. (¿Alguien no sabe que es una congeries? Sugiero mirar en el Diccionario).
Mientras aparece la solución al virus, a los no físicos o científicos nos cabría enfocar la crisis planetaria del coronavirus desde ángulos humanos, pensando en actitudes y acciones que podríamos desarrollar con ayuda de las “espironas”, un combo de neuronas (entendimiento) y hormonas (coraje), regido por el espíritu personal para enfrentar esta situación desconocida para la humanidad actual, teniendo en cuenta que las actitudes que asumamos y las acciones que ejecutemos tienen claves sobresalientes para sobrevivir y pasar al otro lado. Si vamos al grano, estas son algunas de las “espironas”:
• Reconocer que una buena parte del éxito en la gestión de esta crisis histórica depende de que seamos responsables con nosotros mismos y los demás, aunque no nos conozcamos. También, confiar en los esfuerzos de la comunidad científica y médica para dar con el arma para abatir al virus, y dar ideas a los líderes: no se las saben todas. Racionalizar el tema: así como es posible que nos infectemos, es posible que no. Acatar las indicaciones de las autoridades para no contagiarnos ni contagiar. Es cierto que las medidas tomadas, dolorosas o incómodas, pueden inducir al pánico y el desespero, pero tratemos de ver sus beneficios más allá de las limitaciones que tal vez nunca habíamos tenido. Nos tocaron en suerte. Por otro lado, comprendamos ciertas reacciones de los demás, víctimas de la ansiedad por la forma como sienten o aprecian el problema, y cuidémonos de nuestro mal genio y la tensión por especulaciones propias o de otros.
• No caer en el pesimismo, echar mano de la fuerza moral, de la resiliencia individual y colectiva. Darnos ánimo, apoyo, compañía. Creer que saldremos. No desesperar. Si estamos angustiados, pedir ayuda. Hagamos reflexiones útiles a familiares, amigos, trabajadores, vecinos, etc., acerca de maneras razonables de apreciar y enfrentar la situación. Organicemos, si podemos, cadenas de solidaridad dirigidas a personas necesitadas de nuestros círculos u otras instancias. Busquemos o generemos ideas que nos hagan amable la reclusión forzosa en nuestras viviendas, entre ellas sesiones de meditación religiosa o laica en busca de serenidad y reciedumbre en estos momentos (en internet hay muchas opciones). Y aseguremos alimentos, medicamentos y elementos de higiene y aseo.
• No prestemos atención a tanto catastrofista, tampoco a quienes piensan que esto es un caso sin mayor importancia o gravedad. No creamos que es la última hora de la Tierra, ni tiremos la toalla, ni apaguemos la luz antes de tiempo. Si tenemos fe en un poder sobrenatural, acudamos a él, y pidamos la ayuda de quienes nos precedieron y hoy nos presiden desde el más allá, si lo creemos. Cuidémonos en familia, con los ojos puestos en las personas mayores o en condición de menor respuesta.
• Pensemos desde ahora, ¿por qué no?, en acciones posteriores a la crisis. La poscrisis puede ser más grave que la pandemia propiamente dicha. También pensemos en ideas para celebrar el final de la pesadilla, como si se tratara del fin de una guerra mundial. Es que seremos superiores a las dificultades. ¡Triunfaremos! Lo ponía de presente el Libertador a comienzos de 1824, cuando don Joaquín Mosquera, futuro presidente, arriba de una misión diplomática en el sur del continente y encuentra a Bolívar azotado por fiebres y malestares debidos al tabardillo, en la población peruana de Pativilca, y le pregunta qué pensaba hacer en medio de las dificultades que su causa vivía en ese momento. “¡Triunfar!”, fue la cortante respuesta.
¡Unidos, triunfaremos!
INFLEXIÓN. En www.youtube.com/watch?v=e8-MSY7XPqQ&feature=youtu.be puede verse una formidable cátedra –clara, optimista, pedagógica, amena– del médico argentino Alfredo Miroli sobre el coronavirus Covid19. Invito a verla y compartirla.