“Finezza in eccesso”

Le preguntaron un día a Giulio Andreotti qué opinaba de la política española; al compararla, obviamente, con la que se practicaba en su país, Italia. “Manca finezza”, contestó el viejo zorro de la política italiana del siglo XX. Falta finura. Refinamiento, finura y elegancia, efectivamente, es lo que sobra en el país transalpino. Y es lo que hemos visto en estos días, con el encargo que ha hecho el presidente Sergio Mattarella a Mario Draghi, para que forme Gobierno. Después de una enésima crisis que ha puesto al país al borde del abismo.

Lo digo por experiencia personal, porque fui corresponsal en Roma: todo lo que ocurre en ese campo en Italia, es endiabladamente complicado, y muy difícil de explicar fuera de los límites de aquel país. De modo que ni por asomo, pretendo ahora profundizar (tampoco estoy tan al tanto de lo que allí ocurre) en el tablero de ajedrez italiano. Pero no puedo menos que, como siempre, manifestar mi admiración por la manera en que resuelven los italianos sus recurrentes crisis de gobierno.

Para trasladarlo a nuestro contexto, imaginen ustedes una crisis de Gobierno en Colombia que se resolviese poniendo de acuerdo --con una figura que aceptasen todos-- a Petro, Uribe, Fajardo y Dilian Francisca Toro, pongamos por caso. Pues guardando las debidas distancias, es lo que acaban de hacer los italianos. El presidente Mattarella ha encontrado, cuando nadie sabía qué hacer, a un mirlo blanco.

Las cifras de Italia son una locura, comparadas con sus vecinos. Mario Draghi formará el Gobierno número setenta desde la Segunda Guerra Mundial. En ese mismo período (setenta y cinco años), Francia ha tenido trece, Inglaterra veintiocho y Alemania veintiséis. La media de duración, pues, de los gobiernos italianos es algo más de un año. En una nación del tercer mundo, con la mitad de la crisis a la que han llevado al país los partidos políticos italianos, un general habría aparecido en televisión diciendo que el Ejército se hacía cargo del asunto.

En Italia en cambio, saben encontrar en estas circunstancias a un tipo elegante, con la vida resuelta y que es capaz de poner de acuerdo al agua y al aceite de la política local. El ex presidente del Banco Central Europeo ha logrado casi un milagro: decir a los integrantes de esa sopa de letras que forman las siglas de los partidos italianos lo que cada uno quería escuchar; y lo que es más importante, lo que éstos pueden vender a su electorado.

El presidente Mattarella no podía, en las actuales circunstancias de emergencia sanitaria, arriesgarse a convocar unas elecciones que habrían supuesto largas semanas, si no meses, de complicadas negociaciones para formar Gobierno. Entonces, a falta de un político llamó a un banquero. Son las cosas que hacen los italianos, y se quedan tan anchos. No es la primera vez que acuden a un técnico cuando falla la política.

Dicen que, en cuanto forme gobierno, Draghi acometerá tres reformas: justicia, fiscalidad y administración pública. Casi nada. Pero estamos hablando de un miembro de la Unión Europea, de un país que recibirá fondos comunitarios para ser administrados por un buen gestor. Esa es la fama con la que llega al cargo. Pero la política es una máquina de picar carne humana. Tiempo al tiempo para ver cómo sale el conejo sacado de la chistera por el presidente Mattarella.

Por lo pronto nos encontramos ante un nuevo ejercicio de finura italiana. Hasta la siguiente crisis, claro.

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