Levantar un muro de piedra es un trabajo que requiere seguir ciertos pasos: hacer una chamba para su cimiento, tender hilos que mantengan la horizontal, acudir a la plomada para que no se vaya a ir una hilada desnivelada, aplicar el mortero, colocar piedra por piedra y ya levantado el muro pañetarlo, si es el caso, o limpiar los excedentes de cemento para dejar la piedra a la vista. Para tumbar ese muro no se siguen pasos tan claros. Se puede proceder, desde el centro o desde cualquier otro sitio, con un cincel a abrir grietas entre el cemento, golpear con un mazo la piedra hasta que vaya cediendo, abrir un agujero y continuar por donde se vea que se pueda abrir una junta para continuar cincelando y golpeando con fuerza el muro que opondrá su resistencia. A diferencia del primer caso terminan quedando escombros junto a las piedras y el polvo invade todo. Y no sería más que una ruina si no se procede al rehacer, paso tan importante que tiene otras maneras de proceder. Por ejemplo, ya derribado el muro no se deja así sino que se instala una ventana abriendo el espacio a la luz o una puerta que permita la comunicación entre dos espacios.
Pongo este ejemplo por lo que me ha tocado experimentarlo recientemente abriendo una ventana de mi oscuro cuarto. Por otro lado, en mi labor como artista procedo, en repetidas ocasiones y desde hace muchos años, de una manera similar. La obra se hace en un libre juego de la creatividad, luego se deshace en una forma de autodestrucción que abre nuevas posibilidades para que, en cualquier momento, se retome el hacer como un rehacer, pero ya no desde la tela virgen sino desde una superficie contaminada, cargada de las ruinas del deshacer. En la película “En el taller” de Ana Salas se pueden apreciar las distintas etapas del proceso hasta la obra definitiva en la que quedan huellas del hacer, deshacer y rehacer.
En mi vida se da algo similar. Se inicia una relación que se va haciendo más fuerte como si fuera un muro de piedra, pero llega el doloroso ejercicio del deshacer, aunque siempre con la esperanza de una nueva oportunidad, la de que se abra una puerta a posibilidades que estaban ocultas.
Me pregunto si lo anterior es aplicable en los negocios o en la política. Creo que sí, lo que parece estable se desmorona o se derriba por nuevos factores. ¿Cómo rehacer luego de la destrucción? Ahí entraría el rehacer ya con una nueva perspectiva. La ruina puede ser por donde se cuele una luz en donde todo era oscuridad.
Pienso en Argentina y su nueva manera de ser gobernada. Guardo la convicción de que el mandato de Milei será un ejemplo de rehacer luego de décadas de destrucción por parte del peronismo en sus distintas formas del que fuera el país más rico del mundo a finales del siglo XIX y que esa acción política se constituirá en un ejemplo para nuestro golpeado país que lleva un largo periodo de destrucción que se ha acelerado violentamente en los últimos años, y de forma dramática con el gobierno actual.
No es cuestión de simple especulación, es algo que cada uno de los colombianos presencia de manera muy personal y con amargura. No son muchas las posibilidades de que caiga el usurpador y sí las hay de que pretenda mantenerse en el poder para alargar, como lo hicieron los peronistas en Argentina y los chavistas en Venezuela, el proceso destructivo con el agravante de que esos políticos destructores no son capaces de reconstruir. Se requerirá de un cambio radical y la aparición “milagrosa” de un nuevo actor en la política.
Por ahora no se vislumbra ese cambio y menos quién lo ejecutaría, pero que es posible queda plenamente demostrado al sur de nuestro continente como también en El Salvador. A Colombia la consideraba la joya de la corona que debería resguardarse del populismo y la demagogia de la izquierda estructurada desde el Foro de Sao Paulo. Lo que ha ocurrido ha demostrado mi error, ni joya de la corona, ni la democracia más estable de la región ni nada que se le parezca. La ausencia de liderazgo es patente lo que puede ser, por suerte, la puerta para que aparezcan en nuestro horizonte personajes por fuera de los círculos tanto de la izquierda como de la derecha.
Hay quienes consideran que la izquierda y la derecha se terminan comportando de manera similar y que no tienen, ni los unos ni los otros, otra opción que la destrucción. Para rehacer se requiere de opciones que vayan más allá de la lógica política como lo son Milei y Bukele.