¿Hasta cuándo?

Colombia pasa por uno de los momentos más difíciles de su historia. Siendo este un país de complejos en el que todos los días surge un nuevo motivo para estar indignado, llegó el punto en el que muchos dijeron ¡Basta!

Desde el 28 de abril se están realizando una serie de movilizaciones cuyo propósito inicial era “tumbar” la propuesta de reforma tributaria. ¿Las razones? Muchas, y de peso. La situación económica que vive el país, el de dónde se buscaba obtener los recursos siendo la clase media la más golpeada -como si no fuese suficiente con la pandemia- y sobre todo, la desconexión de algunos integrantes del Gobierno Nacional con la realidad por la que muchos están pasando, en donde los que suelen vivir del día a día consideraron ofensivo que el exministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, no supiera el valor de una docena de huevos, o que se pensara en la posibilidad de incluir más impuestos a alimentos básicos como el café.

A pesar de los muchos peros y la difícil situación que vive el país por cuenta del coronavirus, la movilización se hizo y continuó con el pasar de los días. Lo que inició como una marcha pacífica en diferentes ciudades, fue tomando un tinte crudo de violencia en el que las noches para muchos se hacen eternas.

En redes sociales abundan los videos de casos de abuso policial y uso excesivo de la fuerza por parte de las autoridades en los que según cifras del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) al 8 de mayo, cerca de 39 personas perdieron la vida en hechos relacionados a casos de violencia durante el paro. También, el país fue testigo del asesinato del capitán de la Policía, Jesús Alberto Solano, en manos de inescrupulosos en Soacha.

No se puede permitir que se normalice la violencia. Que las víctimas de estos casos sean vistos como una cifra que se debe actualizar a diario. El respeto por la vida es lo que debe primar en cualquiera de los casos.

Los discursos de odio, cada día toman más fuerza en redes sociales. Se invita a los marchantes a hacerse sentir con vehemencia y enojo en las calles. Mientras que otros apoyan con ahínco “el derecho de los soldados y policías de utilizar sus armas para defender a las personas y bienes de la acción criminal del terrorismo vandálico”.

A quienes pedimos respeto por la vida, respeto por el derecho de marchar pacíficamente y regresar a casa tranquilos, nos llaman “tibios”, como si el sobrevivir en sí se tratase de un acto de tibieza.

El oportunismo político ha estado a la orden del día. Desde todos los sectores se ha buscado una figuración excesiva a una causa que nació de la ciudadanía y debe continuar así. 

El Gobierno Nacional inició un gran diálogo con diferentes sectores con el fin de llegar a acuerdos sobre los inconformismos. Por la Casa de Nariño han pasado aquellos que desde el principio se opusieron al paro, los que dijeron que sí pero que no era el momento de paros por cuenta del nuevo pico del Covid que vive Colombia, y miembros del comité del Paro. No obstante; es tal la división que hay en este momento, que nadie se siente representado por nadie por lo que aquello del “gran diálogo nacional” suena cada vez más lejano.

Son varios los interrogantes que me han surgido sobre lo que está sucediendo en el país y que quisiera compartir. 

¿Hasta cuándo el Gobierno Nacional va a tomar una posición de autocrítica y reconocer lo que ha desencadenado sus errores? ¿Hasta cuándo vamos a seguir viendo a las víctimas por los actos de violencia de los últimos días como una cifra más? ¿Hasta cuándo tendremos que soportar el oportunismo político desde los diferentes sectores? ¿Hasta cuándo quiénes salen a manifestarse de manera pacífica tienen que seguir soportando todo tipo de abusos? ¿Desde cuándo el respeto por la vida de la ciudadanía y de las autoridades se convirtió en un acto de tibieza?

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