El mundo enfrenta hoy una tercera ola de contagios del virus Covid-19, más agresiva que las anteriores por las permanentes mutaciones o nuevas cepas, las cuales se propagan con mayor facilidad, más contagioso, peligroso e impredecible, incrementando exponencialmente el número de infecciones y muertes en muchos países, poniendo al límite los sistemas sanitarios.
Entre tanto, los médicos y científicos de las instituciones de salud, trabajan aceleradamente para analizar la genética de las nuevas variantes del virus, que se han identificado en países como Estados Unidos, Inglaterra, Japón, Brasil, Sudáfrica y recientemente en la India, para poder determinar la capacidad de transmisibilidad, letalidad y por supuesto, revalidar si las actuales vacunas pueden reconocer estas nuevas variantes del SARS-CoV-2 y determinar con mayor eficacia la actualización de los tratamientos. Sin duda alguna, la batalla para la adquisición de vacunas por parte de los distintos gobiernos, debe ser una prioridad para lograr contrarrestar los efectos impredecibles de las nuevas variantes del virus, que se traducen -en muchos casos- en un alto porcentaje de muertes.
Es claro que, acceder de forma rápida, oportuna y equitativa a las vacunas, ayudaría a lograr la inmunidad de rebaño en el menor tiempo posible; hoy, tenemos un grave problema de salud pública por el limitado acceso a las mismas. La oferta de vacunas se ha quedado corta frente a la demanda y los países desarrollados acaparan la mayor parte de la producción, buscando inmunizar en el menor tiempo posible a su población. Por ello, surge el debate y la necesidad urgente, de liberar las patentes de las vacunas, establecer unas exenciones de derechos de propiedad intelectual, para que pueda producirse de manera masiva en diferentes países y poder vacunar a la población mundial de manera ágil, con el menor costo posible para los países menos desarrollados o de menores ingresos.
Urge que los países ricos y los grandes laboratorios que han desarrollado la vacuna contra la Covid-19, realicen un esfuerzo humanitario a nivel global. Es fundamental que las farmacéuticas, suspendan temporalmente las patentes de las vacunas y socialicen el conocimiento adquirido, para que los países en vías de desarrollo, puedan producir sus propias vacunas y contrarrestar la crisis ocasionada por esta enfermedad.
En las actuales circunstancias en que se encuentra la población mundial, es imperativo que las vacunas no se conviertan en un exclusivo y rentable negocio de unas cuantas farmacéuticas, con uno cuantos laboratorios que controlan la producción, la cadena de abastecimiento, son receptores, establecen precios elevados sin ningún control para su adquisición, hacen inalcanzables las vacunas para los países más pobres, generando una clara inequidad que va a postergar notoriamente el control y eliminación de la pandemia, a nivel global en los próximos años.
En ese orden de ideas, les corresponde a la Organización Mundial de la Salud-OMS- como órgano rector en la formulación de políticas en materia de salud pública global, a la Organización Mundial del Comercio -OMC- que regula las normas globales del comercio internacional, los derechos de propiedad de las patentes y a los países desarrollados, liderar las modificaciones a la regulación actual en materia de patentes y derechos de propiedad intelectual de los laboratorios trasnacionales, que han desarrollado estas vacunas contra la Covid-19. Fundamentalmente, es imperioso liberar el uso de dichas patentes, en circunstancias excepcionales como las actuales de emergencia sanitaria por la pandemia, más aún, cuando muchos laboratorios productores de estas vacunas, recibieron inversiones públicas de varios países y aportes de organizaciones sin ánimo de lucro, para financiar las investigaciones y desarrollo de dichas vacunas.
Si no se actúa a tiempo en la producción masiva de vacunas en diferentes países, se va a alargar por dos o más años la pandemia, lo que conllevaría incalculables repercusiones sociales y económicas a nivel mundial, retrasando la reactivación económica de los países duramente afectados e incrementando los índices de desempleo y pobreza.
Para nadie es un secreto que varios países en vías de desarrollo, tienen laboratorios con capacidad de producir vacunas a mediana y gran escala, lo que permitiría mejorar el acceso a estas y su distribución, a nivel local o regional. Por ello, es tan importante que los países con experiencia, compartan sus conocimientos y tecnologías, para poder inmunizar con mayor celeridad y ponerle freno con mayor eficiencia a las crecientes olas de contagio, que obligan a los gobiernos a tomar medidas restrictivas, afectando notablemente los presupuestos nacionales, incrementando el déficit fiscal, aplazando la reactivación económica y la generación de empleo.
En cuanto al mecanismo Covax establecido por la OMS para el acceso global de las vacunas y respectiva distribución a los países de bajos ingresos, hay que decir que ha sido exiguo para atender con prontitud los compromisos adquiridos, toda vez, que los países desarrollados han absorbido prioritariamente la producción de vacunas, lo que genera inequidad en el acceso a las mismas, retrasando los procesos de inoculación programados por los diversos gobiernos, para la aplicación de la primeras y segundas dosis.
En este panorama mercantil de producción, comercialización y adquisición de las vacunas contra la COVID -19, solo los países desarrollados que han monopolizado la adquisición de las vacunas como Estados Unidos, Inglaterra, Unión Europea, Israel y China, entre otros, podrán conseguir la inmunidad de rebaño en el presente año, sin embargo, si no se logra que los países en vías de desarrollo y de ingresos bajos avancen rápidamente en los procesos de inmunización de su población, el virus seguirá circulando, mutando, cobrando vidas, constituyéndose en un “palo en la rueda” para neutralizar la pandemia, inclusive, en los mismos países desarrollados.
No hay otra alternativa que avanzar en una solución global frente a la pandemia, necesitamos de la solidaridad internacional, para poder dar una respuesta equitativa frente a esta emergencia sanitaria mundial. Insistiré en la urgencia de liberar las patentes de los laboratorios autorizados para la producción de vacunas anti-Covid-19; en América Latina, dos países avanzan positivamente en la producción de vacunas a gran escala: Argentina con la vacuna Sputnik V mediante un acuerdo firmado entre el laboratorio Richmond y el Fondo Ruso de Inversión Directa –RDIF, que le permitirá producir 5 millones de dosis mes, para inmunizar a la población de ese país y además, distribuir a algunos países donde existen acuerdos de suministros con el gobierno de Vladimir Putin y Brasil, que ha acordado con el laboratorio Chino Sinovac, el suministro de material biológico para producir 5 millones de dosis mensualmente, para así, poder contrarrestar los nefastos efectos de la pandemia en la población brasilera, sin duda alguna, un gran avance en materia de transferencia tecnológica que ayudará a salvar vidas en esos países.
Se requiere ahora la firme decisión política del gobierno de los Estados Unidos, la Unión Europea, los Organismos Internacionales y los grandes laboratorios productores de vacunas, para flexibilizar la regulación de patentes y los derechos de propiedad intelectual de las vacunas desarrolladas contra la Covid-19, de manera que pueda producirse en Latinoamérica, en donde se concentra más del 30 % de las muertes por el virus. En Colombia, por ejemplo, hay laboratorios con capacidad para producir vacunas a gran escala, no hay que perder esta oportunidad ineludible, que ayudaría a masificar la aplicación de estas vacunas en el menor tiempo posible y así poder salvar muchas vidas. El negocio más rentable en este momento crucial de nuestra historia, es democratizar el acceso a las vacunas en todos los países. ¡No hay que esperar una cuarta ola de contagios, el momento es hoy!.
