Cristina Plazas Michelsen

Abogada y columnista. Ha desempeñado cargos destacados como directora del ICBF, edil de Chapinero, concejal de Bogotá, alta consejera presidencial para la Mujer, secretaria privada de la Presidencia y secretaria del Consejo de Ministros. Se ha distinguido por su compromiso con la defensa de los derechos de la niñez y las mujeres, así como por su postura firme contra la corrupción y la improvisación en la política.

Cristina Plazas Michelsen

Hipócritas

El debate sobre el bombardeo en Guaviare, donde murieron menores de edad reclutados, ha regresado a la agenda, pero no por el dolor que debería generar, sino como una descarada y oportunista cacería de cámaras y reflectores. Los niños y adolescentes se han convertido en la excusa perfecta para la disputa. Porque la verdad, por hiriente que sea, es que la vida de los menores en Colombia es irrelevante para la mayoría de la clase política: no dan votos, no dan dinero, ni producen poder.

La muestra más descarada de este cinismo viene justamente de la izquierda que hoy gobierna desde el Palacio.

Cuando eran oposición, Petro, Wilson Arias, Iván Cepeda y otros calificaban hechos similares como “crímenes de Estado”, acusaban al gobierno de turno de “facho” y “nazi” y usaban ese dolor para desestabilizar y tumbar a un ministro. Hoy, con los mismos hechos sobre la mesa, defienden la operación como una acción legítima del Estado. No es un descuido: es cinismo puro. Su luto nunca fue por los niños, sino por la disputa por el poder.

Esta hipocresía se extiende a la mayoría de la clase política, que ahora se suma a la gritería oportunista. Hoy la pregunta es inevitable: ¿dónde estaban mientras ocurría, en silencio, el verdadero dolor de la niñez?

¿Y dónde estaba la indignación cuando supimos que, a agosto, Medicina Legal reportó 429 niños y adolescentes asesinados o cuando conocimos el aterrador dato de 189 suicidios? ¿Por qué esas cifras nunca provocaron debates encendidos en el Congreso? ¿Por qué la vida de un menor vale más si muere en un bombardeo que si muere por violencia intrafamiliar o por abandono del Estado?

Mientras hoy se rasgan las vestiduras, UNICEF advierte que el reclutamiento de niños y adolescentes aumentó un 300% en los últimos cinco años y que más de 1.200 fueron usados en la guerra. Cifras de una tragedia que casi nadie quiso mirar.

Sí, hay unos pocos congresistas que trabajan de forma seria y constante por la niñez, pero son una minoría aislada. La mayoría solo aparece cuando la coyuntura les conviene. Cuando no hay cámaras, la niñez les resulta invisible.

Ahora bien, el punto central de esta polémica es la moción de censura contra el ministro de Defensa, Pedro Sánchez. Si bien es el ministro más ineficiente de la historia reciente, por lo único que no puede caer es por esta razón. Hacerlo sería un triunfo estratégico para el narcoterrorismo. Es decirles que pueden blindar sus campamentos con menores de edad, garantizando su impunidad. Los bombardeos deben seguir, siempre ejecutados bajo el DIH. Renunciar a esta herramienta es entregar el país a los violentos y poner en estado de indefensión aún más a los menores de edad, convirtiéndolos en escudos de guerra.

Por ello, es necesario reconocer la coherencia del Centro Democrático. Era fácil sumarse al linchamiento y cobrar un triunfo político, pero no lo hicieron. Señalaron la incoherencia del Gobierno, sí, pero dejaron claro que no apoyarían la moción. Antepusieron un principio básico: no darles a los grupos armados la victoria de convertir a los menores en escudos de guerra.

Al final, lo que hemos presenciado es una farsa monumental. Ante el dolor permanente de la niñez, la política ha fallado por completo. Por eso, al ver este espectáculo, solo queda un veredicto posible: No lloran por la tragedia de la infancia; lloran por la oportunidad de ganar una pelea política.

Y mientras el show continúa, los únicos responsables de robarles la vida y el futuro a estos niños y adolescentes siguen siendo los grupos narcoterroristas.

¡Hipócritas!

Adenda

El protocolo del cese al fuego con el ELN —ya no vigente— es la prueba máxima del cinismo. Los negociadores, entre ellos el hoy candidato presidencial Iván Cepeda, aceptaron que la verificación del reclutamiento se hiciera desde los 16 años y no hasta los 18, como ordena nuestra Constitución. Cedieron exactamente en el punto donde el Estado jamás puede ceder. Convirtieron la adolescencia en una zona gris negociable.

¿Aún tienen dudas de a quién representa el candidato Iván Cepeda? Advertidos estamos

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Cristina Plazas Michelsen
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