Juan Restrepo

Ex corresponsal de Televisión Española (TVE) en Bogotá. Vinculado laboralmente a TVE durante 35 años, fue corresponsal en Manila para Extremo Oriente; Italia y Vaticano; en México para Centro América y el Caribe. Y desde la sede en Colombia, cubrió los países del Área Andina.

Juan Restrepo

Israel y el espíritu del 11 de Septiembre

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Los israelíes no acaban de entender lo que les ha pasado. Algunos han comparado el golpe de Hamás con lo que fue el derribo de las Torres Gemelas en 2001 por parte de Al Qaeda. Otros ven en la matanza del 7 de octubre un episodio similar a la guerra sorpresa del Yom Kippur en 1973. 

La primera comparación no parece válida porque esta vez casi todo mundo en Israel se vio afectado directamente o indirectamente con un familiar, un amigo o un conocido que resultó víctima de la incursión del grupo islamista; no fue exactamente eso lo que ocurrió en Nueva York; en el último atentado de Hamás, pues, el daño parece proporcionalmente mayor. 

Y la comparación con la guerra sorpresa del Yom Kippur tampoco parece válida, pues el ataque de la semana pasada se asemeja más a episodios de la Segunda Guerra Mundial, en los que unidades nazis se movilizaron casa por casa asesinando judíos.

Alguien definió el conflicto entre Israel y Palestina como la lucha de dos pueblos y dos religiones por un mismo templo. Por eso es tan difícil decir algo que sea aceptable para las dos partes sobre esta tragedia; hay demasiado fanatismo en danza, pero aventurar las consecuencias no resulta fuera de lugar. Ya las estamos viendo y fueron previsibles desde un primer momento: una reacción sin piedad por parte de Israel contra la franja de Gaza, desde donde partió el ataque; y más sufrimiento para una población civil en manos de unos extremistas a quienes, no hay que olvidarlo, dieron el poder en las elecciones de 2006.

Para encontrar voces críticas con Israel, y más concretamente con su gobierno, siempre parece menos sesgado buscarlas en el lado judío que en el lado pro palestino. Por eso para tratar de entender lo que pasó, me resulta más estimulante la opinión, por ejemplo, de Shlomo Ben Ami, ex ministro de Asuntos Exteriores del Estado judío, que no duda en señalar al primer ministro Benjamín Netanyahu como desencadenante del ciclo de venganza y violencia entre israelíes y palestinos que vive ahora Israel.

“A lo largo de los años —dice Shlomo Ben Ami— Netanyahu ha ninguneado a la Autoridad Palestina de Mahmud Abbas con la estrategia de fortalecer a Hamás como la mejor vía para eliminar la solución de los dos Estados, ante la existencia de un grupo radical y fanático en la franja de Gaza”, dice en entrevista al diario El País de España. Ben Ami sostiene que Netanyahu aparcó hace ya mucho tiempo la idea de la solución de los dos Estados para limitarse a gestionar la ocupación, al considerar que no había condiciones para sentarse a negociar. “Pero ha fracasado, ya que ha intensificado la ocupación, convirtiéndola en irreversible mediante la expansión de los asentamientos y tolerando la violencia de los colonos”.

Embelesado con esa idea Netanyahu volcó toda su atención sobre Cisjordania para proteger, además, los asentamientos de colonos ilegales pensando que las fieras de Hamás estaban amansadas. Y el resultado lo tenemos delante.

Otra voz crítica con el premier conservador israelí es la de Yuval Noah Harari, catedrático en la Universidad Hebrea de Jerusalén, quien en un artículo publicado por varios periódicos europeos dice que Netanyahu es un hábil relacionista público, pero un primer ministro incompetente. “En repetidas ocasiones ha primado sus intereses personales por encima del interés nacional y ha forjado una carrera dividiendo a la nación contra sí misma. Ha nombrado personas para puestos clave basándose más en su lealtad que en sus cualificaciones”, afirma el autor de los celebradísimos Sapiens y Homo Deus, dos libros referentes de nuestra época.

La conmoción y el horror por los atentados de Hamás han unido a un país profundamente dividido. Y, como era de esperarse, Benjamin Netanyahu formará un Gobierno de unidad nacional con socios que lo harán tapándose la nariz. La unidad de ahora durará lo que dure esta crisis, que se prevé larga y dura por los rehenes en manos de Hamás y por la posibilidad de que se abran nuevos frentes en Cisjordania y en la frontera libanesa. Y entonces, cuando esto haya pasado, como dicen los italianos, llegarán los nudos al peine; habrá que abordar los fallos de inteligencia y de seguridad.

El pasado mayo el ministerio de Defensa israelí dijo que estaban a punto de convertirse en una superpotencia de la inteligencia artificial, que automatizarían decisiones refiriéndose a una red de cámaras desplegadas en puntos estratégicos, drones con cámaras de reconocimiento facial para identificar a todos los palestinos allí donde estuvieran; gadgets que, por cierto, ya hacían la boca agua a más de un dictador. La cosa es que todo esto se ha puesto en funcionamiento en el Hebrón, no en Gaza, para dedicarlo a la anexión del valle del Jordán en la creación de nuevos asentamientos.

Cuando las aguas se amansen Benjamin Netanyahu, sí o sí, tendrá que rendir cuentas sobre esto. Y es ahí cuando el “espíritu del 11 de septiembre” con los errores cometidos por la venganza en caliente pueden pasar factura a una sociedad todavía en estado de shock.

Como ha dicho Gideon Rachman —por cierto, otro analista judío— en el Financial Times, “toda la conmoción y la furia israelí recuerdan las emociones de EEUU tras el 11-S. Aquello provocó un despliegue de unidad y de poderío estadounidenses. También condujo a una década de “guerra contra el terror”, que muchos estadounidenses consideran ahora equivocada y autodestructiva. Israel puede estar tomando el mismo camino”.

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