Juan Restrepo

Ex corresponsal de Televisión Española (TVE) en Bogotá. Vinculado laboralmente a TVE durante 35 años, fue corresponsal en Manila para Extremo Oriente; Italia y Vaticano; en México para Centro América y el Caribe. Y desde la sede en Colombia, cubrió los países del Área Andina.

Juan Restrepo

La felicidad

Kazuhiko Nishi, un empresario japonés y pionero de los primeros ordenadores personales en los años 80, los MSX, fue muy cercano a Bill Gates. Por haberse retirado en un momento inoportuno de Microsoft, sufrió una gran pérdida financiera sin la cual, según dice él mismo, hoy podría ser el dueño de la décima parte de lo que posee Gates. Aquella desafortunada decisión le causó diez años de sufrimiento; pero se recuperó, llegó a ganar 300 millones de dólares y ahora confiesa que tiene “cuatro helicópteros, un rolls-royce y un bentley. Así que soy feliz”.

El señor Nishi, matiza estas declaraciones al diario El País, asegurando que está bien el dinero, la fama, el éxito y el poder para ser felices; pero que despertarse por la mañana y sentirse sano no está nada mal. 

Reconozco que meterme en honduras ahora sobre la felicidad, es penetrar en un jardín en el que es muy fácil perderse. Y más en Colombia, un país que en 2021 ocupó el dudoso primer puesto de felicidad mundial, según la encuestadora  Gallup International. Digo dudoso primer puesto porque después de Colombia en esa encuesta estaban, en este orden, Kazajistán, Albania, Malasia y Azerbaiyán. No sé; no me suenan a mí estos países como muy felices, pero los de Gallup sabrán por qué lo han dicho. 

Dizque el 83% de los colombianos les dijo que eran muy felices o felices simplemente. A mí no me lo preguntaron; si lo hubieran  hecho a lo mejor clasificaba en esa mayoría, porque hace tiempo despierto por la mañana y me siento sano. Según el baremo de Kazuhiko Nishi, cuento entonces con la mitad de las condiciones para ser muy feliz: solo me faltan los cuatro helicópteros,  el rolls-royce y el bentley

Como quiera que sea, el World Happiness Report sacó a Colombia de los primeros puestos de felicidad mundial el año pasado, y ya el país no está ni siquiera entre los 20 primeros. Ahora el primer puesto se lo lleva Finlandia, en donde hace un frío que pela. Si es por frío me parece injusto que hayan sacado a Colombia, porque en Bogotá hace más frío que en Finlandia; pero los del World Happiness Report sabrán cómo hacen sus cosas, como los de Gallup.

Estos datos los encontré en un informe de El Espectador de finales de 2022. La cosa es que todo esto me ha llevado a preguntarme en serio en dónde está la felicidad, y qué es para los demás ese dichoso estado del alma. Quise saber, en el caso de los grandes escritores, qué ha sido ese asunto, y empecé por los de casa. Pero no encontré gran ayuda. 

Por ejemplo, para García Márquez, en Cien años de soledad, la felicidad es agónica, ajena, rutinaria, doméstica, sin tropiezos, desaforada, y solo por allá en la página 186 Meme, una de sus protagonistas, se aproxima a lo que es para los colombianos la dicha más completa: “Su felicidad estaba en el otro extremo de la disciplina, en las fiestas ruidosas”, y en un día en que se le fue la mano, a ella y a unas amigas, “con tres botellas de ron de caña”. Sí, eso sí se parece a lo que es la felicidad para muchos colombianos. Es más, Gabo tiene obras como El coronel no tiene quien le escriba en la que la felicidad no es nombrada ni una sola vez.

Entonces me fui a Gustave Flaubert, muy mencionado en estos días por los fastos franceses de Vargas Llosa. Emma Bovary sí sabe lo que es eso y una noche, mirando las estrellas, “le parecía que algunos lugares en la Tierra debían de producir felicidad, como una planta propia de un suelo y que no prospera en otra parte”.

Pero puestos a buscar definiciones nada como un clásico. El más apropiado Epicuro, claro, quién si no. José Antonio López en Epicuro o la obstinación en la felicidad, dice de aquel sabio de la antigüedad (año 306 a.C) que “apostó como pocos por la alegría y el gozo, y afirmó que estaban al alcance de todos si nos obstinamos en apelar a nuestro sentido común, ocupándonos de lo que de verdad importa. Consideró que la felicidad emana de una existencia sencilla lejos de las afectaciones convencionales y de las imposturas que nos roban la libertad”.

Los distribuidores de Rolls-Royce y de Bentley que no cuenten conmigo…, al menos por ahora.

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Juan Restrepo
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