Jacobo Solano

Periodista y escritor colombiano-italiano, artista visual y conceptual, creador de contenidos digitales y contador de historias del mundo.

Jacobo Solano

La narcofiesta de Barranquilla

Lo que ocurrió el pasado domingo en el Área Metropolitana de Barranquilla, superó los límites de la podredumbre y mostró lo permeada que está nuestra sociedad por el narcotráfico. Una fiesta de clanes mafiosos con invitados de toda índole: sicarios llegados de Venezuela, modelos y reinas de belleza, lavadores de dólares, fiscales anti bandas criminales, funcionarios públicos, reconocidos grupos musicales, universitarios, cirujanos famosos, en fin, la crema Barranquillera en una casa campo en Salgar, en Puerto Colombia (Atlántico) para celebrar el cumpleaños de Jhonatan Ospino, quien fue asesinado en la celebración, al amanecer, en un tiroteo descomunal donde hubo hasta armas largas.

Todo quedó grabado en video, desde la llegada de los invitados, los regalos (2 camionetas Toyota de alta gama), los cantos al cumplimentado, la pelea, el tiroteo, la huida de los invitados por el mangle, un muerto frente de la tarima, el traslado de los heridos, el choque de la camioneta con un taxi por el afán de llegar a la clínica, la desesperación al momento de bajar al herido porque las puertas estaban bloqueadas, en fin, una serie criolla, pero de Netflixrebolo. Lo qué pasó ahí, no se vio ni en la peor época de Pablo Escobar y nos ubica en el mismo panorama de México, donde son habituales estas cumbres mafiosas, tanto que las han recreado en películas como la del “Chapo” Guzmán. La celebración, amenizada por los de siempre, el Churo  Díaz y Diego Daza, los mismos que estuvieron en el pabellón de extraditables de La Picota hace un mes, se han especializado en cantarle a traquetos, no les importa ni la imagen, ni la música vallenata, ni el riesgo que corren, lo importante es el “tevillegar”.

La noticia le dio la vuelta al mundo e indignó a muchos  barranquilleros, molestos insistían en que eso había sido en Puerto Colombia no en su ciudad, como si en Barranquilla nunca hubiese pasado nada en temas de narcotráfico. Que rápido olvidan el pasado, cuando en la época de la marimba, todos los traficantes guajiros compraron casi medio barrio El Prado, con el aval de gran parte de la élite Barranquillera, aunque en voz baja se burlaban de sus extravagancias, les rendían pleitesía y los adoraban por el dinero; exactamente lo que hicieron los Gerlein al arrendar su casa Campo para esta narcofiesta. Al parecer las experiencias vividas en esa época, no sirvieron. Hoy, la ciudad vive un auge traqueto, en complicidad con muchos sectores sociales que no logran inferir la dimensión del daño que hace el narcotráfico a la marca ciudad. Medellín es un ejemplo de lo nociva que es una referencia tan negativa y cuánto le costó transformarse. Es hora de que el alcalde Jaime Pumarejo, quien habla tanto y hace poco, y todos los gremios, se unan para que la bella Barranquilla no vuelva a las épocas de Alberto Orlandes Gamboa, alias “El Caracol”, cuando montó en Barranquilla un megaejército de sicarios armados y guerras absurdas que dejaron arroyos, pero de sangre. Algo parecido puede ocurrir con el enfrentamiento de clanes que se avecina, entre los Vega Daza, liderados por alias Kike Vega de Carraipia (La Guajira), miembros de Los Pachenca; los Escorcia de Fundación (Magdalena) de Los Costeños y Los Maracuchos, liderados por “Deivi” Parrilla, también apodado El Carnicero del estado Zulia (Venezuela), el que portaba el fusil en la fiesta y las autoridades ofrecen 80 millones de pesos de recompensa a quien de información de su paradero, deben aumentar el valor, a ver si así cae.

Los barranquilleros tienen que cerrarle las puertas a estos delincuentes de baja monta que quieren ponerse de ruana la ciudad, afectando el desarrollo y el progreso, precisamente ahora que la ciudad está abriéndose al turismo con El Malecón del Río, la Ventana al Mundo y una agenda cultural robusta, además buscando eventos como La Fórmula Uno, los juegos Panamericanos y otros de talla internacional en un nuevo lugar de Conciertos, el Arena del Río que está apenas en construcción. Un muy buen editorial de Erika Fontalvo en El Heraldo, reconoce el problema que está creciendo. Ojalá la ciudadanía, en vez de molestarse por ser tendencia más de tres días en redes y los titulares en todos los medios nacionales, reaccionen y se unan, no se trata de propaganda negra; no es posible tapar el sol con las manos, hay un problema real de narcotráfico, bandas criminales que trafican, extorsionan, asesinan y tienen a Barranquilla como centro de operaciones, hay que enfrentar el flagelo antes de su desborde, para evitar que La Arenosa se convierta en la capital traqueta de Colombia. 

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