Las marchas, amigos míos, no van a transformar el país

El uribismo anda diciendo “ojo con el 2022”; y me resulta muy irónico que lo hagan (por no decir atrevido o descarado), porque en cuatro de las últimas cinco elecciones presidenciales, Colombia le ha hecho caso a Uribe y han elegido (cada vez con menos holgura) al candidato ungido precisamente por la extrema derecha de inspiración uribista, y miren ustedes donde nos llevan (o donde seguimos).

Y digo que resulta irónico porque los colombianos al mismo tiempo se quejan de los mismos problemas de siempre: la corrupción, los problemas en el sistema de salud, en la educación, la falta de oportunidades laborales, las dificultades para los emprendedores y mipymes, y en general, la desigualdad. Y precisamente esos políticos que han tenido el poder presidencial durante 16 años (solo por mencionar la historia reciente, porque en realidad lo han tenido toda la vida, los mismos con las mismas) no han sido capaces de tomar las medidas necesarias para transformar la realidad de los colombianos de a pie.

Esa incapacidad de la política tradicional para transformar la realidad aún teniendo el poder para hacerlo, es la gran frustración de las nuevas generaciones que están despertando, que gracias a internet cada vez están más unidas y más informadas, dispuestas a actuar, dispuestas a marchar y exigir. Por eso vimos el Gran Paro Nacional del 21 de noviembre, y por eso vemos las protestas ante los abusos policiales, no solo en Bogotá, sino también en California y Hong Kong, por poner ejemplos que no puedan ser acusados falsamente de “castrochavistas” para restarles importancia. Claramente rechazamos los casos excepcionales de vandalismo, que fueron mínimos, pero lo realmente importante y maravilloso es la masiva participación de la ciudadanía, en su mayoría joven.

Lo que yo quisiera decirles es que hay una forma más eficiente y más contundente para transformar la realidad del país, sin necesidad de marchas, ni enfrentamientos con la policía, sin vandalismo, sin violencia, y esa forma es votar!. Cuando uno dice eso parece algo obvio, y no sorprende a nadie. Pero lo sorprendente es pensar que en las últimas elecciones, se abstuvieron de votar aproximadamente el 40% de los 36millones de colombianos aptos para votar, y en su mayoría pertenecen a la franja de menores de 40 años.

Muchos jóvenes escriben en las redes sociales sintiéndose orgullosos del puñado de congresistas nuevos que llegaron en las ultimas elecciones, entre los que con mucho orgullo y honor me encuentro yo; pero somos una minoría entre 300 congresistas. Desafortunadamente, la mayoría sigue perteneciendo a esa política tradicional, que de forma intencional o por omisión, han permitido que la desigualdad sea cada vez más profunda en Colombia, que los ricos sean más ricos, los pobres más pobres, y los corruptos más corruptos.

Ese 40% de colombianos que no votan, que creen que la política no tiene nada que ver con ellos, podrían transformar drásticamente la historia del país en un solo día. Si llevamos al poder a gente honesta, dispuesta a trabajar incansablemente por las necesidades de los ciudadanos, podemos ser mayoría en el Congreso y tomarnos el poder presidencial, sin disparar un arma, sin salir a marchar y arriesgarnos a ser asesinados. Colombia no puede seguir eligiendo por odio o por miedo (contra Uribe o contra Petro). Es hora de que Colombia elija por la transformación real de esas injusticias, de la corrupción y la desigualdad.

La revolución y la transformación del país requiere únicamente convencer a nuestros amigos que no votan, para que lo hagan, y a conciencia. No tenemos que seguir discutiendo inserviblemente con la tía o la abuela uribista, ni con los fanáticos petristas. Ambos extremos hacen caso omiso a la razón y los argumentos. Ambos extremos son igualmente tóxicos. Lo que tenemos es que vencer la apatía y el desconocimiento de nuestros amigos y compañeros. Solo las nuevas generaciones entienden la urgencia de transformar la desigualdad y la corrupción, y además salvar el medio ambiente. A las generaciones anteriores y a la política tradicional, esos tres retos les quedaron grandes. Han tenido tiempo y poder de sobra para hacer algo, para acabar con la corrupción, la desigualdad y el daño ambiental, y claramente no les ha importado hacerlo, o en el menor peor de los casos, no han sido capaces de hacerlo.

Por eso digo que es muy irónico que la política tradicional esté diciendo “ojo con el 2022”, debe ser por miedo de que les llego la hora de rendir cuentas por su incapacidad para liderar el país hacia el cambio, hacia la equidad y la transparencia. Es hora de que marchemos, pero en las urnas. Es hora de que podamos echar a los politiqueros del Congreso y de la Presidencia. Tenemos todo para hacerlo, solo hace falta votar, y hacerlo bien. Así que “ojo con el 2022” porque este jueguito se les acabó. Llego nuestra hora, la de los jóvenes, la de los políticos honestos, la hora de los colombianos que quieren equidad, transparencia y oportunidades.

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