Tras ganar las elecciones el pasado domingo, Gustavo Petro, llamado “El Putin criollo”, pronunció un discurso de casi 50 minutos. ¿Dijo todo lo que hubiera querido exponer? No parece en atención a su real modo de ser y a su real manera de pensar, dimensiones que proyecta desde hace 30 años como cualquier político tradicional. ¿Y es que, además de las que dio a conocer, tenía más cosas? ¡Por supuesto! Basta una pizca de complejo neuronal 3i (información, imaginación e inteligencia) para deducir que se abstuvo de emitir mensajes de este talante:
• “Yo, como Gustavo Petro, declaré una y mil veces que no me iba a reelegir, y lo reitero en esta hora histórica. Eso sí: si el pueblo, reunido en asamblea constituyente, me pide que acepte ser reelegido, aceptaré. Es que la voz del pueblo es la voz de Dios, y yo soy creyente, creo en mí, según lo demostré en mi larga campaña. Quedará claro, entonces, que no me reelegí, sino que fue el pueblo el que me reeligió”.
• “Igual sucederá con el manido tema de la expropiación. ¡No expropiaré! Ahora bien, si el pueblo soberano, en su constituyente 24/7, me dice que expropie, ¡no lo dudaré un segundo porque esa será la voz de Dios! Lo mismo sucederá con el tema de las pensiones privadas y otros asuntos”.
• “Doy mi reconocimiento público a mi extraordinario equipo de campaña, gracias al cual obtuve este extraordinario triunfo, empezando por mi vice Francia Márquez, cuyo humor negro siempre daba en el blanco. A Roy Barreras, imbatible campeón de la falacia, herramienta que, cuando se pone al servicio del pueblo, es sagrada. A Armando Benedetti, un querido paisano mío, que hizo gala de sus conocidas dotes para quemar a mis adversarios. A los asesores, que me convencieron de mover la línea ética con el fin de desprestigiar a mis contrincantes”.
• “Evoco a mis camaradas de la lucha armada. A quienes dieron su vida los llevo en mi corazón, y a quienes aún portan sus armas los espero para que construyamos la patria socialista soñada. Aprovecho para enviar un abrazo filial a mi comandante Castro y fraterno a mi comandante Chávez. Ellos, en el cielo, saben por qué”.
• “Mis gracias, igualmente, para los asesores de mi contrincante Rodolfo Hernández y a este. Debido a sus errores de campaña, gané la partida. Y mi reconocimiento al papa Francisco, a quien le concedí una audiencia, momento del cual ya ordené imprimir 50 millones de fotos para que los colombianos cuelguen en cada hogar. Por otro lado, mi gratitud, claro está, a tantos y tantas periodistas de todos los medios, en especial de Bogotá, al haber sido muy amigables en las entrevistas conmigo y no haberme tocado temas comprometedores. Desde ahora les prometo que tendrán muchísima publicidad de mi gobierno popular”.
• “Asimismo, mi gratitud a las ‘primeras líneas’ de todo el país, que esperaban mis órdenes para actuar si yo perdía o había fraude. Sus integrantes sabían muy bien que si no triunfaban las ideas de Petro, alzaban las teas del pueblo. Gracias al Altísimo, y al altísimo número de votos, pude vencer y dejar al ingeniero Hernández con menos ingenio del que tenía”.
• “Cómo no agradecer, también, las adhesiones, algunas de última hora, de preclaras figuras de la política tradicional. Destaco a Antanas Mockus, Rudolf Hommes, Humberto de la Calle, Juan Fernando Cristo, Alejandro Gaviria, Cecilia López, Patricia Lara, Mauricio Lizcano y otras que omito. Me haría interminable. Todo ello demuestra que mientras más miel yo ofrecía, más lambones, perdón, patriotas, se me unían”.
• “Debo reconocer que millones de colombianos mantuvieron su decisión de no votar por mí. Sé que no la habrían cambiado aunque se los hubieran pedido san Francisco de Asís, el papa Francisco, el compa Francisco de Roux, Francisco el Matemático, Pachito Eché, Francisco el Hombre o Margarita de Francisco”.
• “Finalmente prometo que si en el año 2052 no he logrado construir el paraíso que le prometí al pueblo, ¡renuncio irrevocablemente!”.
Hasta ahí algunos de los temas que se guardó Petro en el discurso. ¡Me imagino los aplausos del pueblo y la puebla si los hubiera incluido!
INFLEXIÓN. Albert Einstein desarrolló el teorema de fluctuación-disipación para explicar el movimiento aleatorio en las partículas de un líquido o gas. El movimiento se denomina ‘browniano’ en honor del biólogo escocés Robert Brown, el primero en observarlo en los granos de polen suspendidos en el agua. Pues bien, el teorema nos vendrá como anillo al dedo en relación con las posiciones aleatorias, impredecibles, de consecuencias impensables, que Petro asumirá desde su personalidad.