Judas nunca se ha ido de la sociedad. Uno de los doce discípulos traicionó a Jesús a cambio de 30 monedas de plata, el posterior arrepentimiento lo llevó al suicidio: Se ahorcó. Desde entonces, las deslealtades son una constante.
La ambición y la codicia, propias de Judas Iscariote, las encontramos a diario. Una persona que profesa delirio desmedido por el dinero y el poder, al precio que sea, está sin duda alguna, siguiendo los pasos del discípulo traidor.
También están poseídos por el orgullo, la vanidad y el egoísmo. Las tentaciones del pasado son las mismas de hoy. Estas miserias humanas cambian de protagonistas, pero no se agotan con el tiempo. Un antivalor perpetuo.
El que no haya sufrido la traición de un amigo, que tire la primera piedra. Ejemplos encontramos en abundancia en diversos escenarios. Muchos aún recuerdan el fichaje del futbolista Luis Figo al Real Madrid, mientras militaba en el Barcelona. También cuando LeBron James pasó de los Cleveland Cavaliers a los Miami Heat, fue calificado como auténtica traición.
En la música se recuerda la ruptura de la famosa banda de rock chilena Los Prisioneros, que pusieron fin a su unión, debido a un triángulo amoroso que protagonizaron Jorge González y Claudio Narea, dos de sus integrantes.
Uno de los grandes traidores en la historia de la policía colombiana, fue el Coronel Danilo González, que estuvo al servicio de varios carteles de la cocaína y hasta con los paramilitares de Carlos Castaño. Es una de las grandes vergüenzas de esta institución.
En el reciente proceso de paz con las Farc, hay varios Judas. Alias Iván Márquez, Jesús Santrich y El Paisa, engañaron no solo a sus propios colegas de guerrilla, sino a todo un país, al tomar de nuevo las armas.
En la política, son abultados los casos que imitan a Iscariote. El más emblemático, al menos desde una orilla, se le atribuye al ex presidente Juan Manuel Santos, quien llegó al poder impulsado por su ex jefe Álvaro Uribe Vélez, pero una vez posesionado, comenzó a marcar diferencia y distancia. En la actualidad, es imposible que Santos y Uribe, al menos se sienten a compartir un café. Enemigos.
El abrazo hipócrita, el beso fingido, aún persiste en la actualidad. El engaño, la trampa, son decepciones recurrentes. Pero contrario al Judas Iscariote que terminó matándose por su error, los contemporáneos no tienen tanta valentía. Son unos descarados.
La pregunta incómoda
En las próximas elecciones: ¿Cuántas traiciones se presentarán al interior de los propios partidos?