Alexander Velásquez

Escritor, periodista, columnista, analista de medios, bloguero, podcaster y agente de prensa. Bogotano, vinculado a los medios de comunicación durante 30 años. Ha trabajado como reportero para importantes publicaciones de Colombia, entre ellas El Espectador, Semana y El Tiempo. Ha sido coordinador del Premio Nacional de Periodismo CPB (ediciones 2021, 2022, 2023). Le gusta escribir sobre literatura, arte y cultura, cine, periodismo, estilos de vida saludable, política y actualidad. Cree en la vida después de la muerte, uno de sus temas favoritos. La lectura y caminar una hora diaria mientras escucha podcast son sus pasatiempos favoritos. Escribe su segunda novela.

Alexánder Velásquez

Los médicos también se mueren

—Primum non nocere, “primero, no hacer daño”— (Juramento hipocrático)
 
El día que me rompí el brazo, el médico me hizo una pregunta mientras observaba la radiografía:
 
—¿Cómo sucedió?
 
Respondí que me estrellé contra el pavimento mientras trotaba.
 
—Ja, y después dicen que el deporte es salud, comentó él con sorna.
 
Yo estaba tan angustiado que ni ganas de interpelarlo tuve por su desatinado apunte. Cualquier médico en su sano juicio sabe que la actividad física es saludable, y que lo mío fue un infortunado accidente que sigo lamentando. A este señor no lo considero un buen médico, y lo supe incluso desde antes de abrir su boca, pues era incapaz de mirar a su interlocutor a los ojos, como si fuera alérgico a los enfermos, pero no es el primero que se comporta así.
 
No faltará quien diga:
 
—Pues pague médico particular si quiere trato de rey.
 
Después levantó bruscamente mi brazo afectado y yo con el brazo izquierdo tomé el suyo en señal de dolor.
 
—No me agarre, dijo el otro visiblemente molesto, como si yo tuviera soberanía sobre los actos reflejo.  
 

Todo lo que uno desearía es que los médicos honren el juramento hipocrático: "No llevar otro propósito que el bien y la salud de los enfermos”. Una pizca de sensibilidad, a lo mejor eso es lo que tanto les rogó Hipócrates desde la antigua Grecia. Dicen que el llamado padre de la Medicina basó su práctica médica en la observación y el estudio del cuerpo humano, algo imposible de lograr si el doc o la doc ignoran a la persona que tienen enfrente. Dijo Hipócrates: “Algunos pacientes, aunque conscientes de que su condición es peligrosa, recuperan su salud simplemente por su satisfacción
con la bondad del médico”. Y pensar que lo dijo no anoche sino cuatro siglos antes de Cristo.
 
El susodicho se mantuvo ensimismado, de cabeza en el computador, escribiendo a dos dedos no sé qué tanto, como si hablara con el hombre invisible y no conmigo. En ese momento, me acordé de aquella frase: “desconfía de esas personas que no miran a los ojos”.  Quise decirle:
—doctor, no estoy pintado en la pared.
 
—Cómprese un cabestrillo para inmovilizar ese brazo, mientras lo ve el médico de su EPS, fue lo siguiente que dijo, y en esas me despachó. Si esto fue por una fractura del omóplato, no quiero imaginarme el trato para, por ejemplo, un paciente psiquiátrico.
 
Salí del hospital con el deseo de nunca más dar motivos para estar en urgencias. ¿Saben? Ese día perdí un poco la fe en los médicos. Fue como corroborar que se están muriendo los buenos médicos para dar paso a una generación de galenos sin vocación ni pasión; con muchos títulos pero poco empáticos. ¡Y si un día pierden la compasión, sálvese quien pueda! “Donde hay amor por la medicina, hay amor por la humanidad”, dijo Hipócrates.
 
Todos los médicos, trabajen o no en un hospital, deberían leer al doctor Henry Marsh, autor del libro “Ante todo, no hagas daño”, quien da múltiples consejos a sus colegas, basado en su propia experiencia como neurocirujano. El primero está en el título mismo del libro; en otra de las páginas les pide hallar el equilibrio entre el “necesario distanciamiento y la compasión, entre la esperanza y el realismo”. Ciertamente, tratan con seres humanos, gente, personas.

Pareciera que hoy pululan los médicos que nos ven como clientes y no como pacientes. A lo mejor siguen órdenes de arriba, como todo en este país. Son la clase de profesionales que se dedican a formular un medicamento para esto, otro medicamento para aquello y este acetaminofén por si las moscas. Hay que humanizar la medicina en todos los sentidos de la palabra. Que un día se prescriban más zapatillas que pastillas para que la gente entienda que uno como paciente es el primer responsable de su bienestar. Que también a los médicos se les trate con respeto, pues la suya es, a veces, una profesión ingrata ​con pacientes que ​se pasan de la raya. 
 
Si un día se reforma el sistema de salud en Colombia, lo primero que debe cambiar es ese trato “contrarreloj” en la consulta. Debemos preguntarnos si son suficientes diez o quince minutos, donde la mayor parte del tiempo se va en llenar formatos. No se trata de hacer visita con tinto incluido, -que mala idea no sería- pero sí de que la relación médico-paciente se transforme en una experiencia agradable y, si se quiere, amigable por el tiempo que dura cada encuentro.
 
Seamos justos: existen buenos médicos, por fortuna son la mayoría.

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Alexánder Velásquez
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