Ludopatía electoral

Me pregunto si mi desprecio por las encuestas sería el mismo si mi candidato no estuviera en la cola sino en la cabeza como lo está el más detestable de las decenas de personajillos que pretenden ganar la presidencia de Colombia a como dé lugar generando un circo electorero para vergüenza de la democracia, si alguna le queda.

En la muy reciente encuesta de Invamer por encargo de Caracol y Blu Radio, resulta que tan solo un 12 % de los encuestados manifestaron su intención de votar por Óscar Iván Zuluaga. ¿Debería preocuparme esto? En parte sí, pero no por el pobre porcentaje sino por lo que hay detrás de ese sistema tan popularizado que me recuerdan los pronósticos de las carreras de caballo en el Hipódromo de Techo de las que, de niño, era un apasionado seguidor.

Es bastante sencillo aplicar técnicas que lleven a resultados que favorezcan a un determinado candidato. Para un encuestador no le son desconocidas y fácilmente puede camuflarlas. Influye desde la formulación de las preguntas, la hora en que se haga la encuesta, las ciudades escogidas, los grupos de personas, la ficha técnica mostrando una supuesta objetividad y el número de encuestados (Dicen que una encuesta para que sea medianamente acertada requiere de un mínimo de 20.000 muestras, está de Invamer es de apenas 1.200).

Lo que hace de las encuestas algo preocupante, hasta muy preocupante, es cuando hacen parte de un esquema de fraude. Mostrar a un candidato con preferencias tan marcadas, como en este caso, es una forma de garantizar que no van a ser cuestionados los resultados por más dudosos que ellos sean. Eso lo sabe muy bien Ortega, Maduro y algunos otros que han ganado elecciones coincidiendo los porcentajes con los dados en las encuestas.

El Centro Democrático acaba de pasar por una zona de turbulencia debido al mecanismo tan dudoso que se aplicó para elegir su candidato. Las encuestas mostraban, a pesar del ínfimo porcentaje, a Cabal doblando a Zuluaga y lo que ocurrió fue todo lo contrario. Las encuestas no fueron cuestionadas en las urnas sino por otra encuesta. Por otra parte, los resultados en el plebiscito mostraron con contundencia lo manipuladas que pueden ser las encuestas. Ahí les salió el tiro por la culata a los del SÍ. Se confiaron en ellas y no aplicaron en su totalidad el esquema de fraude que ya les había funcionado en la segunda vuelta de las presidenciales de 2014.

¿Quién cree en las encuestas? Nadie, ni siquiera quien la encabeza y mucho menos los que las contratan. ¿Por qué se les da tanta importancia? Porque animan al juego, a la apuesta, despiertan esa marcada tendencia de los seres humanos a la ludopatía y a las falsas ilusiones. Están prohibidas una semana antes de las elecciones, lo que indica que son manipulables con el fin de incidir en los electores. No estaría de acuerdo con que las prohiban por decreto pero sí que dejemos de pararles bolas.

Si mi candidato las encabezara escribiría lo mismo y mi preocupación sería mayor intuyendo lo que esconden las encuestas. Por suerte no es así y seguiremos pidiendo de nuevo un milagro como el del triunfo del NO en el plebiscito. Tengo la confianza de que con Zuluaga la voluntad del pueblo no será negociada cuando gane con votos lo que no gana con encuestas.

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