Carlos Salas
Carlos Salas Silva

Mientras unos reculan otros avanzan

Comienzo con una pregunta ineludible: ¿Se saldrán con la suya? Ellos tienen la seguridad de que así será, cuentan con el poder y lo utilizan de la manera más despiadada. Ya tienen a los medios ejerciendo auto censura como se ha hecho evidente la semana pasada, no es sino ver sus portadas y titulares. Esas aguas, por más contaminadas que se encuentren, con tan solo dejarlas en reposo es suficiente para que toda la porquería se oculte en el fondo, o eso creen ellos. Con lo que no cuentan es con que en esta semana se producirán marchas que no podrán despreciar cómo hasta ahora lo han hecho con relativa efectividad. Como yo son miles los que saldrán a protestar por primera vez durante este vergonzoso gobierno sumándose a los otros miles que valerosamente lo han hecho en las manifestaciones de los últimos meses.

Mientras unos reculan otros avanzan. Ya se tienen suficientes argumentos para exigir la caída de un gobierno ilegítimo que ya ha causado inmensos daños y del que, para desgracia, solo se espera lo peor de lo peor. Si no se actúa con presteza nos lleva el diablo. 

Antes de responder la pregunta inicial tendría que ser resuelta otra: ¿Hasta dónde estaremos dispuestos a ir? Una marcha es una semilla que hay que sembrar para que germine y crezca una mata que, como en el cuento de hadas (“Érase una vez un niño llamado Jack que vivía con su mamá en una humilde granja. Ellos eran muy pobres y lo único que tenían era una vaca flaca...”), llegue hasta el cielo para enfrentar al ogro que ahí habita, si se quiere obtener el tesoro. Cada uno de los que se arriesgan a participar en la marcha es un Jack que vende su vaca por fríjoles mágicos.

Por más cursi que pueda parecer lo anterior me mantengo en mis trece; algo de la ingenuidad de nuestra ensoñadora infancia sobrevive en cada uno de nosotros y ver una manifestación como un fríjol y a un gobierno como un ogro, puede despertar esa imaginación dormida en nuestro empecinamiento en ser seriamente adultos que nos inhabilita para asumir el papel del héroe, del guerrero. 

Por mi experiencia, adquirida durante las no pocas marchas en las que participé en contra de la presidencia de un Santos traidor a la patria, como pocos en la historia de Colombia, puedo decir que una manifestación colectiva hace nacer en el fondo de cada uno un sentimiento de patriotismo y de solidaridad que reconforta a pesar de la manera despreciativa con la que siempre pretenden opacarla.

¿Se saldrán con la suya de nuevo esta vez? Creerán que sí. ¿Contarán con la complicidad de los medios? Sin duda. Lo que marcará la diferencia es que este martes 20 de junio saldremos a las calles con la indignación que nos suscita un presidente y un gobierno abiertamente corrupto y traidor que poco o nada le importa Colombia, como se hace evidente con cada una de sus acciones con lo que ha llegado a sostenerse en quebradizas muletas que, con solo dar el golpe justo, fácilmente se quiebran.

Las cosas ya no son como en el pasado y la torpe manera como se impuso el socialismo castrochavista a comienzos de este siglo no tiene de dónde apoyarse. Ni Fidel Castro ni Hugo Chávez están vivos y el aburguesado Lula de hoy no tiene capacidad de liderazgo ni siquiera en su propio país. Ortega y Maduro condenados por sus pueblos y por el mundo entero, Correa maniatado y Fernández y Boric en franco declive no son apoyo para un engreído Petro que sueña con ser el líder latinoamericano que nunca lo será como no lo fue ni siquiera de su banda terrorista. 

Un tigre de papel, un gigante con pies de barro, un siervo de una agenda globalista en crisis que no va a defender las torpes y estúpidas palabras y acciones de uno más de sus lacayos por más fiel que lo sea a sus intereses, ese es el ogro al que enfrentaremos marchando.

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Carlos Salas Silva
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