Mirar por la rendija (Parte 2)

“Franco no fue tan malo como dicen”, es el título de un dibujo que estuvo expuesto hace un año en ARCO, la feria de arte española que se caracteriza por buscar eco en los medios con uno que otro escándalo cada año. Las posiciones extremas están soportadas por “verdades históricas” que se construyen desde el poder, dirigidas a ser observadas desde un solo punto de vista, el de un ojo pasivo obligado a mirar por la rendija. Lo de menos es si Franco fue “tan malo” - o apenas un poco malo o, de pronto, un poquitín bueno o tan bueno- “como dicen”. Es imposible cambiar de punto de vista cuando se mira por una rendija, lo que si nos pueden cambiar, quienes están en el poder o pretenden hacerse a él, es la posición del objeto y hasta su decorado.

Existieron, mucho antes de la fotografía, la cámara lúcida y la cámara oscura que facilitaron enormemente el dibujar y pintar las cosas “tal y como son”. Ese fue el motor de la representación hasta que apareció la cámara fotográfica. La mirada a través de un lente es fija y la suma de sus tomas fue lo que hizo posible el cine. Todo eso ocurrió antes de la introducción de lo digital. Algo similar ha ocurrido en el campo de lo político en donde, a través de los medios y de los libros y panfletos, se obligaba al ojo crítico a tener un solo punto de vista, lo que fue alterado por la aparición del Internet. Como en todo hay excepciones, en el arte tenemos al cubismo que, inspirado en Cezanne, rompió en pedazos la imagen reconstruyendola en un confuso collage, y en la política no han faltado los disidentes que no se conforman con las verdades establecidas desde una cara y la otra, como Camus y Orwell.

Retomando el hilo de lo planteado en la parte uno de este texto y para atar cabos sueltos, me puse en la tarea de leer apartes de los cuarenta y nueve artículos que conforman “Masonería” de Jakim Boor. Pude constatar que Franco no fue tan mal escritor como dicen, aunque no logro imaginar al déspota concentrado en ese tema que debió tomarle muchas horas de las que dedicaba a oprimir a los españoles fraguando alianzas con los fascistas europeos. Pero eso no viene al caso y es apenas una anotación al margen. Lo cierto es que la masonería fue motivo de gran preocupación para el dictador y lo sigue siendo para otros como el eslovaco Juri Lina quien escribió el muy documentado, aunque no tan bien escrito, “Arquitectos del engaño” en el que deja al descubierto las conspiraciones masónicas desde sus inicios. Aunque muchos desacreditan a sus autores no he encontrado quien desmiente con documentos lo dicho en esos dos libros. Por el contrario, los hechos pasados y presentes demuestran que algo de verdad hay en ellos.

Me había propuesto mirar las caras del asunto y he venido a comprender que no son solo dos sino múltiples sus planos, como en un caleidoscopio. Pienso ahora que la arquitectura del engaño propone edificios conceptuales de una geometría simple que no contempla todos los planos o caras. Puedo poner como ejemplo en política lo que se conoce como izquierda y derecha y sus variantes, con ese tipo de mirada pretenden mantener al rebaño tranquilo. Y en arquitectura, como es de esperarse tratándose de La Bachué de Rozo, el pabellón de Colombia en la Feria Iberoamericano de Sevilla en el que su estructura fue el marco para un escenográfico templo masónico. Algún día saldrá a la luz pública quiénes estaban detrás del arquitecto y del escultor que ejecutaron las obras dando las órdenes para la construcción de ese gran objeto simbólico que pareciera haber quedado en el olvido.

Como nota al margen y para terminar, les cuento que en 2016 Georges Didi-Huberman montó la exposición “Sublevaciones” en el Jeu de Paume en París, la que no dejó contentos ni a los de izquierda ni a los de derecha, y que un año después fueron las grandes manifestaciones de jóvenes en Venezuela.

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