Angela Garzón Caicedo

Filósofa de la Universidad Nacional de Colombia y Especialista en Negociación y Relaciones Internacionales de la Universidad de los Andes. Ha sido concejal de Bogotá, Subdirectora de Proyección Internacional de la Alcaldía Mayor de Bogotá, Directora del Archivo de Bogotá y responsable de relaciones externas en diferentes empresas.

Angela Garzón Caicedo

Ni una más

“Ni una más” es la frase que muchos decimos indignados cuando nos enteramos de la noticia de un nuevo feminicidio. Es la forma de manifestar el rechazo, el dolor y la indignación frente a este fenómeno, frente a la muerte violenta de una mujer por el sólo hecho de ser mujer. 

Tristemente es una frase que tenemos presente más a menudo de lo que quisiéramos, pues cada hora cinco mujeres son asesinadas por sus parejas o alguien cercano en el mundo, en muchos de los casos en sus propios hogares. En numerosas ocasiones, para una mujer es más peligroso estar en su casa que en la calle, y esto es una realidad que muchos prefieren desconocer.  

Decir “Ni una más” no es sólo una frase de cajón, mucho menos para quienes hemos sufrido la muerte de una de nuestras familiares por causas violentas. Quienes conocemos de cerca el drama del feminicidio sabemos que esto no se trata de estadísticas, se trata del dolor, de la impotencia, de cuestionarse no haber visto las señales que podían haber identificado que estaba en riesgo y del desconsuelo de ver de frente la injusticia e impunidad que prima en estos casos. “Ni una más” es un recordatorio de que no queremos que más de las tuyas, las mías, las nuestras, sean maltratadas o asesinadas.

“Ni una más” es un llamado a cuestionarnos qué podemos hacer para transformar esta realidad, cómo podemos evitar que cada día crezcan los números de mujeres que se sienten amenazadas y terminan siendo víctimas. Se trata también de entender que la sombra del dolor puede transformarse y convertirse en luz para otros, ayudando a evitar que otra familia tenga que pasar por esta experiencia.

Son miles las familias, los movimientos y las organizaciones alrededor del mundo que han tomado acciones y han enviado mensajes para que exista más consciencia de la “pandemia” de la violencia contra la mujer. Y si miramos hacia atrás esto ha servido, no con la rapidez que quisiéramos, pero no se puede dudar que se va avanzando en leyes, mecanismos y procedimientos para prevenir la violencia contra la mujer, brindar apoyo a las víctimas y condenar a los culpables. Hoy tenemos algunos casos en los que se logra identificar y condenar a los victimarios, años atrás la impunidad era total.

Sin embargo, la violencia contra la mujer no puede ser un tema que se deje solamente en manos del Estado, de los movimientos, las organizaciones o las familias de las víctimas. Erradicar la violencia contra las mujeres es una tarea de todos. Para ello es necesario tomar consciencia de que el respeto a las mujeres debe ser una práctica generalizada y no algo que se ve como una cualidad. El buen trato es un derecho de los seres humanos y es necesario que como sociedad empecemos a exigir que se respete. Además, es importante que dentro de los hogares, los colegios, las oficinas y diferentes espacios se dialogue sobre el respeto y libertad con qué deberíamos construir nuestras relaciones; sobre los síntomas que pueden hacer ver que existe un riesgo, como son los celos, la violencia en todas sus formas y el menosprecio. Tenemos que alertar sobre los peligros de que las relaciones se equiparen con posesión y se apoyen en un discurso romántico para aislar o agredir “en nombre del amor”.  

Muchas veces las personas que están en relaciones tóxicas, sus familias, sus amigos o conocidos no son conscientes de lo que sucede hasta que es muy tarde. Es más fácil decir o sentir que todo está bien, y que esas señales son sólo parte de las relaciones, que llegar a pensar que podemos ser víctimas de violencia nosotros mismos o alguien que amamos o conocemos. 

Hay cosas de las que preferimos no hablar, pero que bien le haría a nuestro mundo que cada vez se nombraran más para poder hacer consciencia sobre ellas y transformarlas. Si bien la violencia puede ser sufrida tanto por mujeres como por hombres, hoy quiero poner el foco en la violencia contra la mujer porque lastimosamente en la estructura actual de nuestra sociedad, tal como lo expresó Margaret Atwood, mientras los hombres temen que las mujeres se rían de ellos, las mujeres temen que los hombres las maten.

Reconocer que el problema existe es parte de llegar a la solución, pero está lejos de ser una respuesta efectiva y suficiente para erradicar la violencia de género. Ojalá algún día podamos llegar a vivir en una sociedad en la que la frase “Ni una más” ya no tenga que ser utilizada.

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Angela Garzón Caicedo
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