Este fin de semana vi la película Blade Runner de 1982 y la cual se desarrolla en el 2019. Su argumento se basa en un expolicía que vuelve al servicio para buscar y destruir a un grupo de androides que fingen ser humanos para, integrados en la sociedad, encontrar a su creador y matarlo. Situaciones muy diferentes a las que vemos hoy en día.
Me doy cuenta que quizá el peor pecado de la ciencia ficción es que nos lleva a confundir inteligencia con conciencia. Y es que este tipo de películas nos lleva a preocuparse excesivamente por una guerra potencial entre humanos y robots, cuando en realidad lo que nos debe preocupar es un conflicto entre una pequeña élite de súper humanos empoderada por acceso a información y algoritmos en contravía de personas que no tienen acceso a esta.
El arte puede ser tan importante como los soldados e ingenieros. Los conflictos entre países, guerras, etc. Se dan en su mayoría por dilemas religiosos y culturales, porque cree en un Dios y en otras costumbres, y cree en Dios y en estas costumbres porque se ha edificado un compendio de arte basado en historias, poemas, pintores, dramaturgos, que hablan de ello. De manera similar, creemos en el capitalismo por su respaldo en el arte de Hollywood y de la industria comercial.
Un género importante en este siglo ha sido la ciencia ficción. Son pocas las personas que leen sobre los últimos avances científicos en ciencia y tecnología. En cambio, la relevancia que han tenido películas y series como Matrix, Her, Blade Runner, Westworld y Black Mirror modelan el pensamiento de las personas sobre el futuro, los temas tecnológicos y científicos. Esto, en otras palabras, ha hecho que la ciencia ficción sea responsable de la manera como se puede presentar una aparente realidad.
La mayoría de estas películas tienen una característica que las identifica: la victoria de nuestra mente sobre las cosas. Pero en verdad nuestra mente está modelada por la historia y la biología. La mente nunca está libre de manipulación. En síntesis no es que vivamos en una ilusión y nuestra mente sea un peligro, el problema es lo que imaginamos con ella.