Los enfermos y muertos por el Covid-19 serán menores o mayores en cada país dependiendo de qué tanto se acierte en la prevención y curación y de la calidad de su sistema de salud. Afortunadamente, Claudia López y otros mandatarios lograron que Iván Duque aceptara el aislamiento que se había resistido a aprobar.
Pero ojalá que quienes requieran de cuidados intensivos no aumenten mucho en Colombia, porque el sistema de salud deberá quedarse corto al no haberse puesto al mando la salud como derecho ni haberse protegido la red pública hospitalaria. Así hagan todos los esfuerzos los médicos, personal de enfermería y demás trabajadores de la salud –tan maltratados de todas las formas durante décadas–, como estoy seguro de que los harán.
Complejísimo será además en todo el mundo tratar las consecuencias económicas y sociales de la pandemia y el aislamiento ciudadano, pero en especial en países como Colombia, que no cuentan con los grandes recursos necesarios para enfrentarlas, a la par que tienen más necesidades que atender, tanto para gasto social –subsidios a informales, desempleados viejos y nuevos, deudas, arriendos, facturas…–, como para proteger y estimular la actividad económica en trance de estancarse y arruinarse. Y como sal en la herida, a los colombianos también nos cayó encima la baja de los precios del petróleo, ingreso en exceso importante, por error, en las cuentas nacionales.
En el debate mundial que estimula la pandemia sale cuestionado tanto el propio modelo económico y social de la globalización neoliberal como la soberbia de sus promotores y grandes beneficiarios, que lo consideran inamovible, a pesar de que no tienen cómo defenderlo si se piensa en beneficiar a todas las personas y países. Y las potencias económicas –a través del FMI y la OCDE– son capaces de decidir que esta crisis la paguen los países y personas más débiles, así lo que venga sea una depresión económica peor que la de 1929, crisis en la que Colombia puede sufrir más por su debilidad estructural y porque hoy tiene mayores relaciones económicas de mercado que en ese entonces.
Si se comparan los gastos que los países desarrollados y Colombia han aprobado por el Coronavirus, se confirma que sin la intervención del Estado el capitalismo no se desarrolla y hasta se autodestruye, aun cuando los neoliberales engañen al respecto. Y se confirma cuán mediocre es la economía colombiana, debilidad que está en la base de los problemas nacionales de pobreza, miseria, corrupción y hasta de violencia que nos avergüenzan.
El monto del subsidio que en Colombia recibirá de más cada pobre escogido será de 63 dólares. En EEUU acordaron 1.200 por persona y en el Reino Unido se darán hasta 3.000 al mes a 3,8 millones de trabajadores por cuenta propia. En cuanto a las pequeñas y medianas empresas, en Colombia se estima prestarles 500 millones de dólares, EEUU otorgará créditos que podrán no ser reembolsables por 367.000 millones y el Reino Unido les dará hasta 30.000 a cada una. En la base de estas notables diferencias aparece que los respectivos productos percápita de estos países, en dólares, son de 6.700, 62.700 y 43.000. Y que quede claro que no es que allá no padezcan por una gran desigualdad social, asaz escandalosa.
¿Por qué terminó este país así de mal, no obstante su gran territorio y abundantes recursos y un pueblo que en el único país del mundo donde no consigue trabajo ni se le respeta como buen trabajador se llama Colombia? Porque ningún gobierno se ha propuesto desarrollarlo de verdad, para alcanzar el nivel de los países exitosos, decisión empeorada por la globalización neoliberal, que impuso más que antes un mundo de países ganadores y perdedores, extrema concentración de la riqueza, enormes desigualdades sociales, gran corrupción y una deuda externa como espejismo que nos impone decisiones y nos esquilma e incluso algo peor: impedirnos emplear a nuestra gente productivamente y crear riqueza, al obligarnos a importar los bienes industriales y agrarios que podemos producir, así como atarnos al atraso educativo y científico y tecnológico y al maltrato ambiental.
La crisis del Coronavirus debe estimularnos a los colombianos, sin distingos de ningún tipo, a unirnos en el propósito de construir un país moderno de verdad que, con sus particularidades, preservando lo positivo que tenemos, transite por los caminos que se sabe deben recorrerse para alcanzar una Colombia próspera y democrática.