Colombia es un país de partidos políticos sin jóvenes. Los partidos políticos parece que no hacen parte del cambio y eso excluye a la juventud. Los partidos se han envejecido y les da miedo permitir que los jóvenes y las nuevas ideas los saquen del rincón indeseable que habitan. Gobierno, políticos y dirigentes se escandalizan porque los jóvenes no quieren a los partidos tradicionales. Y los juzgan como malcriados o que solo quieren desorden y caos. Nada más equivocado. Nada más falto de autocrítica. A los jóvenes, llenos de bellos idealismos, les da pena hacer parte de los partidos tradicionales; cuando se les habla de partidos políticos les da urticaria y vergüenza. Saben que ingresar a los partidos políticos es un entierro seguro de sus utopías. Los jóvenes ven en los partidos unas organizaciones vetustas.
Los partidos políticos tienen más de 30 años pensando lo mismo y obteniendo los mismos malos resultados para la gente. El miedo a la derrota es más fuerte que la defensa de los ideales. Pareciera que los Partidos Políticos no buscan salvar a Colombia, buscan es salvarse ellos mismos, sobrevivir a cualquier precio. Y hasta el negocio de avales está por encima de los ideales ciudadanos.
El país no avanza en combatir la pobreza, ni la paz, ni el desempleo, ni la decencia para gobernar; tampoco han aprendido a gobernar sin robar, o a gobernar sin dejar robar. No le cumplen la palabra a la gente; prometen e incumplen cuando llegan al gobierno. Y algo peor, los partidos políticos y los gobiernos han institucionalizado una sospechosa relación con los monopolios y los grandes capitales, que cada día piden más para ellos y menos para la gente.
Los partidos políticos se quedaron hasta sin democracia interna. Los partidos políticos creen que la relación entre un simpatizante y su partido es una relación de esclavitud; el partido cree que, a cualquier precio, sus seguidores tienen que estar atados a su orden feudal. Esa relación ya no funciona. La relación entre seguidores y partidos políticos no es de sumisión; debe ser una relación vigorosa en busca de cumplir los sueños y modificar la realidad para que la sociedad sea mejor. Los jóvenes representan la inconformidad con las falencias sociales.
Ejemplar Benedicto XVI que abdicó porque ya no escuchaba la voz de Dios. Benedicto XVI abdicó porque se creía incapaz de evitar que un millón de católicos renunciaran cada año a la iglesia católica ni era capaz de acabar la corrupción pública en el Banco del Vaticano. Los partidos políticos deberían preocuparse y reinventarse porque ya no hablan con el pueblo; no escuchan al pueblo ni el pueblo los escucha a ellos. Esos partidos no saben cumplir la palabra de lo que prometen ni han podido transformar a Colombia. Tampoco han aprendido a gobernar sin robar o a gobernar sin dejar robar. Existe una enfermiza distancia entre ciudadanos y partidos políticos Y olvidaron cómo conseguir seguidores con ideas y sin mermelada, como es la política decente.
La crisis de Colombia hoy es del gobierno pero más de los partidos políticos. Veo a políticos decir que el gobierno no es capaz. Los gobiernos son pasajeros, los partidos políticos son permanentes. Los partidos políticos siempre son los espacios naturales para liderar el cambio. Quienes deben iniciar un proceso de transformación urgente para arreglar a Colombia son los partidos. Si no cambian, les va a ir más mal a los partidos que al gobierno. Los partidos políticos NO tienen espacios para los jóvenes que quieren cambiar a Colombia dentro de la institucionalidad. Y en los últimos 25 años, los partidos perdieron hasta la vocación de poder presidencial. Ya ni candidato presidencial presentan. Los partidos sobreviven de las migajas burocráticas, del sofisticado negocio de avales y de la mermelada, que es el manjar preferido del gobierno para ofrecer a sus huéspedes.
El gobierno y los partidos perdieron la autocrítica, que en esencia es abusar del poder. El Gobierno dice que todo va bien y que sus opositores son unos vándalos. Los partidos políticos dicen que van bien, y creen que la pelotera es solo entre el gobierno y unos inconformes. Qué error. La democracia en Colombia es de puertas cerradas. A quien quiera cambiar la sociedad con ideas diferentes, lo hacen ver irracional o populista para poder perpetuar un estilo de poder decadente que poco le ha servido a la gente.
El Presidente, para salir de la una crisis aguda provocada por movimientos sociales independientes, decidió resolver el problema dándole más puestos y más mermelada a los partidos y al Congreso. Y, claro, nada se arregló. Que falta de conocimiento de las expresiones sociales. Es pensamiento decadente creer que se arregla el país repartiendo entre pocos el botín de los recursos públicos.
Los jóvenes necesitan espacios sociales y políticos para ir en busca de sus sueños y utopías. Los jóvenes quieren ser parte de partidos políticos que tengan ideales y que piensen diferente. Aquí quieren educar a los jóvenes para que se parezcan a los viejos. Que falta de visión y que exceso de candidez. Lo peor que le puede pasar a un país es que los jóvenes se parezcan a los viejos.
Los jóvenes no ven en los partidos tradicionales opciones ni de vida, ni opciones de país. Si los partidos no se reinventan, la fuerza de las nuevas generaciones y sus ideales creará un estallido social por fuera de la institucionalidad.
Los partidos tienen que nutrirse del Olor a Pueblo. Si los partidos políticos siguen en sus componendas burocráticas y no luchan por cambiar y reinventarse con las aspiraciones ciudadanas, los movimientos sociales, a las buenas o a las malas, los van a reemplazar para poder construir la sociedad que los colombianos anhelan. Un partido político es el único organismo de la democracia que no tiene derecho a morir de viejo