“Persona”: El cine como espejo

Esta reseña contiene spoilers de “Persona” película de 1965, dirigida por Ingmar  Bergman. 

Ingmar Bergman abre “Persona” enfrentándonos al hecho de que estamos viendo una película. Vemos luz generando imagen y la ilusión de movimiento iniciando una narrativa sobre sexualidad, represión y decepción. Si decidimos parpadear, nos perderíamos imagenes desconcertantes: un pene, una mano siendo crucificada y cuerpos sin vida. Este prólogo finaliza con un niño que parece acercar su mano hacia nosotros cuando, en realidad, está idolatrando la figura opaca de dos mujeres proyectadas en una pantalla. 

Ya seguros de que presenciamos una ilusión visual y sonora conocemos a Elisabeth Vogler, una actriz que decidió guardar silencio y que reside en un hospital psiquiátrico. Alma, una enfermera, es encomendada con las tareas de cuidar e intentar rehabilitar la apatía de Elisabeth. Por orden de la psiquiatra, ambas se trasladan a una cabaña adyacente al mar esperando que el ambiente  resulte positivo para la paciente.  

“Persona” es una cinta que nos invita a entender el cine como un reflejo abstracto de nuestra existencia y nuestro inconsciente. En la oscuridad del cine o de nuestra sala, imagen y sonido quieren conversar a pesar de nuestro silencio; luego, nos damos cuenta que, si bien no estamos literalmente dialogando con la película, recibimos lo que se nos está presentando y entendemos su propósito. 

Cuando ellas llegan a la cabaña, el silencio tan definitivo de Elisabeth, le da la confianza suficiente a Alma para ser excéntrica y relatar sus aspiraciones y el momento en el que se sintió más viva. Alma es una trabajadora carismática e inteligente, y entiende que su vida en sociedad parece invitarle a la estabilidad, es  decir, a tener devoción por solo una cosa: la idea del matrimonio y una familia.

La enfermera expresa querer sentar cabeza pero, para para llenar el vacío entre ella y su interlocutora, decide comentar a Elisabeth sobre el momento más erótico de su vida, cuando sostuvo una orgía en la playa con una amiga y dos desconocidos, conociendo un placer que supo perdido cuando regresó al abrigo de su prometido. Posterior a eso, le comenta que ella y su futuro marido decidieron conseguir un aborto antes que formar una familia sin estar listos. Alma siente alivio por su decisión y también culpa.

'Persona' -  Ingmar Bergman
Créditos:
'Persona' - Ingmar Bergman

Los paisajes que Bergman introduce le permiten a estas mujeres liberarse de la presión de formar una conexión humana y así descansar. No obstante, es inevitable la confrontación entre ellas y mediante planos que generan claustrofobia, sentimos todo el peso de la relación que se está formando. Alma entregó su intimidad ante el silencio de su paciente: sueña con identificarse con  Elisabeth, verse en un espejo y verse reflejada en ella. Su obsesión no es correspondida por su paciente.

A lo largo de la película vemos a Elisabeth reaccionar ante la violencia del mundo que la rodea. Dos imagenes en particular relacionadas con genocidios recientes como el Holocausto y la Guerra de Vietnam le agobian pese a que no quiera expresarlo con alguien más. Cuando la obsesión de Alma resulta en violencia, la técnica visual y emocional de Bergman abre una esfera onírica en la que la  vergüenza de Elisabeth es finalmente verbalizada por su cuidadora: la enfermera  se convierte en el cuerpo y la palabra de su paciente.

'Persona' -  Ingmar Bergman
Créditos:
'Persona' - Ingmar Bergman

Cuando sus compañeros de trabajo alabaron su talento, aún así condenando su  falta de “instinto materno”, Elisabeth decidió quedar embarazada para probar lo contrario, incluso si no era lo que su corazón deseaba en primer lugar. No logrando abortar, Elisabeth resintió a su hijo nacido y padeció de culpa por su falta de calidez hacia él. Bergman no explica sus intenciones en esta secuencia, pero nos atormenta con la idea de que ambas mujeres existen dentro del mismo cuerpo. En una de las imágenes más icónicas del filme, los rostros de ElisabethAlma se vuelven un híbrido tan confuso como inolvidable. Medio rostro pertenece a una mujer que tuvo la oportunidad de explorar su deseo para después sentir culpa y, la otra mitad es una mujer que tuvo que suprimir sus ambiciones para satisfacer las expectativas que la sociedad tenía de ella y después sentir vergüenza por su incapacidad para amar.  

Todo el desarrollo de esta relación le permite a Bergman expresar la relación que tenemos con el cine como un espejo de nuestras aspiraciones; mientras, a nosotros como audiencia, se nos prepara para abrazar las intenciones del autor como si fueran nuestras. Así como el niño del prólogo de “Persona” reaparece al final de la cinta, todavía anhelando una madre indiferente y encerrada en la imagen proyectada, también podemos vernos reflejados en la experiencia de dos protagonistas que nos invitan a buscar ruido en el más definitivo de los silencios.

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