Los meses de confinamiento obligatorio, por motivo del COVID-19, nos vienen pasando factura en términos económicos y sociales con incidencia directa en el desempleo. En esta oportunidad, pondré sobre la mesa el deterioro de este indicador en el género femenino.
Es claro que la pandemia ha golpeado fuertemente el empleo de todos los sectores y grupos poblacionales en Colombia, pero las mujeres se han llevado el efecto más duro, lo que les representa menos ingresos, ahorros y seguridad. La tasa de desempleo nacional para el mes de julio fue de 20,2%, según reveló el Dane. Un dato que no se registraba desde 2001, casi dos décadas pasadas.
Para las mujeres, la cifra se ubicó en 26,2%, un millón setecientas mil mujeres perdieron su empleo. ¡El peor porcentaje de la historia! Explicó el Departamento Nacional de Estadísticas que el comportamiento de ese periodo se dio por los graves efectos del virus en la pérdida de empleos en sectores como: comercio y reparación de vehículos; actividades artísticas, manufactura, servicios de comida, entretenimiento, recreación y otros.
Asimismo, analizando el informe de la entidad sobre el mercado laboral de la juventud, las mujeres entre 14 y 28 años están en situación de desempleo. Durante el trimestre abril - junio 2020, marcaron mayor tasa (36,5%) que los hombres (24,5%), aumentando 14,8 puntos porcentuales frente al mismo trimestre de 2019 (21,7%).
Revisando los datos, tanto en adultas como en jóvenes, se evidencia que el impacto proviene de la alta participación que ellas tienen en las áreas de manufactura, comercio, trabajo doméstico, atención al cliente, entre otros.
Si además se evalúa la población ocupada según posición ocupacional del Dane, se nota una caída del 46,7% del número de empleadas domésticas entre abril y junio. Miren lo grave de la situación: por un empleo que se pierde de un hombre entre 25 y 54 años, se pierden dos puestos de mujeres en ese mismo promedio de edad. Y por cada hombre que entra en inactividad, cuatro mujeres empiezan a dedicarse al hogar.
A causa del despido, cada mujer de este grupo deja de aportar sus capacidades a la sociedad y al desarrollo de la economía para quedar en casa permanentemente sin recibir remuneración como reconocimiento al tiempo y esfuerzo que exigen las labores domésticas.
Aunque la jefatura de la familia ya existía antes de la pandemia, considero que es un buen momento para buscar maneras de compensar a este grupo de mujeres que, aparte de ser un motor laboral del país, también se dedican a la economía del cuidado. No olvidemos que durante la emergencia sanitaria las mujeres han desempeñado un papel importante en la lucha contra el coronavirus, dado que son las principales cuidadoras en los hogares, en las familias y en los espacios comunitarios.
A propósito, en el Congreso de la República podemos centrar interés en el proyecto de ley que radicó la representante a la Cámara, Martha Villalba, para la creación del subsidio “Ingreso Mujer” destinado a las madres cabeza de hogar que no pueden trabajar. La iniciativa se puede fortalecer, que además de apuntarle a los estratos 1 y 2 en principio, llegue a la clase media. En cuanto al valor de la ayuda, ha dicho Villalba que en el trámite legislativo se le apostará a un salario mínimo legal vigente.
Así como esta propuesta, se pueden pensar en otras más que incentiven las aspiraciones de una mujer como profesional, estudiante, madre cabeza de hogar o sea cuál sea su grado de educación. Incluso, que complementen los proyectos que ha anunciado el Gobierno sobre emprendimiento, generación de más de un millón de puestos de trabajo en los próximos años y de 200.000 empleos para mujeres a través de 22 pactos para tal fin.
Si vamos más allá de lo que representa en términos laborales, veremos un trasfondo social evidenciado en violencia intrafamiliar, pobreza y desnutrición infantil que tanto invaden los titulares de prensa.
Leer de esta realidad me ha llevado a reflexionar una vez más sobre la difícil situación que atraviesan muchas mujeres en Colombia y en el mundo. El desempleo de las mujeres, en particular en este momento, es una muestra palpable de los profundos defectos sobre los que hemos construido nuestra sociedad y nuestra economía, por lo que empleadores y el Estado no podemos quedarnos como observadores de las circunstancias.
Tenemos las pruebas suficientes, que solo demuestran desigualdad e inequidad, para desarrollar una rápida acción política integral y reconstructiva en virtud de la empleabilidad de las mujeres, así se podría evitar que la cifra de desempleo siga escalando. Por ello, considero necesario que en el Congreso de la República busquemos promover, crear y fortalecer programas de apoyo financiero y no financiero destinados al emprendimiento, formalización y fortalecimiento empresarial de las mujeres en el país. Iniciativas que, adicional, comprendan mejor acceso a la educación, guía de planificación familiar y pago de salarios justos.
El coronavirus no puede ser un retroceso en el progreso hacia la equidad de género. “Cuando una mujer avanza, avanzamos todos”.