Carla se asustó cuando vio en el periódico que al embajador de Chile casi lo roban en Bogotá, afortunadamente el robo lo frustró el escolta que lo acompañaba. Ella se decía que cuando sale de su casa su única compañía es una bolsa verde, un bolso de colores y su tapabocas negro. Fue una noticia de la que no se habló mucho al respecto. Sin embargo, lo que a ella le inquietaba era que la embajada se encontraba en una de las zonas con mayor visibilidad y movimiento de la ciudad.
Sentada en el sofá, Carla actualizó la lista de noticias de twitter. Ignoró las tendencias de siempre. Los dos apellidos que más se mencionan en la política colombiana, otra vez en los primeros lugares, no dio click a ninguno. De repente aparece una tendencia de una ciudad que desconoce, Beirut, capital del Líbano. Hubo una explosión que generó una onda similar a las que se ven en las películas de acción. ¿La causa? No era un quién, era un qué. Nitrato de amonio, Carla se memorizo el nombre de ese químico sin saber por qué.
Después de ver una y otra vez los videos de la explosión, Carla sintió la garganta seca y decidió tomar un vaso con agua. No sabía si era la mala postura o simplemente el hecho de haber pasado horas frente al celular, pero nunca pensó en el coronavirus. Así fue la primera semana de agosto de Carla, paciente previniendo una pandemia, leyendo imágenes y textos de lo que pasaba a su alrededor. Respondiendo correos y mensajes del trabajo. Tuvo una sonrisa al terminar la quinta temporada de Better Call Saul y de saber que Egan Bernal había ganado en Europa. Carla antes de bloquear el celular decidió retuitear la escena de la mujer con el vestido de novia durante la explosión.