Alexander Velásquez

Escritor, periodista, columnista, analista de medios, bloguero, podcaster y agente de prensa. Bogotano, vinculado a los medios de comunicación durante 30 años. Ha trabajado como reportero para importantes publicaciones de Colombia, entre ellas El Espectador, Semana y El Tiempo. Ha sido coordinador del Premio Nacional de Periodismo CPB (ediciones 2021, 2022, 2023). Le gusta escribir sobre literatura, arte y cultura, cine, periodismo, estilos de vida saludable, política y actualidad. Cree en la vida después de la muerte, uno de sus temas favoritos. La lectura y caminar una hora diaria mientras escucha podcast son sus pasatiempos favoritos. Escribe su segunda novela.

Alexander Velásquez

Quejas y reclamos contra Dios

Soy agnóstico y me disculpo con quienes creen en Dios sin asomo de duda, porque yo francamente, a veces, no sé en qué creer. 

A veces pienso que Dios se manifiesta en nosotros cuando somos de  corazón limpio y actuamos sin  joder al del al lado. Sin embargo,  la mayoría nos comportamos como  seres desagradables, confundidos y hasta resentidos, sin saber a qué vinimos aquí. No ponemos el otro cachete porque nos parecemos más a Will Smith o a Marbelle: golpeamos por lo bajo con las palabras o con el puño. 

Creemos en Dios cuando nos conviene: cuando despega el avión (“Líbranos, Señor”);  cuando un ser amado tiene un píe fuera de este mundo (“Protégelo, Señor”); cuando queremos que algún deseo se  cumpla (“Haz tu voluntad, Señor”), cuando aceptamos de mala gana algún designio (“Los tiempos de Dios son perfectos”) o cuando necesitamos fiador (“Que Dios se lo pague”). 

¡De milagro el cielo no está reportado en las centrales de riesgo! 

Dios nos hizo “a su imagen y semejanza”, según el cuento que nos han echado por secula seculorum. Se lo debemos a los conquistadores españoles, porque si Gengis Khan y el imperio Mongol se hubieran aventurado por estas tierras, en vez de Colón, a lo mejor seríamos budistas, adoraríamos a Siddhartha Gautama (Buda) y creeríamos, como chinos e hindúes, en la reencarnación. Para que se entienda, la  fue católica del nuevo mundo fue  inoculada por los Reyes Católicos –la reina Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón- que financiaron el viajecito de las tres carabelas evangelizadoras. Es decir, creemos en lo que ellos creían; así que desde antes de nacer, un guión preestablecido definió nuestras creencias. 

¿Existes o no existes Dios? 

Todo sería más fácil si te viéramos y tocáramos como vemos y tocamos a los santos en procesión, aunque si te presentas, ya sabes lo que se dice: el que nunca ha visto a Dios, cuando lo ve se asusta. 

Hitler, en cambio,  no te tuvo miedo. Borró a seis millones de este mundo y me pregunto por qué no impediste la matazón; Putin  es otro demente.  Aquí también hay gente rara: los que asesinan y los que votaron  en contra de los acuerdos de paz para poner fin al derramamiento de sangre. Nos damos bala como si fuera el segundo deporte nacional después de la corrupción. ¿O es al revés? 

Hace rato estamos de psiquiatra: los malos por malos y los buenos por impasibles ante tanta injusticia. Mataron a 6.402 inocentes haciéndolos pasar por guerrilleros y  no nos estremece la impunidad, tristemente bien retratada en este cortometraje sobre los “falsos positivos” de la era Uribe.

El mundo ha estado en caos desde siempre pero pareces ocupado en otros menesteres Eres Dios, así que puedes decidir dónde estar; te imagino  omnipresente pero no de brazos cruzados. 

¿Existes o no existes Dios?

Cuando veo el milagro de la vida  en una mariposa que revolotea o en una flor que alegra el paisaje con sus formas y colores, confirmo que sí existes y me invade el temor por incrédulo. Cuando veo la generosidad de la gente con los necesitados, me parece que eres tú obrando en sus mentes, y de inmediato anulo mis palabras con arrepentimiento profundo. Cuando veo la mezquindad política de los que se atornillan en el poder -y desde allí roban y roban y vuelven a robar-, desconfío nuevamente. Y así me la paso, sin saber si creer o no creer, como aquellos que deshojaban margaritas para saber si los quieren o no los quieren. 

¿Existes o no existes Dios? 

La duda nos carcome por los siglos de los siglos, amén. Si los truenos son estornudos celestiales,  las erupciones volcánicas vendrían siendo un  terrible dolor de estómago que mató a 25 mil almas en la tragedia de Armero. No sé si lo viste en directo o te lo contaron.  

Mientras no haya una prueba irrefutable de tu existencia, la gente seguirá especulando o negándote.  Por eso mismo, el periódico El País de España en un titular de 2008 se preguntaba si tú creaste al hombre o el hombre te creó a ti, a raíz de que científicos de Oxford investigaron la estructura cerebral que aloja nuestras creencias religiosas.

¿Existes o no existes Dios? 

El 14 de abril se cumplen 110 años del hundimiento de El Titanic, el buque más grande y lujoso jamás construido.  Alguien dijo que “ni Dios podría hundirlo”, y sin embargo fue a parar al fondo del Atlántico con la mayoría de sus 1320 tripulantes. ¿Lo hundiste tú, Señor, para callarle la boca al bocón?  

¿Existes o no existes Dios? 

Cada religión nos quiere convencer de que tiene el boleto correcto que nos llevará el paraíso, como si ofrecieran un plan turístico todo incluido (ángeles, arcángeles, querubines, y Jesús sentado a tu diestra), mientras abonamos lo del viaje con diezmos o limosnas. 

En esa trampa el mundo se divide en dos tipos de personas: las que engañan y las que se dejan engañar. El otro día una amiga me invitó a una iglesia cristiana y al finalizar el servicio el pastor y su esposa dijeron: -tranquilos, si no trajeron en suelto para el diezmo, tenemos datafono. 

Recuerdo que vi muchos aparaticos de esos  y,  muy disgustado, no volví por allá.  Supongo que ahora los pastores reciben criptomonedas. ¿Qué? ¿Para todo lo demás existe Mastercard? Eso sí, algunos pastores son simultáneamente devotos y de votos, aunque esta vez la fe nos les alcanzó para obtener una curul en el Senado; ese fue el caso de la Misión Carismática Internacional en las últimas elecciones. 

La iglesia católica no se queda atrás. Montaron negocio con el Banco del Vaticano; lo llaman Instituto para las Obras de Religión, IOR.  Fue creado por el Papa Pio XII hace justo 80 años. En 2020, el cardenal Giovanni Angelo Becciu salió como pepa de guama por denuncias de corrupción: en un descuido divino, habría usado el dinero de los fieles para comprar mansiones en Londres. ¿Qué tal esto, Señor? Confunden limosnas con limusinas. La ambición ya no  rompe el saco sino la sotana. Por unos pagan todos.

No solo estaría desapareciendo el dinero de los fieles; también -destruida la iglesia desde adentro- desaparecen los católicos, como sucede en México o Brasil, donde millones de almas necesitadas buscan  consuelo donde la competencia. Si el Papa representa a Dios en la Tierra, algo está saliendo mal porque la maldad cunde por todas partes, como si hubiéramos perdido la conexión con Dios. 

Necesitamos revisar nuestras convicciones para darle un sentido profundo a la existencia, más allá de lo que digan los libros sagrados de los unos y de los otros; mientras tanto aumenta el número de quienes  -decepcionados-  no tienen  ya en qué creer ni en quién confiar.

Cambiando de tema sin cambiarlo, terminé de leer el libro Homo Deus, (editorial Debate, 489 páginas), del historiador israelí Yuval Noah Harari. Si el lector es creyente,  por favor abstenerse de leerlo, porque el autor se propone, de la primera a la última hoja,  convencerlo  de que Dios no existe; según él, ni siquiera tenemos alma y considera que el hombre va camino a convertirse en su propio dios (“…es probable que los próximos objetivos de la humanidad sean la inmortalidad, la felicidad y la divinidad”);  por eso advierte que “…deberíamos temernos a nosotros mismos”. 

En su rotundo ateísmo, Harari dice lo siguiente: “…la percepción bíblica de la historia es fundamentalmente defectuosa, pero consiguió extenderse por el mundo, y todavía hay muchos millones de personas que se la creen”. 

Considero que “Homo Deus” está lleno de especulaciones sobre el futuro, (“…también las guerras están desapareciendo”, escribió o “…las epidemias constituyen hoy una amenaza mucho menor para la salud humana que en milenios anteriores”), en contraste con uno libro suyo anterior, De animales a dioses, sobre la historia de la humanidad, ajustado a hechos verídicos narrados con gracia y datos sorprendentes. 

Si existes, Dios, perdóname por dudar. Mis dudas nacen de no tener todas las respuestas; a veces la sola fe no me alcanza.  ¿Fuimos creados a partir de una bolita de barro?, ¿aparecimos de la nada después del Big Bang? ¿Somos un producto de la evolución como dijo Darwin? ¿Vendrás por nosotros como ladrón en la noche o nos estás esperando en algún lugar especial para pasarnos la cuenta de cobro?...  

A veces creo que estamos buscando afuera lo que debemos buscar dentro de nosotros mismos. En eso creo hoy y sigo buscando.  Menos mal llega otra semana santa para darle alimento al espíritu; a lo mejor ahí estará Dios, esperando que conectemos con él, aunque muchos preferirán buscarlo bañándose en cloro o sal marina antes que en agua bendita.

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