Del exalcalde Quintero ya nada sorprende, su alcaldía, la que pasará a la historia por ser la peor de la ciudad, nos deja un triste legado de presunta corrupción, división de la ciudadanía promovida por un discurso demagógico de odio, destrucción del exitoso modelo tripartito de planeación y gestión pública por parte del Estado, la empresa privada y la academia.
Daniel Quintero llegó a la alcaldía en un golpe de suerte, sumado a la arrogancia de los otros candidatos que no lograron un acuerdo por Medellín. Ninguna encuesta mostraba el resultado final, estoy seguro de que hasta él mismo se sorprendió con el último informe entregado por la Registraduría, tanto, que sólo atinó a decir “un medellinense, es un medellinense”, al final de la jornada, un trino demoledor, sentenció lo que sería su nefasto mandato “Medellín ya no les pertenece”.
Desde el primero de enero, su administración se caracterizó por la inexperiencia, la improvisación y la alta carga de odio ideologizado contra todo aquello que en la ciudad había funcionado bien, poco a poco, fueron aflorando lo que hoy se calcula son mas o menos 200 denuncias de presunta corrupción, de las más conocidas: los jardines Buen Comienzo, el Programa de Alimentación Escolar, el Jardín Botánico, la licitación de la ESU para contratar la seguridad privada de la alcaldía, Metroparques. Una estela de malos manejos, pérdida de recursos y falta de atención a la ciudadanía.
La ciudad hoy, como nunca, dejó de ser una tacita de té, para estar llena de huecos en sus calles, basuras en sus esquinas, sus jardines destruidos, la infraestructura educativa a punto de colapsar, las luminarias nuevas inservibles, la inseguridad rampante, habitantes de calle sin ninguna atención, en fin, como nunca la habíamos visto, ni en sus peores momentos.
Además de los presuntos problemas de corrupción, Daniel se dedicó a perseguir a los empresarios, a atacar a los contratistas de Hidroituango, al punto que, puso en riesgo la obra de infraestructura energética más grande e importante del país, hoy, mitómano como es, saca pecho diciendo que salvó la obra haciendo efectivos los seguros, cuando todos recordarán que con sus declaraciones, al contrario, estuvo a punto de sabotear el pago de los mismos, argumentando mala fe y corrupción en la ejecución de la obra, al final, los verdaderos héroes fueron el Contralor de la época, Felipe Córdoba y el expresidente Duque, cuyos buenos oficios llevaron al pago de las aseguradoras y la consecuente continuidad del proyecto hidroeléctrico.
Su renuncia, no sólo es un insulto más a sus electores y en general a la ciudad, quienes lo eligieron para un periodo de cuatro años, sino que reafirma sus mentiras, a la prensa, por ejemplo, le aseguró en diferentes entrevistas que no renunciaría. Adicionalmente, es una maniobra más para hacerle la trampa a la ley, porque sin bien es cierto no tiene ya inhabilidad legal, para participar en política como consecuencia de su renuncia, pues siendo el “jefe” directo de los funcionarios de la Alcaldía, evidentemente usará los medios y recursos públicos, a través de interpuestas personas, en favor de sus candidatos. El impedimento es evidentemente ético y moral. Por estas y otras tantas razones, la sanción debemos hacerla efectiva todos los ciudadanos en las urnas.
Su renuncia es un aire fresco para la democracia, pero no soluciona el problema de base, sus amigos siguen gobernando en la Alpujarra, junto a él, harán hasta lo impensable para mantenerse en el poder de Medellín y de Antioquia.
No es momento de bajar la guardia, la única encuesta que vale es la del 29 de octubre, no hemos recuperado Medellín, la tarea solo finaliza cuando absolutamente todos los demócratas de la ciudad depositemos conscientemente nuestro voto.
Votemos y saquemos definitivamente a Daniel y sus amigos de la Alcaldía, demostremos de una buena vez, que ¡Medellín nos pertenece a todos!
