El asco que producen los cánticos racistas. No solo para Vinicius, visible por sus dotes de futbolista o por ser figura del Real Madrid, con voz en los medios de comunicación; o para Rodallega, tan representativo en el fútbol nacional.
El flagelo es para tantos deportistas anónimos, víctimas de ultrajes y humillaciones, que no reciben publicidad.
Relataba Freddy Rincon, que su vida en Madrid fue un calvario ante la agresividad en su contra por el color de su piel.
Del tren Valencia se recuerda cuando un presidente de su club, Atletico de madrid, afirmó que “ De mi no se burla nadie. Al negro le tumbo la cabeza”.
Excesos inaceptables como el caso del jugador de fútbol en España al que le lanzaron una cabeza de cerdo, en medio de un partido; o al que en Italia le tiraron una moto desde la tribuna popular.
Pruebas escogidas entre miles, de casos irracionales e incomprensibles, contra seres humanos de todos los orígenes, por racismo, xenofobia, gustos o tendencias, personales o colectivas.
El derecho a pisar firme en los estadios lo ganan los negros por sus innegables cualidades, pero tambien merecido es el tributo respetuoso, que se les debe dar sin importar su color.
Baila Colombia, bailan los negros
Gana Colombia, cumple su tarea en el mundial y deslumbran sus jugadores: ¡Que buenos son! El gusto inigualable de verlos jugar y ganar. El fútbol con intérpretes que en nuestro medio, brotan de la tierra con frecuencia y naturalidad.
El éxodo conspira contra el disfrute. Poco los ven los hinchas, en los estadios nuestros, porque sin madurar sus habilidades, van directo al exterior, por el embrujo de otras aventuras, en torneos de mayor valía. El dinero obtenido significa para ellos y sus familias la redención económica y el ascenso social.
El baile de las máscaras
Inmenso el placer de escuchar a los periodistas argentinos en sus faenas delirantes con justificaciones, crucifixiones y menosprecio, minimizando una derrota frente a un rival que creían de categoría inferior.
Tiembla la tierra en Buenos Aires cuando pierde Boca, algo peor que una pandemia o los sustos de un volcán.
Malos perdedores son.
Esta vez ante el Pereira, sin historia, sin nómina, sin respaldo financiero, ni poder mediático, que derrochó garra y actitud, Boca fue un mamarracho de equipo.
Al desnudo lo dejó el cuadro matecaña con evidencia de su mediocridad.