Reforma tributaria y paz

Se cayó el Ingreso Solidario permanente, la expansión del programa de matrículas gratis en educación superior Generación E, el grado de inversión, el subsidio de nómina PAEF hasta junio para mantener el empleo y otras transferencias para apoyar a los más vulnerables. 

El dólar subió 70 pesos el día en que se retiró la reforma, lo que hizo perder al país 2% de poder adquisitivo, la mitad de la inflación proyectada para el año en un solo día. Como siempre afectando en mayor medida a los que menos tienen, sin mencionar los costos humanos, laborales y materiales de los crímenes cometidos en la protesta. 

Los que más pueden pagar seguirán pagando lo mismo, la economía estancada, los créditos serán aún más caros y la inversión se ahuyentará, agravando la precaria situación de empleo que hay en el país. Todo lo anterior sin dejar de reconocer errores en la gestión y en el trabajo político de la reforma, algunas injusticias históricas y el estrés económico y emocional que ha generado la pandemia. Es hora de llegar a un consenso nacional para sacar cuanto antes una nueva reforma, que así no sea estructural, nos ayude a navegar de manera estable en estos tiempos turbulentos.

En un principio se buscaba recaudar 24 billones de pesos, 15 para cubrir el déficit fiscal y 9 para programas sociales, naturalmente había un margen amplio para negociar recortes en el congreso. El nuevo ministro anunció que la meta de la nueva reforma es de 14 billones, para mantener algunos programas sociales y reducir el déficit, esperemos que no haya una liposucción en el congreso. Es difícil promover impuestos en medio de una pandemia causante de la peor crisis económica en la historia del país y en época preelectoral, pero es la oportunidad de recuperar la grandeza en la política y en la sociedad para entender que tenemos que sacrificarnos un poco individualmente para poder seguir avanzando colectivamente, además de ser un tema de empatía y solidaridad, en el largo plazo es lo más rentable.

Preocupante que ya no se vaya a renovar la flota de aviones de guerra para combatir el terrorismo, aunque es un gran ahorro fiscal en este momento de crisis, quienes celebran son aquellos que viven del crimen y tienen sumido a este país en una violación sistemática de los derechos humanos. No los juzgan, no fumigan sus cultivos y no hay aviones para combatirlos, ¿con qué ejemplo podemos decirles a las nuevas generaciones que el que es pillo debe pagar? Sin embargo, celebro que se hayan anunciado recortes sustanciales al gasto público que en muchos frentes es ineficiente.

Aplaudo cualquier intento del gobierno por hacer más eficiente el gasto del estado y recortar muchas arandelas del poder central, no podemos tener un país donde hay más territorio que estado pero cuyos gastos de funcionamiento superan el 60% del presupuesto, ni una inversión en educación que lleva 30 años aumentando mientras la calidad de esta sigue disminuyendo.

La nueva reforma tributaria entonces, debe tener en cuenta a los partidos para calentar el proyecto antes de radicarlo, hacer un trabajo pedagógico y en comunicaciones de amplia difusión para socializar con el público, tapar el hueco fiscal, estabilizar la deuda y asegurar el ingreso solidario permanente, es una red mínima de dignidad y seguridad para los más vulnerables, veremos si con 14 billones de pesos se pueden lograr los objetivos anteriormente mencionados.

Nota: Quiero compartirles unas palabras que pueden dar algo de claridad conceptual sobre lo que está pasando:La responsabilidad de la paz es colectiva, no puede tolerarse que haya quienes se consideren exonerados de ella. Es cierto que las autoridades están constituidas principalmente para velar por el orden, pero esto no excluye la obligación moral y jurídica que tienen todos los ciudadanos de rechazar la violencia.

A las fuerzas armadas les corresponde además, como oficio, la preservación de la paz es un oficio sagrado e ineludible y lo cumplen con el riesgo de sus propias vidas de forma heroica. No pueden ser denigradas sistemáticamente”. Álvaro Gómez Hurtado. 

Necesitamos recuperar la autoridad y el orden para sanar nuestra democracia y que la batalla en las calles la pasemos al estadio del diálogo y las urnas.

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