El mariscal Michel Ney, quizá el más mítico de los militares de Napoleón, murió fusilado, tras la derrota de Waterloo y sobre su muerte se tejieron gran número de leyendas, una de ellas es la de haber llegado tarde a una reunión estratégica, consecuencia de lo cual al enemigo le dio tiempo a reagruparse y prepararse para el ataque francés. Seguramente es la versión de algún colega envidioso por las lenguas que todos se hacían de su valentía y audacia militar. Y no encontró ese presunto envidioso para desprestigiar al “más bravo entre los bravos”, como era llamado por la tropa, que hacerlo pasar por impuntual.
Gustavo Petro ya no necesita ningún envidioso de ese título que esta semana se ha puesto a sí mismo como “Líder de la Humanidad”. De manera sistemática, persistente y, digámoslo pronto y claro, irrespetuosa y grosera, insiste en crearse fama de impuntual. Esta semana lo ha vuelto a hacer. El miércoles, en el consejo permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Washington, dejó esperando al secretario general de ese organismo multilateral, Luis Almagro, y a los asistentes durante una hora y 15 minutos.
Y esto para subirse luego a la tribuna y con ese aire de perdonavidas que se gasta, enmendarle la plana a los redactores de la carta democrática de los Estados Americanos y presentarse como una víctima de aquel documento porque “me quitaron los derechos políticos y los recuperé gracias a una sentencia”. Esto último es cierto, pero hombre, Florentino Petro, esas cosas no se hacen. Uno no puede ir a una casa en donde te han invitado, llegas tardísimo y te pones luego a criticar la calidad de la comida y lo mal vestida que iba la anfitriona.
Colombia no se distingue precisamente por tener una Cancillería prestigiosa en el continente. Las relaciones diplomáticas en manos de amigos del presidente de turno no pueden ser más impresentables, pero a lo mejor todavía queda alguien en esa dependencia ministerial que sepa de esas cosas y pueda recomendarle al presidente y a sus ministros, por lo menos cómo comportarse cuando viajan al exterior. Oiga, Florentino, que usted representa a todos los colombianos y hace quedar mal a mucha gente que no piensa ni se comporta como usted.
Ya el pasado mes de septiembre, durante la cena que se suele ofrecer a los mandatarios asistentes a las asambleas de la ONU, llegó tan tarde que ni siquiera estaba Joe Biden. Esta semana parece que si llegó a tiempo a la Casa Blanca por la cuenta que le trae. Haberle llegado tarde al amo del mundo habría sido demasiado. Quizá por aquello de considerarse ahora faro del mundo llegó a tiempo. Habrá pensado: “Somos dos líderes de la humanidad, cómo lo voy a dejar esperándome igual que un alcalde de pueblo”.
Hay un pasaje en El amor en los tiempos del cólera en el que Fermina Daza, desesperada con la impuntualidad de Florentino Ariza, le dice: "Siempre llegas tarde, Florentino. Siempre. ¿No tienes idea del tiempo que he pasado aquí esperando por ti? ¿De lo que significa para mí que seas puntual, aunque sea una vez en la vida? Si no quieres venir, si no puedes venir, dímelo de una vez, y no me hagas perder el tiempo."
Luis Almagro, buen lector y a buen seguro conocedor de la obra de García Márquez, podría haber comentado con uno de sus colaboradores, cuando se retiró su grosero invitado: “Siempre llegas tarde, Florentino”.
