Sin seguridad no hay desarrollo

La premisa “Sin seguridad no hay desarrollo” sintetiza las conclusiones de los 62 panelistas expertos que debatieron en el reciente Tercer Congreso Internacional de Seguridad que se desarrolló de manera virtual originado desde Bogotá y con participación de diversos países. La reactivación de la economía en la fase final de la pandemia es un reto para todos, donde las variables que la condicionan son numerosas y en la mayoría de los casos los resultados son inciertos. Las crisis económicas en los países aumentan los niveles de inseguridad y las etapas de abundancia generan descenso en estos niveles, esto es claro, por eso los gobiernos deben articular sus estrategias de desarrollo incluyendo la variable seguridad, como pilar en la toma de decisiones.

Expertos mundiales dentro del contexto del Congreso definieron que, durante la Covid-19, por efecto del confinamiento, cuarentenas y la restricción de movilidad de la población, se transformaron las tendencias delincuenciales del mundo. Fue general la reducción -por lo menos en un 28 % con respecto al año anterior- de los delitos comunes como el hurto en todas sus modalidades físicas, de las tasas de homicidios, de lesiones personales, del secuestro y la extorsión. 

Sin embargo, la conclusión, es que los delitos que aumentaron en por lo menos un 33 % con respecto a 2019, fueron los informáticos que incluyen: la estafa por medios virtuales en especial en lo relacionado con compras, transacciones bancarias online, el  “skimming” (copiar la información de la banda magnética de la tarjeta a través de dispositivos de clonación), el “sexting” (la actividad de enviar fotos, videos o mensajes de contenido sexual y erótico personal a través de dispositivos tecnológicos) que se presta para extorsiones, el “grooming” (acoso sexual a menores de edad), falsificación de documentos e identificación, entre otros; que se potencializaron tanto en frecuencia como en magnitud.

A nivel empresarial, los delitos como la explotación de vulnerabilidades, la infección con “malware”, fraudes, ataque DOS y “phishing” fueron los más frecuentes. Uno de los delitos que se transformó con la pandemia, fue el tráfico local de estupefacientes con el uso de medios digitales para su adquisición, comercialización y entregas. Las movilizaciones por efecto de la crisis generada por el covid-19, fueron motivo de delitos esporádicos puntuales con protestas que tuvieron en algunos casos prácticas violentas y generación de vandalismo, daño a propiedad pública y privada y robos. Es decir, la seguridad de la información dentro del nuevo escenario de virtualidad, pasó a un plano de alta importancia como generador de condiciones apropiadas para reactivar la inversión.

Los ciberdelincuentes antes de la pandemia eran mayormente locales, hoy, son entidades transnacionales, que operan en diversos continentes de formas complejas, lo que dificulta implementar medidas para su control y fiscalización. La transnacionalidad del delito, complica el procesamiento del delincuente, ya que las pruebas y los datos pueden estar en cualquier parte del mundo fragmentados y multi distribuidos, al igual que las víctimas pueden estar en varios países simultáneamente; por todo ello, se llegó a la conclusión que hoy es eminentemente necesario, capacitar, capacitar a más personas en nuevas tecnologías y seguridad cibernética, para blindar contra el ciberdelito a  empresas, empresarios y la población en general.

Hoy los expertos en el mundo, están de acuerdo en que es necesario un trabajo mancomunado, para la lucha contra la delincuencia. En la mayoría de países, los guardas de seguridad, superan en 3 a 1 -por lo menos- a las fuerzas policiales, razón por la cual, es primordial que la seguridad privada articule sus recursos con los de la policía, tanto en la dimensión humana, como en lo referente a compartir información y conexión de medios tecnológicos como cámaras de monitoreo y herramientas de vanguardia como drones.  

Es indudable que, en el sector de la seguridad para esta nueva realidad, se requiere de nuevas competencias en dos dimensiones: una, como soporte presencial ante cualquier evento, el contacto físico con los usuarios debe evolucionar hacia mejoras en el trato al cliente y optimizaciones en las habilidades de actuaciones como primeros respondientes ante cualquier situación de seguridad. La segunda: en trabajo remoto, donde se debe desarrollar la capacidad de manejo de equipos de trabajo a distancia, habilidad para uso de herramientas tecnológicas de la seguridad como equipos de monitoreo, manejo de ofimática, conocimiento y manejo de redes sociales y apps. 

El logro de niveles de seguridad ciudadana que fomenten la inversión y el desarrollo es el gran reto para las naciones y para lograr este objetivo, es necesario: 

1. La recuperación de la confianza en las instituciones: la pandemia ha traído un estado de inseguridad e incertidumbre aunado a la crisis económica evidente por el aislamiento que hace que el pesimismo domine la sociedad y genere el ambiente propicio para la inconformidad social. 

2. Acercar a la comunidad a las entidades gubernamentales incluyendo la policía, esto prevendrá hechos contra la infraestructura y contra los representantes de las autoridades.  

3. El fomento de la participación comunitaria incluye una comunicación bilateral permanente, fortalecer capital social es clave. No hay seguridad ciudadana si no hay participación ciudadana. 

4. La mejora en los procesos de judicialización tanto para delincuentes físicos como para los ciberdelincuentes, que llevará a prevenir la impunidad y la reincidencia.  

5. La aplicación de leyes sanitarias con penas y herramientas jurídicas, para los infractores ante el incumplimiento de los parámetros de protección de la comunidad ante el covid en su fase final.

6. La asignación y administración estratégica de los recursos propios y adquiridos, por el endeudamiento consecuente a los efectos de la pandemia sin desfondar las bases económicas. 

8. Asumir un cambio cultural enfocado a la seguridad, que tome el modelo de la familia y el desarrollo de los valores esenciales y de respeto de los derechos humanos como base para la convivencia ciudadana, esta transformación debe partir de los gobiernos. La unión social es necesaria para el crecimiento económico donde la ética, la equidad y la moral deben ser los pilares de las actuaciones. El amor a la patria y a sus instituciones debe incorporarse en los esquemas educativos de las naciones, así las nuevas generaciones, están comprometidas con el cuidado de su estado y su seguridad. 

9. La institucionalidad debe crecer de la mano de la sociedad civil, de las empresas de seguridad privada y de la comunidad. Para esto se debe incorporar a todos los actores sociales en mesas de trabajo, donde se interactúe y se planteen las acciones a desarrollar de forma concertada.

Los especialistas en desarrollo económico y seguridad, coinciden en que la seguridad privada adquiere una gran relevancia en este nuevo escenario de transición, en especial, cuando las manifestaciones sociales por inconformidad en muchos países son evidentes y las fuerzas policiales son insuficientes para proteger los activos del estado, las empresas y la comunidad en general. 

Es una realidad, la virtualidad llegó para quedarse con sus bondades y amenazas, para ello hay que prepararse, no podemos seguir aprendiendo sobre la marcha y es de la mano de la seguridad que podemos pensar en la recomposición de la economía y el verdadero desarrollo.

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