La tecnología digital cambia realidades y también las formas de comunicarse, divertirse, de transar, vender, ofertar y hasta de trabajar. Termina imponiendo la agenda y se hace omnipresente a través de cualquier pantalla porque en una pantalla se encuentra de todo: bancos, noticias, radio, redes sociales, anuncios, tiendas, tiquetes, alojamiento, educación, música, documentos, encuentros, entretenimiento, porno, etc.
También lo digital permite trabajar en cualquier lugar, desde la movilidad y portabilidad de un celular, iPad o portátil y desde entornos muy diferentes a los de hoy día porque la virtualidad le resta importancia a la localización geográfica del empleo. Lo deslocaliza. Hoy día se puede laborar desde cualquier parte. Y la pandemia lo demostró.
El teletrabajo y el coworking (profesionales independientes con diferentes capacidades, talentos, intereses y redes de contacto compartiendo espacios en oficinas comunes) son alternativas de trabajo que, con los años y con la aparición del carro autónomo, traerá cambios al urbanismo, en el transporte público e incluso en la demanda de energía y otros servicios en el hogar.
El teletrabajo ayuda a descontaminar el medio ambiente y descongestiona el tráfico vehicular, disminuye el riesgo por contagio de enfermedades infecciosas, ahorra espacio físico y dinero a las empresas y entidades. Entre 3 y 5 millones de pesos mensuales puede costar en las grandes ciudades cada puesto de trabajo: espacio físico arrendado o comprado, mobiliario, internet, servicios públicos, de aseo y seguridad, etc., que multiplicados por 12 meses podrían significar, en ahorro, entre 36 y 60 millones por persona que multiplicados por ejemplo, por cincuenta funcionarios en teletrabajo el ahorro podría oscilar entre $1.800 y $3.000 millones de pesos anuales.
Los tiempos de hoy corren rápido y tal y como lo afirmó Angeles González-Sinde directora de cine y ex ministra de cultura de España, “Internet y la digitalización no son un simple cambio tecnológico más, sino una descomunal mutación cultural, económica y política sin precedentes”. Es la transformación digital y con ella la cuarta revolución industrial.
Pero no todo es tecnología. Más que tecnología se necesita estrategia, liderazgo, trabajo en equipo y organización administrativa que la gestione.
La tecnología ha aumentado la demanda de trabajadores muy cualificados por lo que los empleadores creen que el pensamiento crítico, la comunicación, el trabajo en equipo, la empatía, la inteligencia emocional y social y las habilidades para resolver conflictos son más importantes que un título universitario. En otras palabras, las actitudes cobrarán importancia en detrimento de las aptitudes.
Ello es tan así que Google, PriceWatherhouseCoopers, Ernest&Young y Penguin Random House están eliminando de sus convocatorias los requisitos sobre sus titulaciones porque creen que no discriminan suficientemente las características de los candidatos. Es más, obtener y mantener los puestos de trabajo no dependerá de lo que ya saben sino de lo que puedan aprender, desarrollar y hasta anticipar en su puesto de trabajo.
El nuevo mundo laboral -por el Covid19- ya asomó sus orejas y vino para quedarse.