Tensiones entre científicos: ¿Título o conocimiento?

La semana pasada se produjo una tensión entre ingenieros químicos y químicos farmacéuticos. La razón: El Senador Iván Darío Agudelo presentó un proyecto que, con la pretensión de regular la profesión de ingeniería química, incluyó un artículo que establece que los ingenieros químicos estarán habilitados para el ejercicio profesional en la industria farmacéutica, farma-cosmética y cosmética, así como en la dirección de todo tipo de laboratorios. En los estándares clásicos de la división de profesiones, incluir un artículo como ese implica que los ingenieros químicos estarían “usurpando” una competencia propia de los químicos farmacéuticos.

El debate entonces no se hizo esperar y estos científicos que tradicionalmente habían estado lejos de los debates que se dan en el Congreso de la República se acercaron a los Senadores para exigirles audiencia. Para algunos, el tema era sencillo: retirar el artículo del proyecto de ley. Sin embargo, esta solución no es tan sencilla pues los límites entre las profesiones que eran claros en el siglo pasado fueron desvaneciéndose poco a poco en este siglo. ¿Cómo se aplican estos límites legales cuando una persona, después de haber estudiado biología, hace una maestría en farmacia y un doctorado en ingeniería de materiales? ¿Está más o menos calificado que un químico farmacéutico para ejercer su profesión en la industria farmacéutica?

Para evitar las posiciones de blanco o negro, decidí revisar un poco legislaciones de otros países. La legislación de Quebec en Canadá establece un código general de las profesiones que se refiere más a los comportamientos éticos que a la regulación de cada profesión. Para esto último no existe una ley, sino que se le delega a los mismos profesionales la potestad de autorregularse. En una situación parecida a la que se está debatiendo en Colombia los canadienses francófonos establecieron que un ingeniero que desee trabajar en la industria farmacéutica deberá presentar su solicitud a la “Orden de Químicos”. En otras palabras, el gremio reconoce que puede haber profesionales que no han hecho sus pregrados en determinada carrera, pero que su experiencia profesional es tan sólida que pueden aplicar para ser reconocidos por la “Orden”.

Otro ejemplo es el de Argentina que en el 2012 reguló las buenas prácticas de manufactura de medicamentos y cosméticos estableciendo que, además de contar con profesionales idoneos (sin decir a qué profesión debían pertenecer) era responsabilidad de la empresa garantizar las buena prácticas para la seguridad de las personas. En este modelo el personal administrativo e incluso el gerente puede llegar a tener responsabilidad por errores en la fabricación de productos.

Estos dos ejemplos ayudan a buscar soluciones para no volver al modelo gremial del siglo XX en el que por la profesión de pregrado se determina si una persona puede o no ejercer un oficio. En ese sentido, una salida para nosotros podría ser que los ingenieros químicos que trabajan en temas farmacéuticos soliciten autorización al Consejo de Químicos para ejercer en ese campo. Otra opción podría ser el cambio de enfoque: pasar del control del profesional al de la empresa, como lo hicieron los argentinos.

Ninguna de esas opciones permite que una persona sin conocimiento realice un trabajo especializado, pero en un mundo interdisciplinario busca opciones para que aquellos que llegaron a conocer una materia sin los estudios iniciales pueda “validarlos” permitiendo su incorporación en la economía. No tener flexibilidad en esos campos también nos puede llevar al estancamiento de determinados procesos por no comprender las dinámicas de nuestros días.

En resumida cuenta, en un país que día a día vive tensiones sociales, no es muy constructivo que la comunidad científica se enfrasque en discusiones gremiales sin buscar soluciones desde otros ángulos o desde otras experiencias internacionales. Considero más pertinente buscar opciones que permitan buscar promover el desarrollo de la ciencia por encima del desarrollo gremial en Colombia.

Pese a lo anterior, es necesario resaltar que es de gran relevancia que el debate de ingenieros químicos y químicos farmacéuticos se esté dando antes de la promulgación de la ley de forma que se escuchen a diferentes voces no después de que la ley haya sido aprobada. Esto muestra una madurez social y un reconocimiento del Congreso como esfera de debate para la construcción de política científica.

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