Juan Restrepo

Ex corresponsal de Televisión Española (TVE) en Bogotá. Vinculado laboralmente a TVE durante 35 años, fue corresponsal en Manila para Extremo Oriente; Italia y Vaticano; en México para Centro América y el Caribe. Y desde la sede en Colombia, cubrió los países del Área Andina.

Juan Restrepo

Todo lo que escribimos viene de lejos

San Antonio de los Baños, una localidad al suroeste de La Habana, saltó a la prensa internacional la mañana del 11 de julio de 2021 por el estallido de una insólita manifestación contra el régimen cubano, que empezó con la gente quejándose por los apagones de energía, y  la protesta se extendió luego como un reguero de pólvora contra el gobierno a más de sesenta municipios por toda la geografía de la isla. 

Hasta ese día San Antonio no había recibido más atención mundial que por su Bienal Internacional del Humor y, por supuesto, por la Escuela Internacional de Cine y Televisión que patrocinó y presidió, desde mediados de los años 80, Gabriel García Márquez. Allí el Nobel de Literatura colombiano, dio rienda suelta a una pasión que le acompañaba desde su juventud, el cine. 

Y, el resultado de algunas de sus clases magistrales quedó plasmado en un interesante libro titulado Cómo se cuenta un cuento que es la recopilación del intercambio creativo entre el escritor y los participantes en un taller de escritura de guiones. Durante las charlas desinhibidas y espontáneas de aquellos encuentros, Gabo descubre algunas de las habilidades de su “carpintería” como creador. Permitiéndonos comprobar una vez más, no solo el esmero que ponía en su labor creativa, sino incluso en el cuidado tipográfico del libro acabado y en manos del lector. 

El pulso que pueden llegar a librar el escritor y el diagramador por cuenta de lo que estos últimos llaman “viudas”, las líneas sueltas y hasta pedazos de líneas que pueden quedar solitarios en una página, es digno de conocerse. Como admirable es su obsesión por el ritmo, el tono, la “música” que encontramos en casi toda su obra.

Pues bien, esta semana, la lectura de uno de los grandes maestros de la literatura universal me deparó un hallazgo que quiero dejar aquí a la consideración de quienes admiran la obra de García Márquez, entre quienes me encuentro, claro está. 

Cayó entre mis manos La defensa, una novela de Vladimir Nabokov cuyo protagonista, Luzhin, es un joven inadaptado que encuentra en el juego del ajedrez la razón de su vida. Su padre dice de él: “No solo se divierte con el ajedrez , sino que parece celebrar un rito sagrado”.

Antes de seguir adelante debo confesar que me rindo ante el genio de Nabokov, y que junto a Louis Ferdinand Céline, lo tengo como el antes y el después de la novela del siglo XX. Abrir un libro del gran escritor ruso-norteamericano por cualquier parte es garantía de encontrar la brillantez de la palabra, la iridiscencia del idioma en algún párrafo aislado o en toda una página.

Había comenzado, pues, la lectura de La defensa cuando al comienzo de la segunda página de la historia, encontré el siguiente párrafo: “Muchos años después, en un inesperado período de lucidez y de encantamiento, recordó con pasmoso deleite aquellas horas de lectura en la terraza, amenizadas por los sonidos del jardín.” ¿Sería casualidad que aquel comienzo, escrito en 1929, me sonara parecido a uno de los más brillantes, conocidos y admirados de la literatura universal como el de Cien años de soledad

Lejos de mí decir que Gabo copió a Nabokov, pero el ritmo, la cadencia de aquella traducción que pasó del ruso al inglés, y del inglés al castellano, suenan en nuestro idioma como aquel famoso comienzo; 28 palabras uno, 29 el otro, y casi idéntico número de caracteres: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.”

Insisto, no veo plagio por parte de nuestro Nobel pero si es cierto, como dijo alguien, que escribir es devorar a los maestros, ¿por qué no pensar que después de aquel viaje a Cuernavaca, epifanía de Cien años de soledad tantas veces contada, Gabo no hubiese encontrado en ese párrafo de La defensa la música que necesitaba para entrar en la gloria?

El novelista Fernando Vallejo escribió en un ensayo titulado Una gramática del lenguaje literario: “El idioma no se inventa, se hereda”, y pretendió demostrar que el lenguaje literario de cualquier novela contemporánea es heredero de la Odisea, la Ilíada o la Divina Comedia, aunque el autor de que estemos hablando ni siquiera haya leído esas obras. Es un hecho que las fórmulas del estilo y la belleza se transmiten de un novelista a otro con el discurrir del tiempo, en infinidad de influencias y conexiones.

En ese reparto de modelos y patrones por todas las vidas del género humano, ¿cuánto habrá habido de herencia, de secreto homenaje o de mera coincidencia entre el creador del coronel Buendía y el padre de Lolita?

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