Juan-Restrepo
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Tranquilos, no pasa nada

Leo esta semana una reseña muy alentadora sobre la trabajo realizado por Adam Mastroianni, de quien no sé mayor cosa pero sí que es un investigador (supongo que sociólogo) de las universidades de Harvard y Columbia, suficientemente prestigiosas como para hacer algo de caso a los discursos post doctorales del señor Mastroianni. Su trabajo se ha enfocado a ver si tenemos razón o no de estar quejándonos constantemente por el mundo que nos rodea. Les tengo buenas noticias: todo va muy bien y nos quejamos de vicio.

El trabajo en cuestión titulado “La ilusión del declive moral”, fue publicado en la revista Nature. Mastroianni y su equipo (parece que no fue un hombre solo en descubrir estas cosas sino todo un equipo interdisciplinario) bucearon en más de cien sondeos realizados entre 1965 y 2020 y no encontraron mucha variación. Cerca del 70 por ciento de los encuestados afirma, año tras año, que los valores morales de la sociedad están empeorando.

Por ejemplo, si alguien es un lector furibundo, siempre pensará que se está perdiendo el hábito de lectura, y así ocurrirá con otras muchas costumbres y buenos hábitos como el amor a la música, el respeto por el medio ambiente, el amor a los padres, la afición a los caballos o la deferencia de abrir la puerta del coche a las damas…, pues resulta que si las cosas fuesen realmente a peor, los resultados de las encuestas deberían ser más pesimistas. Y no, ya ven ustedes, no lo son.

El 90 por ciento de los encuestados, por ejemplo, afirmaba haber sido tratado con respeto el día anterior. Y la afirmación se mantiene estable entre 2006 y 2019. A la gente que le preguntaron en 500 experimentos si estaba dispuesta a cooperar (así, en abstracto, suponemos que a ayudar a un herido en la calle o a mover un catre en la casa de un vecino) mostró que ésta ha aumentado en un 10 por ciento entre 1961 y 2017. Una cosa parece ser que es la actitud y otra bien distinta nuestra tendencia a fijarnos en lo negativo, alimentada en parte por los medios de comunicación y las redes sociales.

Por lo visto al volver la vista atrás, tendemos a recordar más aquellos episodios que nos hicieron estar bien. Sin embargo, en el artículo antes aludido de Nature los autores identifican un factor que llaman “exposición y memoria sesgadas” según el cual la suma de noticias negativas, que captan más nuestra atención que las positivas hace que esos recuerdos negativos tiendan a difuminarse más rápido que los positivos.

Resumiendo, estos sesudos estudios llegan a la conclusión que al observar el presente, serán las malas noticias las que más atrapen nuestra atención. La combinación de ambas cosas es lo que lleva a esa tendencia a pensar que la sociedad está perdiendo sus valores. “Hay muchos problemas en la sociedad actual —concluye Mastroianni—. Por suerte, la crisis moral es una mera ilusión y no hay que invertir mucho esfuerzo en revertirla. Porque las cosas no están tan mal, quizá sean nuestros propios prejuicios los que hemos de revisar”.

Visto lo cual, cualquier cosa de las muchas que nos agobian, nos sorprenden o nos indignan por lo visto no son más que signo de los tiempos. Nada de que preocuparnos, nada de que extrañarnos.

Que nos enteramos esta semana, por boca del hermano del presidente Gustavo Petro, que durante la campaña electoral desde las cárceles se dio la orden en territorios dominados por los delincuentes de votar por Petro, y que aquellos votos fueron determinantes para la victoria del candidato del Pacto Histórico. Ningún problema, nada de que inquietarnos.

Que Vladimir Putin bombardea objetivos civiles en su guerra de agresión contra un país soberano como Ucrania, al cual le ha robado parte de su territorio con indiferencia por parte de la comunidad internacional. Normal, ni nos mosqueemos con el nuevo zar de Rusia.

Que Donald Trump hace campaña a la presidencia de Estados Unidos con la foto de su ficha policial, y que seguramente ganara la reelección desde un estrado judicial o incluso desde la cárcel. Nada que objetar.

Que Pedro Sánchez en España podrá revalidar su mandato y gobernar otros cuatro años, gracias a un prófugo de la justicia que a condición de darle sus votos en el Congreso, exige amnistía a sus delitos y amenaza con romper la unidad territorial española. Normal.

Vivimos, según nos descubre ese enjundioso estudio, preocupados por fantasías, fruslerías sin importancia. La vida es bella. No pasa nada, son solo el signo de los tiempos.

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