Transformación silenciosa

Presidente Duque

Me permito dirigirme a usted aprovechando este espacio que KienyKe me tiene reservado semanalmente. Quisiera hablarle sobre reflexiones muy personales que me han surgido en días recientes.

“El camino del artista” es un manual dedicado a superar bloqueos de esos a los que no somos inmunes. Dentro de las tareas que propone está la de escribir tres páginas en la mañana. He vuelto a hacerlo con resultados positivos. Al despertar cojo un viejo bloc de papel impreso por una cara y en las páginas en blanco, con letra torpe y en líneas de texto que se sobreponen a las precedentes, dejo que mi mente dicte y mi mano escriba. El resultado es ilegible pero sucede que esas páginas no deben ser leídas por otros ni por uno mismo. ¿A qué viene este cuento? A que las de hoy las dediqué a soltar la mente y la mano para escribir esta nota de la que no tengo sino el título: Transformación silenciosa.

El término “transformación silenciosa” me quedó sonando luego de escucharlo en una conferencia del sinólogo François Jullien y lo asocié con su presidencia. Le confieso que tenía el pálpito de que usted guardaba un as bajo la manga para ganar la partida en esta complicada situación en la que se encuentra Colombia. He descartado ese pensamiento porque no es propio de usted tener mañas de tahúr como las que caracterizan a su tramposo predecesor. Eso no quita que mantenga la fe en que usted nos va a sorprender pero de manera limpia. 

Me pregunto cada día por qué, cuando el país parece ir a la deriva sin timonel, guardo la confianza en su capacidad de gran estadista. Tal vez la respuesta esté en la transformación silenciosa resultante de su manera de ejercer liderazgo sin liderar a la que hace mención Sun Tzu, tan opuesta a la que esperábamos la mayoría de sus compatriotas. Con ese liderazgo sin líder se alcanza silenciosamente la transformación anhelada.

La China, posterior a Mao, es un ejemplo claro de transformación silenciosa. Deng Xiaoping fue el gran transformador, tal y como lo expone Jullien en su charla dedicada a empresarios franceses, “El arte de la guerra explicado a occidente”, que ha inspirado esta misiva. No sé si usted haya tenido la oportunidad de escucharla o de leer el “Tratado de la eficacia” de este importante filósofo francés en el que he descubierto planteamientos cercanos a su línea de pensamiento y acción. Veamos por qué:

Sus partidarios esperábamos que usted le devolviera al país la seguridad democrática de su mentor y amigo, que se vio hecha añicos durante ocho largos años, y nos sentimos desconcertados al darnos cuenta de que su manera de gobernar no llenaba nuestra expectativa. La decepción vino a sustituir el optimismo con el que recibimos su triunfo en las elecciones. Nos vimos atacados por un lánguido pesimismo que llegó a niveles críticos luego de los meses de confinamiento. ¿Hemos sido justos con usted? ¿Lo hemos sido con nosotros mismos? Considero que no. Vale la pena recordar que el abatimiento causado por la ilógica respuesta a nuestro NO en el plebiscito fue superado al vernos obligados a enfrentar el reto de llevarlo a usted a la presidencia… y lo logramos.

No logro entender por qué el país pareciera dominado por quienes fueron derrotados dos veces en las urnas, dedicados ahora a sembrar caos y confusión con el fin único de imponer su absurdo modelo político y económico. Tampoco cómo, tanto de un bando como del otro, hay quienes quieren convencernos de que no podemos solucionar nuestros asuntos con el argumento de que lo que padecemos es por causa de un conflicto global, cuando la realidad demuestra que nuestros problemas son nuestros problemas con su presente, su pasado y su futuro. No sé requiere que cambie el mundo para que iniciemos la ruta de la transformación, ni siquiera que caiga Maduro o que gane uno o el otro en las elecciones en Estados Unidos. Para la rápida y asombrosa transformación de China no requirieron de una revolución y menos de un conflicto externo. Decían los mayores: “Cambia y el mundo cambiará”.

Presidente, en sus manos está el destino de Colombia. Podemos juzgar sus decisiones, aplaudirlas o criticarlas, pero eso no tiene importancia. Serán las nuevas generaciones las que sufrirán las consecuencias de sus equivocaciones, si las hubiere, y las que disfrutarán de un próspero futuro si usted acierta en la toma de decisiones. Con su juventud tiene la oportunidad de ser, durante años y años, mucho más que un simple ex presidente. Restan escasos veintidós meses lo que significan 677 días que se irán consumiendo demasiado de prisa y no se pueden desperdiciar si se quiere lograr la transformación silenciosa que nos llevará ¡Por fin! por la ruta del progreso.

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