Hace un año consideré que el cambio que pedía el país a gritos y desde las calles debía expresarse en las elecciones. Por mi trayectoria en el movimiento estudiantil y los paros tuve la oportunidad de encontrarme con diversos sectores sociales que llevan décadas trabajando por un país más justo. A pesar de mis profundas diferencias con el entonces candidato Petro voté por él porque el movimiento social se identificó con su candidatura y porque mis esperanzas están puestas en qué el movimiento siga luchando de manera coherente por sus exigencias sin distingo del Gobierno.
Comprendiendo que la participación política no se agota en el voto, con dignidad y compromiso, mi partido, nos declaramos independientes frente al ejecutivo. Esta posición nos permite reconocer y trabajar por las iniciativas correctas para la gente, pero denunciar mediante el control político y judicial aquellas que consideramos inconvenientes para el país.
La postura de independencia puede ser de las menos cómodas, puesto que nuestro partido no accede a cargos del Estado para incidir en el gobierno, pero tampoco obtiene los beneficios políticos y económicos de los partidos declarados en la oposición.
Sin embargo, la independencia refleja por completo el sentir de quienes creemos que debemos insistir en transformar profundamente el modelo económico y político del país sin politiqueros como Roy, Benedetti o Lizcano y sin entregar mermelada a congresistas como ocurre con el Fondo Nacional del Ahorro. Y desde la independencia no caemos en los cantos de sirena de los partidos tradicionales como el Centro Democrático que ya gobernaron muy mal a Colombia. La alternativa al actual gobierno no está en la oposición en cabeza de la política tradicional sino en la independencia.
No ha sido necesario firmarle un cheque en blanco a Petro para acompañar, aunque con matices, algunas de sus iniciativas. Respaldo los esfuerzos del gobierno por avanzar en negociaciones de paz, apoyé la reforma laboral que buscaba recuperar derechos laborales quitados por el expresidente Uribe en 2002 y reconozco que el Plan de Desarrollo contiene apuestas esenciales como el Sistema Nacional de Cuidado.
Es importante destacar que el gobierno acertó con la protección de la industria textil frente a la competencia desleal proveniente de Asia, así como su voluntad por incrementar de manera importante la financiación a las instituciones de educación superior. Entre otros logros, conjuntamente con el movimiento estudiantil pudimos conseguir 90 mil millones adicionales para que la Facultad de Artes de la Universidad Nacional pueda reconstruir su edificio.
Ahora bien, con la libertad de poder cuestionar al gobierno y sus incumplimientos a las propuestas de campaña, he resaltado que el cambio no llega de la mano de prácticas corruptas y politiqueras. Junto al Jorge Gómez y el representante de Alianza Verde Cristian Avendaño tumbamos la elección del Contralor General Carlos Hernán Rodríguez puesto que Roy Barreras alteró el proceso para elegir al candidato que más se ajustaba a sus intereses políticos. El Consejo de Estado, declarando la nulidad de la elección, nos da la razón a quienes rechazamos que las viejas costumbres de la politiquería ocurran en gobiernos alternativos.
Aunque la Cámara de Representantes aprobó la tarifa diferencial de impuesto de renta para las MiPyMe, el Gobierno terminó sacando este importante beneficio para el 99% de las empresas que existen en Colombia y que generan más del 80% del trabajo formal. Esta propuesta hubiese sido un perfecto punto de encuentro con los y las empresarias del país para impulsar la reforma laboral, pero terminó siendo una oportunidad perdida para el país.
Por fortuna y con participación importante de los congresistas independientes de la Alianza Verde, el Nuevo Liberalismo y sin partido pudimos hundir la reforma política que le regalaba curules a los actuales congresistas, limitaba los derechos de las minorías y olvidaba por completo la paridad en las listas y la apertura de los escenarios políticos para las juventudes.
Finalmente, ante el importante aumento de la inflación hemos denunciado que el Gobierno sí puede bajar el precio de la gasolina, beneficiando a los sectores medios y bajos asfixiados. Que Colombia, país productor, pague por la gasolina como si fuese comprada en EE.UU. es injusto para la población y sólo le garantiza utilidades a los accionistas privados de Ecopetrol, principalmente grandes transnacionales financieras y rentistas de capital.
Nuestra voz estos meses también ha querido demostrar que la alternativa al actual gobierno no está en los partidos políticos de siempre, hoy de oposición, sino que le proponemos al país en futuro liderado por los sectores independientes que no renunciaremos a transformaciones profundas para Colombia. Insistiremos en que promesas como la reforma a la educación superior, la revisión de los tratados de libre comercio o la creación de políticas para equilibrar la cancha para las mujeres deben tener prioridad -contrario a los últimos meses- y construirse de la mano de los sectores sociales.
