Edubar Arango

Director del Periódico La Gaceta y de la Agencia Imperio Publicidad y Comunicaciones.
Experto en Marketing, imagen Política y corporativa y Relacionista Público.

Zoom a la corrupción

La corrupción, ese mal de males que agobia a la sociedad y al Estado, es uno de los fenómenos que deben superarse en todos sus ámbitos del poder político, económico y financiero. Una cuestión crucial, decisiva, que enerva nuestra marcha como nación y frustra nuestro empeño como República.

Los colombianos hace tiempo perdimos en el camino sinuoso de la vida nacional, la confianza en quienes más debieran merecerla. Ya se ha dicho, en elevada tribuna, que vivimos acosados por la desconfianza, una especie de “Estado de Sitio” que es preciso romper con la única fuerza demoledora que lo podría: los hechos.
En este sentido, destacó que la sociedad sufren porque ha notado que los ciudadanos están resignados o exasperados por no encontrar una pronta solución al flagelo que es la corrupción.

La corrupción atenta contra los derechos de las personas y de los pueblos (nos quitan trabajo, salud, educación, vivienda, mejores condiciones para vivir) y distorsiona el régimen democrático (los de siempre son los que ganan y permanecen en el poder). Por eso es indispensable que la ciudadanía organizada sea consciente, proteste y planteé alternativas contra este grave mal. Nada de apatía por parte de la ciudadanía.

Colombia completa una década entera sin registrar avances significativos en el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) de Transparencia Internacional. En los resultados del Ranking, publicados hoy, el país se mantiene en los niveles más altos de percepción de corrupción.

Colombia obtuvo 39 puntos sobre 100, entendiendo que 0 representa una corrupción muy elevada, mientras que 100 equivale a la ausencia de corrupción. De esta manera, el país se encuentra en el puesto 87 entre los 180 países tenidos en cuenta en la evaluación.

Transparencia Internacional señala que la calificación de Colombia "permanece en un estancamiento desde hace una década", dado que el país ha obtenido calificaciones entre los 36 y 39 puntos, "sin variaciones estadísticamente significativas".

Sin embargo, Colombia escaló del puesto 92 que había marcado en el IPC de 2020 al puesto 87. Esto se debe a que los cinco países que estaban arriba, con una calificación mayor, registraron caídas. Se trata de Argentina, Lesoto, Turquía, Guyana y Marruecos.

La calificación de percepción sobre corrupción se obtiene del análisis de ocho fuentes.

 Transparencia Internacional toma en cuenta la percepción de analistas, académicos e inversionistas extranjeros, respecto a qué tanto afecta la corrupción al sector público de cada país. Una calificación por debajo de 50 puntos, como es el caso de Colombia, indica niveles de corrupción muy serios en el sector público.

Los cinco mejores países calificados en el mundo son Dinamarca y Nueva Zelanda con 88 puntos sobre 100; seguidos por Finlandia, Singapur y Suecia, con 85.

 Los peor calificados son Yemen (16), Venezuela (14), Siria (13), Somalia (13) y Sudán del Sur (11). Colombia comparte calificación (39 puntos de 100) con Etiopía, Surinam, Tanzania, Kosovo, Vietnam y Macedonia del Norte. Entre los países de la Ocde, Colombia solo supera a México y a Turquía.

En el departamento del Chocó, la corrupción o mejor, los actos de corrupción, están siendo normalizados por la sociedad. Es muy común que las personas sientan empatía por una persona corrupta porque es su amigo o su familiar, haciendo de lado y minimizando su comportamiento non sancto.

Pero la corrupción es un mal que debemos erradicar. Contribuye a mantenernos en el subdesarrollo y afecta las actividades del Estado volviéndolo ineficiente. Enriquece a unos cuantos mientras la totalidad de los ciudadanos somos afectados.

La corrupción afecta la totalidad de los servicios que el Estado brinda a la ciudadanía. La mala calidad de la salud y la educación, entre otros, tiene su origen en las prácticas corruptas. La corrupción encarece todos los servicios públicos.

La concepción patrimonialista del Estado fomenta la corrupción. El corrupto se apodera del Estado para ponerlo a su servicio y en función de sus intereses personales. El Estado pierde su esencia, pues ya no está al servicio de toda la sociedad.
No nos olvidemos que detrás de los corruptos hay corruptores. Muchas veces estos corruptores son grandes intereses económicos privados que buscan obtener enormes ganancias a costa del erario público.

La transparencia, la rendición de cuentas y la austeridad deben prevalecer en todos los ámbitos de la actividad pública. Los ciudadanos debemos conocer cómo se gasta cada centavo de los fondos públicos. Exigir plena transparencia es tarea de todos.

Debemos exigir que se armonice y se actualice toda la legislación para combatir la corrupción. Debemos exigir que estas leyes se cumplan parejo para todos.

Solo con participación ciudadana podremos combatir con eficiencia este flagelo que nos empobrece, que nos roba nuestros dineros que con tanto esfuerzo obtenemos. No esperemos que los corruptos cambien. Nosotros debemos cambiarlos a ellos con la activa acción ciudadana.

Hablar de corrupción no es un tema sencillo porque el ser humano tiene un deseo insaciable por poseer cosas y si necesita elegir entre varias alternativas siempre va a optar por sus propios intereses privados (y más fáciles), se llama naturaleza humana.

No podemos olvidar que la ambición del ser humano no tiene límites y los corruptos son quienes obtienen mayores beneficios en un menor tiempo. Y esto es un gran reforzador para seguirlo realizando, para seguir funcionando mediante sobornos o permisos laxos por encima de la norma o la ley.

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