Encontrar nuestra vocación es uno de los pasos más importantes para realizar la misión que elegimos al venir a este mundo. El plan del alma es descubrir el amor que habita en nosotros y fortalecer la voluntad de cuidar de uno mismo, apoyando a los demás en lo que sea posible.
Desde hace varios años, he orientado mis conocimientos y experiencias profesionales hacia el descubrimiento del poder curativo del amor, que por derecho natural habita en el corazón de todos nosotros.
Casi siempre les sugiero a mis consultantes, la importancia de asumir un proceso serio y consciente para encontrar su propio maestro interior, pues a través de su sabiduría natural pueden resolver muchas de las preguntas que necesitan, con el fin de mejorar su calidad de vida.
Durante este aprendizaje, las personas necesitan ser escuchadas, comprendidas, apoyadas, aceptadas y, sobre todo, reconocidas. El vínculo terapéutico se construye poco a poco por medio de la confianza y la empatía alcanzada en cada sesión.
Una conversación sin juicios de valor ni imposiciones generadas por cualquier autoritarismo del terapeuta habilita una armónica interrelación, en donde las partes tienen la posibilidad sanadora de aprender de las anécdotas, relatos y creencias del otro.
El camino interior del terapeuta
Recordemos que nadie debe sentirse el dueño de la verdad, pues cada persona es un mundo diferente que merece toda la consideración y el respeto posible, máxime cuando en una acto de valor y humildad está pidiendo ayuda para superar sus cargas emocionales.
Por esta razón, los terapeutas debemos conocernos muy bien a nosotros mismos, ser flexibles y tener la mente despejada, lúcida y enfocada. De esta manera, es posible recepcionar la información, analizarla y proponer varias opciones y estrategias ajustadas a la esencia del consultante sin imponer de forma innecesaria nuestras ideas y conceptos.
De fondo, la intención de los acompañamientos personales es la de confrontar esas partes dolorosas y confusas que durante años se han evitado de forma consciente o inconsciente, encontrando puentes de comunicación que motiven al desarrollo natural de la fortaleza interior.
Algunas de estas herramientas diseñadas con el propósito de fomentar el bienestar en las personas son la Logoterapia para descubrir sentidos de vida, la PNL (Programación Neurolingüística) que se usa para la reprogramación mental positiva, la Terapia Breve Estratégica y los aforismos budistas que orientan hacia el camino medio, el cual enseña una forma más simple y eficaz para superar las enfermedades psicosomáticas.
Amor y conciencia plena
La ventaja de adquirir una conciencia plena para vivir en el aquí y en el ahora, es desprenderse de las preocupaciones, resentimientos y malestares del pasado junto con el estrés y la angustia de la proyección exagerada del futuro.
En el fondo, todos deseamos ser felices, aprendiendo a vivir intensamente al aliviar los traumas del inconsciente que son los causantes de las enfermedades psicosomáticas y conciliarnos con nuestro niño interior herido.
La fuerza sanadora del amor
Así encontramos que somos merecedores de amor, logrando una independencia emocional para superar la impronta del padre y de la madre, quienes en su momento y según las circunstancias, hicieron lo mejor que pudieron para ayudarnos a crecer.
Finalmente, debemos aprender a liberarnos del temor hacia un Dios castigador que nos abandona y condena por nuestros errores humanos. En mi opinión, el primer paso para desprendernos de las cárceles emocionales es resignificar nuestra relación con el Creador, pues siendo Él la esencia del amor sin condiciones, en ningún momento podría rechazarnos, humillarnos o dejar de ayudarnos.
La compasión, la ecuanimidad, el equilibrio y la alegría son los estados del espíritu trascendido. Sus frutos sólo se dan a través de la madurez del alma que habilita el ejercicio de la vocación por ayudar a los demás, liberándonos del sufrimiento y el dolor. El mejor tratamiento para algunos desequilibrios físicos y mentales proviene de sentirnos conciliados y en paz, cuyo remedio se llama: amor incondicional.