Un año que me enseñó a vivir

Mié, 17/12/2025 - 09:51
Cuando el año se va, escribir se convierte en una forma de detenerse, de mirar sin prisa lo vivido y de escuchar lo que el alma fue comprendiendo.
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Cortesía Daniil Silantev

Cuando el alma hace balance

Hay momentos en los que escribir no es un gesto intelectual, sino un acto de honestidad interior. Cuando el año se va, escribir se convierte en una forma de detenerse, de mirar sin prisa lo vivido y de escuchar lo que el alma fue comprendiendo mientras la vida —con su mezcla de belleza y exigencia— hacía su trabajo de maestra.

No escribo para hacer balances perfectos, sino para decirme la verdad. Para nombrar lo esencial y sentirme libre.

Este año se despide dejándome nostalgia, sí, pero sobre todo claridad. Comprendí que no todo aprendizaje llega envuelto en logros visibles. Muchos llegan como pausas necesarias, como desvíos que primero desconciertan y después revelan sentido. Escribirlo es mi manera de honrar ese proceso y de compartirlo con ustedes, lectores de la sección Konciencia de KienyKe, quienes también han atravesado momentos difíciles, intensos un y profundamente humanos.

Soltar no fue un gesto heroico ni una consigna espiritual repetida sin sentir. Fue una necesidad vital. Dejar ir personas, expectativas, proyectos e incluso versiones de mí que ya no podían sostenerse. Entendí que aferrarse no siempre es amar; muchas veces es temer. El desapego no vacía: ordena. Y cuando el interior se ordena, la vida empieza a respirarse de otra manera.

En ese proceso apareció una distinción clara entre el amor sincero y el amor fingido. El primero cuida, incluso cuando no se queda sigue en sintonía. El segundo promete mucho, pero acompaña poco. Varias ilusiones se disiparon como humo. Durante un tiempo las viví como fracasos; hoy las reconozco como señales de sentido. No todo lo que deseamos nos conviene. No todo lo que no se frustró es una pérdida.

Este año fue también un diálogo profundo con el ego y el orgullo. Con esa necesidad de demostrar fortaleza incluso cuando el cuerpo y el alma pedían pausa. Descubrí que el ego promete control, pero no ofrece paz. Y que rendirse, cuando se hace con humildad y con conciencia, no es perder, sino empezar a sanar.

La fragilidad apareció sin pedir permiso. El dolor físico, la impotencia frente a lo que no se puede cambiar, el límite impuesto por la enfermedad. Y en medio de ese límite, una verdad esencial: solos no podemos nacerlo todo.

Reconocerlo no me debilitó; me fortaleció. Fue ahí donde ocurrió algo profundamente transformador: al abandonarme en Dios, ocurrió el milagro de la recuperación. No como magia instantánea, sino como resultado de un proceso amoroso y real.

Agradezco profundamente las manos amorosas de quienes me acompañaron en este viaje: manos que sostuvieron, que cuidaron, que ofrecieron presencia cuando el ánimo flaqueaba y el cuerpo pedía tregua. En esos gestos simples entendí algo que no se olvida: el dolor nos iguala a todos, y el amor nos restaura.

El amor, cuando es verdadero, no permite el rencor por el contrario pasa la página con la alegría de no guardar secretos devolviéndonos la dignidad y la paz a nuestro corazón.

Jesús: el amigo que comprende, acompaña y consuela

Konciencia
Créditos:
Cortesía David Monje

Quiero detenerme aquí con gratitud profunda. Agradezco a Jesús, no desde el dogma, sino desde la experiencia personal de haber sentido su presencia. Jesús no es un juez distante e insensible Es Dios hecho hombre, y por eso comprende nuestras caídas, nuestras contradicciones, nuestras necesidades más humanas.

Él conoce el cansancio, el miedo, la soledad. No humilla ni amenaza. Acompaña, sugiere, espera. Ama sin condiciones y guía sin imponer. Su intención no exige perfección, sino verdad. En los momentos más frágiles, y vulnerables vividos, su cercanía fue refugio y descanso.

Este año no solo habló de pérdidas; habló de segundas oportunidades. De volver a empezar sin grandes expectativas: de comprender que la vida no siempre pide hazañas, sino comprensión y compasión. Muchas veces la sanación llega cuando aprendemos a habitarnos y aceptarnos, es decir a estar y sentirse bien consigo mismo.

Redescubrí el valor de lo simple: la lectura, de un buen libro, el encanto de la soledad, la belleza de la música, y de una comida sencilla disfrutada sin prisa. Del aire al caminar, de los paseos en la naturaleza que nos devuelven a nuestro tamaño real. De la sensación de besar y acariciar desde el sentimiento profundo. Hoy lo pequeño dejó de ser insignificante y se volvió profundamente revelador.

Vivir con el lema de “solo por hoy” dejó de ser una frase y se volvió práctica. Hoy es suficiente. Hoy puedo agradecer, sentir y expresar sin miedo al qué dirán. La valentía no está en aparentar ser invencible sino en permitirse sentir con honestidad.

Amarme dejó de parecer egoísmo y se convirtió en responsabilidad. Cuidarme, valorarme, respetar mis ritmos, no exigirme perfección. La vida se vuelve más amable cuando dejamos de tratarnos como enemigos.

Una reflexión para Colombia desde la fe y la sensatez

No puedo cerrar sin una palabra para mi país, Colombia. Vivimos tiempos de ansiedad colectiva, de división y de violencia Nos urge bajar el tono, recuperar la sensatez y superar aquellas cosas que fragmenta el tejido social.

Colombia necesita menos amenazas y más conciencia. Menos polarización y más humanidad. Jesús nos enseñó que no se construye nada desde la violencia ni desde el desprecio por la vida, nos mostró el camino del cuidado del otro y de la reconciliación. El miedo y la incertidumbre es lo contrario al amor que sea este sentimiento el que nos restaure y se imponga por encima de ofensas y malentendidos.

Cierro este año con gratitud. No porque todo esté resuelto, sino porque sigo aquí. Mas feliz. Más humilde. Más dispuesto a servir a los demás como parte de mi vocación como terapeuta. Que el año que llega nos encuentre despiertos y dispuestos a caminar juntos por los senderos del espíritu.

Gracias por leer.

Gracias por acompañar este camino en KienyKe.

Seguimos… con fe, con luz y con esperanza lúcida.

Creado Por
Armando Martí
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