El periodista colombiano Víctor Rosas trabajó hombro a hombro con Andrés Escobar en una columna que el defensor de la Selección Colombia tuvo en El Tiempo.
Después del asesinato del futbolista, el 2 de julio de 1994, hace veinte años, Rosas decide escribir este análisis sobre el fútbol colombiano en esa época, a través de la figura del mítico número 2 del tricolor colombiano.
KienyKe.com reproduce un capítulo del libro:
Narcos, apuestas, sobornos, secuestros, muertes…
El ministro de Justicia de Colombia, Rodrigo Lara Bonilla, puso el dedo en la llaga a comienzos de la década de los años ochenta con respecto a un problema cada vez más reconocible en el entorno del fútbol y, en general, en muchas esferas de la vida del país: la influencia del narcotráfico. «Dineros calientes provenientes del narcotráfico han invadido al deporte del fútbol», dijo enérgicamente en público.
Fue la primera voz de alerta oficial para denunciar que algo «olía mal» en nuestro balompié, y no solamente abrió la polémica sino también las puertas de par en par a una serie de sucesos lamentables e incluso trágicos en los que se vieron envueltos jugadores, técnicos, dirigentes y periodistas.
El asesinato de Andrés Escobar Saldarriaga el 2 de julio de 1994 pasó a engrosar la larga lista de episodios fatales que han enlutado al deporte más popular del mundo en una nación marcada por la intolerancia, de una pasividad pasmosa, que reacciona ruidosamente al calor del momento pero que con el tiempo se diluye ante la negligencia inverosímil de todos, llámense autoridades, dirigentes, periodismo y hasta del mismo pueblo.
No hay derecho a que un asesino condenado a 43 años de cárcel salga pagando once y esté dulce y tranquilamente en la calle. En un país civilizado a este señor ya lo habrían llevado a la silla eléctrica. Pero resulta que por vender bombones y confites dentro del penal o por barrer media hora por ahí, tiene derecho a quedar libre. Esto es una ridiculez que no tiene nombre. (Apartes de la declaración de don Darío Escobar cuando supo que el asesino de su hijo quedó en libertad condicional. 'Un fallo que da rabia', El Colombiano, octubre 7 de 2005.)
La primera evidencia de la irrupción de situaciones extrafutbolísticas en el fútbol colombiano la constituye una foto que en su momento le dio la vuelta al mundo, tomada el 11 de octubre de 1981. Allí aparece Hernán Botero Moreno, el principal accionista del Atlético Nacional esgrimiendo un fajo de dólares hacia la cancha (se supone que en dirección al árbitro), en un partido en el estadio Atanasio Girardot durante un clásico contra Independiente Medellín.
Posteriormente, en 1984, el mencionado dirigente fue extraditado a Estados Unidos, acusado de lavado de dólares. Recuperó su libertad en febrero de 2002 e interpuso una demanda contra el Estado colombiano por la suma de catorce millones de dólares. Fue el primer dirigente deportivo extraditado a Norteamérica. (En su defensa afirmaría que fue víctima de una jugada política para incriminarlo).
A comienzos de la década de los ochenta, el fútbol empezó a ser una atractiva fuente de entretenimiento para notorios personajes de oscura procedencia de diferentes regiones del país. La familia Rodríguez Orejuela, en cabeza de Miguel, apareció en los listados directivos del América de Cali en enero de 1980, tras la conquista de la primera corona en el rentado por parte de la 'Mechita', gesta lograda el 19 de diciembre de 1979.
Empezaba el verdadero reinado del cuadro escarlata, que lo llevó a cinco campeonatos más en forma consecutiva y a tres finales de la Copa Libertadores de América. El conjunto dirigido por el médico Gabriel Ochoa Uribe fue considerado como uno de los mejores del continente ante la contratación de figuras rutilantes como Julio César Falcioni, Ricardo Gareca, Juan Manuel Battaglia, Roberto Cabañas y los mejores colombianos como Willington Ortiz, Hernán Darío Herrera y Pedro Sarmiento. El anhelado título surcontinental se truncó en la final en tres ocasiones, dejando en salmuera muchas fiestas con las mejores orquestas del país…
Octavio Piedrahita Tabares compró un paquete mayoritario de las acciones del Deportivo Pereira en 1982. Y tras la salida de Hernán Botero Moreno también se hizo accionista del Atlético Nacional. Fue objeto de amenazas, atentados y secuestros hasta que su cadáver apareció en el kilómetro doce de la Carretera al Mar, en junio de 1988, hecho que se atribuyó a "una vendetta de las mafias", como se registraría vagamente, ya que el tema constituía toda una 'papa caliente'.
Pero el primer dirigente deportivo víctima de este ambiente enrarecido no tardaría en presentarse. Se trató de Pablo Correa Ramos, presidente del Independiente Medellín. Vinculado a la Institución Roja de la Montaña desde 1972, fue asesinado el 18 de febrero de 1986 cuando entraba a una de las canchas de la Unidad Deportiva de Medellín. Un hombre se bajó de una motocicleta y le disparó seis veces, a plena luz del día, en el estadio de sóftbol, sin mediar palabra. Nunca se esclarecieron las razones del crimen.
No sobra anotar que a Correa Ramos le había sido negada la visa a Estados Unidos porque allí era sindicado por lavado de dólares, si bien sus familiares afirmaron que se trataba de un homónimo.
Millonarios fue otro equipo que tuvo una buena inyección económica gracias a la llegada en 1982 de Édmer Tamayo Marín, Guillermo Gómez Melgarejo y Gonzalo Rodríguez Gacha... (Continúe leyendo el capítulo del libro).
Empezaba el verdadero reinado del cuadro escarlata, que lo llevó a cinco campeonatos más en forma consecutiva y a tres finales de la Copa Libertadores de América. El conjunto dirigido por el médico Gabriel Ochoa Uribe fue considerado como uno de los mejores del continente ante la contratación de figuras rutilantes como Julio César Falcioni, Ricardo Gareca, Juan Manuel Battaglia, Roberto Cabañas y los mejores colombianos como Willington Ortiz, Hernán Darío Herrera y Pedro Sarmiento. El anhelado título surcontinental se truncó en la final en tres ocasiones, dejando en salmuera muchas fiestas con las mejores orquestas del país…
Octavio Piedrahita Tabares compró un paquete mayoritario de las acciones del Deportivo Pereira en 1982. Y tras la salida de Hernán Botero Moreno también se hizo accionista del Atlético Nacional. Fue objeto de amenazas, atentados y secuestros hasta que su cadáver apareció en el kilómetro doce de la Carretera al Mar, en junio de 1988, hecho que se atribuyó a "una vendetta de las mafias", como se registraría vagamente, ya que el tema constituía toda una 'papa caliente'.
Pero el primer dirigente deportivo víctima de este ambiente enrarecido no tardaría en presentarse. Se trató de Pablo Correa Ramos, presidente del Independiente Medellín. Vinculado a la Institución Roja de la Montaña desde 1972, fue asesinado el 18 de febrero de 1986 cuando entraba a una de las canchas de la Unidad Deportiva de Medellín. Un hombre se bajó de una motocicleta y le disparó seis veces, a plena luz del día, en el estadio de sóftbol, sin mediar palabra. Nunca se esclarecieron las razones del crimen.
No sobra anotar que a Correa Ramos le había sido negada la visa a Estados Unidos porque allí era sindicado por lavado de dólares, si bien sus familiares afirmaron que se trataba de un homónimo.
Millonarios fue otro equipo que tuvo una buena inyección económica gracias a la llegada en 1982 de Édmer Tamayo Marín, Guillermo Gómez Melgarejo y Gonzalo Rodríguez Gacha... (Continúe leyendo el capítulo del libro).
