
Una espesa columna de humo blanco emergió este jueves 8 de mayo desde la chimenea de la Capilla Sixtina, marcando un momento histórico para la Iglesia católica: el mundo tiene un nuevo Papa.
Tras días de deliberaciones a puerta cerrada en el tradicional cónclave, los 133 cardenales electores han llegado a un consenso, dando paso a la proclamación más esperada: Habemus Papam.
Miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro estallaron en aplausos y emoción al ver el símbolo inequívoco del consenso: el humo blanco.
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Entre pancartas, oraciones y cánticos, los ojos del mundo se dirigieron al balcón central de la Basílica, donde minutos más tarde aparecerá el nuevo pontífice, elegido como el sucesor de Francisco.
La elección papal se llevó a cabo bajo el estricto protocolo del cónclave, en el que solo los cardenales menores de 80 años tienen derecho al voto. El proceso se desarrolló en absoluto aislamiento en la Capilla Sixtina, donde las votaciones se suceden hasta que un candidato alcanza al menos dos tercios de los votos.
Además de su identidad, el nombre elegido por el nuevo Papa es un elemento simbólico de gran relevancia: refleja su visión, inspiración espiritual y el legado que aspira a dejar en su pontificado.