
En medio de un clima político cada vez más tenso, el tono del presidente Gustavo Petro vuelve a estar en el ojo del huracán. Su estilo confrontacional, cargado de señalamientos al “establecimiento”, denuncias de un supuesto “golpe blando” y constantes críticas a la institucionalidad, ha llevado a una pregunta incómoda pero inevitable: ¿está el discurso presidencial atizando la polarización y abriendo la puerta a manifestaciones violentas?
Desde la llegada del mandatario a la Casa de Nariño, ha desplegado una narrativa poderosa que conecta con sus bases populares, pero que también ha generado rechazo en sectores políticos, medios de comunicación, la Fiscalía y la misma Corte Constitucional. La confrontación con sus opositores es permanente y explícita.
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Organizaciones como la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) y la Misión de Observación Electoral (MOE) han alertado sobre el uso de un lenguaje estigmatizante por parte de figuras públicas. Sin embargo, la preocupación va más allá del debate político, ya que en las últimas semanas, se han registrado amenazas contra periodistas, intimidaciones a congresistas y actos hostiles hacia magistrados. Aunque no hay pruebas directas que vinculen estas acciones con el discurso presidencial, el ambiente enrarecido es evidente.
Expertos en comunicación advierten que el poder simbólico de la palabra presidencial no puede subestimarse. Cuando desde la cima del poder se lanza una narrativa de desconfianza hacia las instituciones, la democracia se resiente y los ánimos se encienden.
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¿Cuál es la respuesta del presidente Gustavo Petro?
El mandatario, por su parte, ha defendido su estilo a través de redes sociales. Petro, asegura que su discurso busca visibilizar las injusticias históricas del país, denunciar los privilegios de unos pocos y dar voz al pueblo excluido. Para él, el cambio verdadero no es posible sin confrontación.
“Quieren un presidente mudo mientras el país arde”, afirmó recientemente en un evento público. Para Petro, lo que realmente incomoda no es el tono de sus palabras, sino su fondo: un discurso que desafía a los poderes tradicionales y propone una transformación estructural del país. En su lectura, el verdadero escándalo no es cómo habla, sino lo que se atreve a decir.