
El pasado lunes 9 de junio, los senadores Jonathan Ferney Pulido Hernández, más conocido como Jota Pe Hernández del Partido Verde, y María José Pizarro del Pacto Histórico, decidieron poner fin a un tenso y prolongado enfrentamiento judicial a través de una audiencia de conciliación realizada ante la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia.
El encuentro culminó con el retiro mutuo de las denuncias por injuria y calumnia que ambos habían interpuesto y con un mensaje conjunto que resuena en medio de la polarización política: es posible resolver diferencias sin escalar al terreno judicial.
¿Cómo empezó el conflicto entre Jota Pe y Pizarro?
La disputa entre ambos senadores no surgió de un simple desacuerdo político. El conflicto se originó tras una serie de declaraciones y publicaciones cruzadas, principalmente en redes sociales, que derivaron en acusaciones graves.
María José Pizarro acusó a Jota Pe Hernández de fomentar un ambiente hostil en su contra, lo que, según su testimonio, habría incentivado mensajes de violencia sexual y misógina hacia ella por parte de usuarios anónimos en redes sociales. Además, denunció que en una sesión del Congreso se sintió físicamente intimidada por el senador, situación que calificó como una amenaza directa a su integridad.
Este entorno hostil llevó a Pizarro a presentar una denuncia penal por los delitos de injuria y calumnia. La gravedad del caso puso sobre la mesa la discusión sobre la violencia de género en espacios políticos y el uso irresponsable de redes sociales como arma política.
Por su parte, Jota Pe respondió con una querella en contra de la senadora, acusándola de realizar afirmaciones falsas que afectaban su honra. “Tanto Pizarro como Roy tendrán que probar ante la Corte sus calumnias”, escribió en su momento, refiriéndose también al exembajador Roy Barreras, quien mostró respaldo a Pizarro durante el conflicto.
El día de la conciliación: disculpas y retractaciones públicas
El lunes 9 de junio, en una audiencia formal, ambos congresistas decidieron bajar el tono y cerrar el capítulo judicial. En un video aparecieron ambos congresistas dando unas incómodas declaraciones. La senadora Pizarro fue la primera en hablar, y su retractación marcó un momento clave:
“Ofrezco disculpas al senador Jonathan Ferney Pulido, quien no tuvo la intención de incitar a que yo fuera abusada sexualmente y que consignó en la querella presentada en mi contra”, dijo.
Con esta declaración, reconoció que sus interpretaciones sobre las intenciones del senador no correspondían a una incitación directa a la violencia. Fue un gesto que no solo desactivó el litigio, sino que permitió un cierre institucional.
Jota Pe Hernández también se pronunció durante la audiencia: “Le ofrezco disculpas a la senadora María José Pizarro, por los actos en los que ella se sintió violentada”.
Ambas expresiones fueron aceptadas por la Corte como manifestaciones de buena fe y voluntad para resolver el conflicto de forma pacífica.
¿Qué hay detrás de esta conciliación?
La conciliación entre los dos senadores es, en apariencia, un acuerdo legal para evitar un proceso judicial costoso y desgastante. Sin embargo, detrás de este desenlace hay elementos de mayor calado político:
El caso evidenció cómo las querellas penales se han convertido en una herramienta recurrente en el escenario político colombiano. Tanto Pizarro como Hernández representaban bloques ideológicos enfrentados y su conflicto fue leído también como un síntoma del ambiente de polarización legislativa.
Cabe recordar que las acusaciones de hostigamiento nacieron en el entorno digital, un espacio que ha sustituido muchas veces al debate parlamentario formal. Este caso subraya los riesgos de trasladar la confrontación política al plano de las redes, donde las repercusiones pueden volverse personales, violentas y difíciles de controlar.
Asimismo, los señalamientos de la senadora Pizarro abrió nuevamente el debate sobre la violencia simbólica y verbal contra mujeres en espacios públicos. Aunque la senadora reconoció que malinterpretó la intención de las publicaciones de Jota Pe, el episodio deja en evidencia la delgada línea entre la crítica política y la violencia de género simbólica.