
Este domingo 29 de junio, las calles del centro de Bogotá se teñirán de colores, tambores y consignas. La capital acogerá nuevamente las movilizaciones del Orgullo LGBTIQ+, aunque no como una sola voz. Por un lado, la tradicional marcha oficial respaldada por el Distrito; por el otro, una contramarcha crítica que cuestiona lo que considera una apropiación institucional de la lucha por los derechos de la diversidad sexual y de género.
Ambas movilizaciones, si bien comparten la bandera de la dignidad y la resistencia, transitan por rutas físicas y simbólicas diferentes.
La marcha oficial: celebración y respaldo institucional
Organizada por la Mesa LGBTI de Bogotá y apoyada por el Distrito, la marcha principal forma parte del calendario cultural de la ciudad. Contará con el respaldo logístico y de seguridad de entidades como la Secretaría de Planeación y la Secretaría de Gobierno. El recorrido comenzará en el Parque Nacional y culminará en la emblemática Plaza de Bolívar, donde se realizarán presentaciones artísticas y actos culturales.
David Alonzo, director de Diversidad Sexual de la Secretaría de Planeación, destaca el papel de la institucionalidad como garante de espacios seguros para la expresión social. “Nuestra tarea es facilitar que las organizaciones puedan llevar a cabo sus movilizaciones con libertad. También creemos que la felicidad es una forma legítima de expresión política”, afirma al Espectador.
La contramarcha: protesta y cuestionamiento
Lejos del colorido escenario institucional, otro grupo tomará una ruta distinta. Desde hace cinco años, la contramarcha del Orgullo se ha posicionado como una respuesta crítica a lo que sus organizadores llaman la “cooptación estatal y corporativa” del movimiento. Para ellos, la esencia de la marcha —originalmente un acto político conmemorativo de los disturbios de Stonewall en 1969— se ha diluido con el tiempo, transformándose en una vitrina de marcas, partidos y figuras públicas.
“Nos parece preocupante que muchos de quienes desfilan como aliados durante el mes del Orgullo no acompañan nuestras luchas el resto del año. Mientras tanto, la violencia contra las personas LGBTIQ+ sigue aumentando”, denuncia uno de los voceros del colectivo organizador de la contramarcha.
Según cifras citadas por este grupo, para el 18 de junio ya se habían registrado 45 asesinatos por razones relacionadas con la identidad de género u orientación sexual en Colombia. “No confiamos en los avances del Estado en materia LGBTIQ+, que son insuficientes ante una violencia sistémica que continúa”, agregan.
¿Aliados o aprovechados?
La participación de empresas y partidos en la marcha oficial es uno de los puntos más polémicos. Mientras los críticos la ven como una forma de "lavado de imagen", desde la institucionalidad se defiende el derecho de cualquier actor a estar en el espacio público, siempre que respete las normas.
“No hay patrocinadores formales de la marcha”, aclara Alonzo. “Participar no los convierte en organizadores. Como en cualquier otra movilización, están ahí ejerciendo su derecho.”
Una lucha compartida, múltiples formas de expresarla
Las diferencias entre ambas movilizaciones no deben leerse como una división irreconciliable, sino como reflejo de las múltiples formas de hacer activismo dentro del movimiento LGBTIQ+. Mientras una apuesta por el diálogo con el Estado y la celebración de avances sociales, la otra recuerda que aún hay heridas abiertas y promesas incumplidas.