
Es familiar del reconocido cantante vallenato Iván Villazón, pero su nombre no ha sido apalancado por esta gran figura musical, al contrario, fue su deseo de emprender el que lo consolidó como un joven y exitoso empresario. A sus 18 años llegó a Bogotá desde Valledupar, la ciudad que lo vio nacer. Estudió Administración de Empresas en la Universidad Javeriana y a los dos años de estar en la capital se entusiasmó por la rumba nocturna. Su deseo por montar un negocio lo llevó a comenzar desde abajo.
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Siendo universitario se destacó como bartender y promotor. No olvida su experiencia en discotecas como 'Kafka' y 'Rosario', en ese último lugar conoció a la persona a quien le propuso el negocio que le cambiaría la vida.
Su artista preferido es Diomedes Díaz. Cuenta orgulloso que el desaparecido cantante salió de su finca a hacer vallenato provincial, que llegó a vender cerca de 17 millones de copias en el país, y ganó más de 10 discos de platino y cerca de siete congos de oro, dos fuera de concurso. Su canción preferida: "Mis mejores días" . Aunque no le gusta mucho el vallenato actual, pues escucha a Zuleta, Oñate y Villazón, sabe que Silvestre Dangond está a la cabeza como artista y dueño del show.
–¿Qué inversión aproximada se requiere para montar un bar?
–“Matilde” particularmente es un sitio que puede requerir una inversión más alta. Tiene un sistema pro tools de grabación (Estación de trabajo de audio digital), donde tú puedes grabar del escenario directamente a un estudio de grabación.
Tiene sonido on line, consolas digitales, 25 robots móviles, estructuras inmobiliarias, por ser un sitio de música en vivo. La infraestructura requiere mucho más inversión ya que tenemos un escenario. "Normalmente los sitios se mueven con un DJ, bartenders, meseros. Montar una discoteca como Matildelina puede costar unos $600 millones de pesos, pero si sacara la cuenta desde el día que comencé, invertimos mucho más".
–Eso le costó la discoteca que hoy en día conocemos pero, ¿ y el primer local?
– Ese nos costó $180 millones de pesos, entre cinco socios. Yo era el socio mayoritario y decidí vender paquetes del 10 por ciento a inversionistas estratégicos y mi parte la cubrí con el apoyo de mi padrino, Miguel José Villazón, un gran empresario cuyo consejo y apoyo han sido vitales para mi carrera. Empezamos con $120 millones y la cuenta se incrementó en $60 millones más. En pocos meses fue un sitio que tuvo el retorno de ese dinero.
–¿Y pasó lo mismo con el bar de la 81?¿Cómo les fue con las ganancias?
–La curva fue mucho más lenta, el de la 81 no empezó como el otro que disparó nuestras expectativas, dejando todas las noches a gente por fuera porque no cabían. Ya el sitio era mucho más grande, donde había que trabajar para posicionarlo y ubicarlo en donde hoy se encuentra.
A Ciro Villazón le sonó la idea de popularizar el concepto de la rumba vallenata en ciudades que no tienen este ritmo como el más destacado. Expandirse no fue muy fácil, hace tres años y medio abrió en Barranquilla donde el negocio no prosperó. No por una mala inversión, sencillamente la sociedad no funcionó. En ese entonces el joven empresario era menos experto para tomar decisiones pero con el tiempo aprendió de su fracaso y en un viaje de negocios a Bucaramanga decidió establecer una sucursal del negocio vallenato. Allí sí funcionó.
El negocio de la rumba vallenata capitalina le ha dado tantos beneficios a este empresario que las ofertas internacionales llegaron. Miami es un punto estratégico para la diversificación de Matildelina y es por esto que se están analizando las propuestas para abrir allí.
El negocio que le abrió la mente
Seis años después, Villazón no ha dejado su sociedad con Andrés González, un empresario con larga experiencia en impulsar empresas como Bodytech. Ahora hace parte de la empresa de eventos y desarrollo Evedesa que nació en 2005 con el reconocido bar Cha Cha Club.
González se dio cuenta de las capacidades empresariales del socio principal del sitio vallenato le propuso convertirse en socio de la empresa líder en entretenimiento nocturno. Lo pensó un año ya que amaba mucho al negocio pero quería seguir siendo ''cabeza de ratón y no cola de león''.
Lo pensó varias veces mientras sus dos bares funcionaban a la perfección, decidió asociarse y hoy completa cuatro años en una compañía donde viaja mucho, no recibe sueldo y entrega todo su tiempo a la consecusión de nuevos modelos de negocios. En la actualidad, es inversionista de Gigi''s Wine Market, un restaurante de comida italiana con cuatro sucursales. "En este momento estamos haciendo el centro de producción, para nuestras cocinas".
También tiene capital invertido en Varadero, un restaurante cubano donde se puede disfrutar lo mejor en pescados y mariscos. Este sitio está separado de 'Micaela', un bar de salsa recientemente inaugurado; por otro lado tiene a ''Marquez'', un espacio que funciona como restaurante, bar y club nocturno. Todos estos negocios de los cuáles Villazón es socio, tienen la bendición de su negocio de la zona rosa bogotana.
–¿Qué recomendación le hace a esos empresarios que apenas están iniciando en el negocio pero que no se han aventurado a dejar de ser empleados?
–Yo creo que el consejo más sabio que puedo darle a cualquier empresario que está empezando es que la fuerza del trabajo es lo más importante. Hay gente que no es tan talentosa, ni tan inteligente, pero cuando tú tienes una fuerza de trabajo latente, siempre puedes lograr lo que te propones. Simplemente es persistencia, dedicación, y responsabilidad. Uno siempre debe escuchar que le digan que esto no funciona, uno debe analizar el paso que debe dar, y darlo con certeza porque si uno está trabajando por algo en lo que no cree, eso no va a funcionar.
–¿Cuántos años de vida le da a Matildelina?
–¡Muchos, muchos años! Yo creo que Matildelina está empezando, está en su inicio y ya tiene establecidas cinco fases (vamos en la segunda), donde se incluye la expansión. Yo quiero que este sitio no sea una discoteca, yo quiero que sea la que lleve la batuta en el vallenato. En cuanto a la presentación de artistas, a conciertos, al lugar cultural. En resumen: la casa del vallenato. Ahí va “Matilde” a la cabeza y ese va a ser el objetivo siempre.
Aunque uno podría pensar que la mayoría de personas que visitan la discoteca son costeños, este emprendedor de 28 años dice que el negocio no está diseñado específicamente para habitantes de la costa norte colombiana. "Yo creo que ya “Matilde” es de todos, es de gran satisfacción llegar y no conocer a nadie. Ver que el 80 por ciento de las personas que están no son costeños, que el consumo sigue igual, que el mismo ambiente se mantiene y que la gente disfruta. Es gratificante ver cómo el vallenato envuelve a la gente, hay muchas cachacos empleados míos que ya parecen guajiros".
En Twitter: @cahurtadokyk

Ciro Villazón, el copropietario de la discoteca vallenata más popular de la capital.
Tres años después de llegar a la capital y habiendo conocido a su ahora socio Andrés González, Ciro Villazón no quería emplearse, tenía la idea de dedicarse al negocio del vallenato. A sus 21 años montó con cuatro socios la discoteca 'Sofía', en Valledupar, pero sentía que la experiencia valiosa adquirida con este negocio debía trasladarla a Bogotá. Hizo un pequeño proyecto que se llamaba 'la casa en el aire' al que fue agregando socios con los que buscaba reunir al gremio costeño en Bogotá, ofreciendo un sitio de rumba al nivel de los más reconocidos. La idea se fue moldeando y Villazón ya no estaba solo, contaba con el apoyo y apalancamiento de cuatro inversionistas que creyeron en la posibilidad de un sitio que hoy se destaca como el más representativo en la rumba costeña capitalina: Matildelina. (Lea también: Colombianos, exitosos y menores de 35 años) El vallenato es el protagonista en este lugar que ya tiene dos sucursales (Bogotá en la calle 81 y Bucaramanga en cabecera) y cerca de 40 empleados. Los clásicos de Rafael Escalona, Rafael Orozco y Diomedes Díaz suenan entremezclados con los éxitos de nuevas revelaciones como Jorge Celedón, Felipe Peláez y Silvestre Dangond. La fuente de inspiración que encuentra un lugar con alma vallenata viene del éxito musical Matilde lina, un viejo amorío de Leandro Díaz, quien nunca la conoció debido a su ceguera, pero que le escribió una canción para imaginarla todos los días."Este paseo es de Leandro Díaz pero parece de Emilianito tiene los versos muy chiquiticos y bajiticos de melodía tiene una nota muy recogida que no parece hecho mío Y era que estaba en el río pensando en Matilde Lina"
(Fragmento de Matilde Lina, canción del compositor Leandro Díaz)
-Cuéntenos más acerca de este bar, ¿Cómo se financiaron? –Busqué socios porque necesitaba apalancarme financieramente y porque en este tipo de negocio, a no ser de que sea una marca ya muy posicionada, el comercio siempre está aventurando siempre y una idea nueva puede funcionar o no hacerlo. Fue una inversión muy pequeña ($180 millones de pesos), pero fue un sitio hecho con las manos, yo fui el gerente, el administrador, el ingeniero de sonido, todo en los primeros tres años. Después empezamos a crecer, y aquel negocio en el Parque de la 93 cuajó. -¿Cómo cuajó el proyecto? Logramos posicionarlo y en tres años ya teníamos una sede en la calle 81 con Carrera 11. Aunque los ciclos de vida de una discoteca son rápidos, “Matilde” lleva 6 años. –Esta discoteca ya cuenta con un estudio de grabación donde se produce música vallenata, hay productores que se encargan de elaborar piezas musicales con las presentaciones en vivo; tienen pensado montar artículos costeños para la venta, accesorios como sombreros y mochilas, un proyecto que según su dueño, está muy unido a la cultura vallenata. Ciro Villazón dice que nunca pensó en desistir con el negocio pero si tuvo un momento difícil y fue cuando se dio la transición de “Matildelina” del Parque de la 93 al de la Zona T. Fue un año complicado ya que se presentaron diversos problemas con la consecusión de un local nuevo. El terreno estaba en sucesión y habían enredos. Estuvieron a punto de desfallecer en la búsqueda de un nuevo local pero lo abrieron.

