Cuando Arelis Cortes habló por primera vez frente a una comunidad tenía 15 años, las manos le temblaban y se le cortaba la voz. Pero se llenó de valor. Recordó las palabras de una mujer mayor de su comunidad quien le dijo que a ellas les habían negado la oportunidad de leer, escribir y de ser escuchadas. Y que, a ella, como líder le correspondía hacer la diferencia y cambiar aquella historia de olvido e indiferencia. Así sucedió. Arelis hace parte de la generación de mujeres jóvenes indígenas de Colombia que empoderan a otras mujeres en sus territorios, trabajan por sus derechos y buscan erradicar prácticas nocivas como la mutilación genital femenina.
Hoy, a sus 28 años, esta mujer indígena de la etnia Emberá Chamí hace parte de la Organización Regional Indígena del Valle del Cauca (ORIVAC), en el Pacífico colombiano, donde es Consejera de Mujer, Familia y Adulto Mayor. Desde allí representa a las mujeres indígenas de los distintos resguardos del Valle de Cauca y realiza una labor de capacitación en diferentes territorios, donde entra en contacto directo con las comunidades. En sus propios contextos las familiariza con temas relacionados con salud sexual y reproductiva, derechos y prevención de prácticas nocivas como la ablación.
“No ha sido una tarea fácil, se debe llegar a comunidades muy lejanas que quedan a 8 o 9 horas de viaje, pero las capacitaciones han sido positivas y les generan mucho bienestar a las mujeres. En comunidades donde hemos capacitado se ha visto que la práctica no se ha vuelto a realizar”, asegura esta joven lideresa.
En Colombia no existen estadísticas oficiales que den cuenta de las mujeres víctimas de la mutilación genital femenina (MGF). Sin embargo, se tiene certeza de la muerte de varias niñas como consecuencia de esta práctica nociva que se continúa realizando en algunos pueblos indígenas del Valle del Cauca. Según Arelis y las autoridades indígenas de la región, esta práctica fue aprendida en el periodo de la Colonia y no pertenece a su ley nativa.
A pesar de no tener una explicación definitiva sobre por qué aún se realiza la ablación, algunas hipótesis señalan que prejuicios relacionados con la fidelidad de las mujeres a sus parejas e incluso con la estética de los genitales femeninos la han perpetuado en las comunidades. En 2007 salió a la luz pública esta realidad cuando una niña Emberá Chamí del municipio de Pueblo Rico, departamento de Risaralda, ingresó a un centro de salud luego de ser víctima de un procedimiento de mutilación. La menor murió.
Con consignas como “la cultura debe generar vida y no muerte” y “las mujeres son como la madre tierra, dadoras de vida”, la conversación con las autoridades indígenas permitió que en 2015 se firmara un mandato en el cual se comprometieron a eliminar la práctica. Desde entonces, junto con ORIVAC y aliados como el UNFPA, Arelis emprende acciones como diálogos intergeneracionales para concientizar a las comunidades acerca de los riesgos para la vida y los derechos de las mujeres que trae consigo la ablación, así como sobre las secuelas físicas, sociales y psicológicas que deja en las niñas y jóvenes durante el resto de su vida.
Arelis y sus compañeras también llevan a cabo procesos de formación con parteras tradicionales y otras mujeres. En estos espacios brindan elementos para que la integridad del cuerpo de las niñas sea entendida como un principio fundamental de su salud y desarrollo personal. Sumando a estos esfuerzos, han realizado acciones de seguimiento a las gestantes y a las parteras para asegurar que no se realice la práctica en recién nacidas.
Como la MGF no es una cuestión exclusiva de mujeres, sino con implicaciones culturales, la ORIVAC ha puesto en marcha procesos de formación con niños, niñas y adolescentes en las escuelas. La intención es socializar con la comunidad estudiantil —incluidos los hombres— las implicaciones que supone la ablación para el desarrollo de los pueblos.
“Cuando llegamos a los territorios hablamos con las mujeres para hacer conciencia de que esta práctica no se puede seguir realizando y que, ante todo, se debe respetar la vida, los derechos y la intimidad de las mujeres y las niñas por las que trabajamos”, afirma Arelis durante un espacio libre en la Asamblea.
Si bien todavía no se ha erradicado la MGF, las mujeres cada vez son más conscientes de lo nocivo de esta práctica y eso ha llevado a la disminución de los casos.
El trabajo por la eliminación de la MGF y por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres indígenas en Colombia no ha sido fácil. Al respecto, Arelis señala: “Cuando comenzamos a trabajar para prevenir la vulneración de derechos a las mujeres fuimos juzgadas y señaladas por tener en nuestras comunidades esta práctica”.
Pese a adversidades relacionadas con el patriarcado en sus comunidades, las mujeres indígenas continúan luchando por sus derechos, así como por tener una vida libre de violencias y por el respeto a la integridad de su cuerpo. Ellas mismas decidieron trabajar con las instituciones y concientizarlas de que la ablación se da por falta de información y no por “maldad”, y de que, uniendo voluntades, trabajo y recursos, es posible prevenir que más niñas y jóvenes sean mutiladas.
“Como cualquier ser humano, las mujeres indígenas tenemos derecho a nuestra intimidad, a gozar de una buena salud y a que nuestro cuerpo permanezca tal y como fue creado, porque no hay nada imperfecto en nosotras”, señala la lideresa bajo un intenso sol.
Arelis asegura con convicción que la MGF será eliminada muy pronto en Colombia porque, como ella, cada vez hay más mujeres empoderadas y dispuestas a continuar defendiendo los derechos de las mujeres y las niñas indígenas.