Al Jazeera, la voz de los árabes

Mar, 08/02/2011 - 13:15
La clave del éxito de Al Jazeera fue abrirle, sin ningún tabú, el espacio a todas las voces del espectro político y social en el Medio Oriente, incluidos los israelíes. Con una plataforma element
La clave del éxito de Al Jazeera fue abrirle, sin ningún tabú, el espacio a todas las voces del espectro político y social en el Medio Oriente, incluidos los israelíes. Con una plataforma elemental revolucionó la forma de transmitir noticias. Salió al aire en inglés en noviembre de 2006, después de haber nacido como un canal de noticias en árabe en 1996 que no solo se volvió muy  popular, sino que generó malestar en varios regímenes de la región. En un comienzo, Estados Unidos vio la cadena con buenos ojos y lo interpretaron como un paso más hacia la liberalización del mundo árabe. Pero la polarización a raíz de los atentados terroristas de septiembre 11 de 2001, pusieron a Al Jazeera entre los “malos”. El prisma panárabe con el que analizaban los hechos  convirtieron a la cadena de noticias en otro de los enemigos en la “Guerra contra el Terror”, declarada por la administración de George W. Bush. La persecución contra Al Jazeera fue feroz, recuerda un periodista de The Nation Jeremy Scahill. En 2001, Estados Unidos bombardearon la sede de la cadena en Afganistán. Durante la invasión a Irak, las fuerzas armadas estadounidenses atacaron las posiciones de sus periodistas en Basra y Bagdad, al asesinar al corresponsal Tareq Ayoub. Un camarógrafo del canal, Sami al-Haj, fue apresado de manera ilegal y enviado a Guantánamo, en donde fue torturado por agentes del régimen para que confesara la conexión entre Al Jazeera y Al Qaeda. Luego de siete años, fue dejado en libertad sin que se le probara ningún cargo. En noviembre de 2005, el Daily Mirror reportó testimonios de una reunión entre Bush y el primer ministro inglés Tony Blair, en la que el presidente estadounidense ventiló la posibilidad de bombardear el estudio principal de la cadena, en Doha. Junto a la ofensiva militar, la administración Bush emprendió una campaña de desprestigio dirigida a propagar la idea de que Al Jazeera tenía vínculos con los enemigos de Estados Unidos. El secretario de defensa Donald Rumsfeld los acusó de ser portavoces del terrorismo. En buena parte, estas descalificaciones obedecieron al hecho de que la cadena noticiosa no interpretaba la partitura compuesta por los estrategas políticos de la Casa Blanca. Ahí donde las otras cadenas internacionales llegaban apertrechadas entre las fuerzas armadas estadounidenses, para recoger información sólo desde un lado de la batalla, los periodistas de Al Jazeera reportaban las consecuencias de la guerra en el otro lado, a menudo sangrientas y desgarradoras. Imágenes de civiles malheridos luego de bombardeos, testimonios de prisioneros de guerra del ejército estadounidense y videos con mensajes del líder de Al Qaeda, Osama bin Laden. El canal emitía toda clase de material sin preocuparse por la posible reacción de las autoridades de Washington. Con estos antecedentes era previsible que la versión en inglés de Al Jazeera, que intenta replicar el modelo de compañías públicas de noticias como la BBC, se encontrara con numerosos obstáculos en su objetivo de entrar a competir con las cadenas más establecidas en el mercado estadounidense. Mientras en buena parte de Europa, Asia y África, los proveedores de televisión por cable o satelital ofrecen el canal dentro de sus paquetes básicos, en Estados Unidos apenas está disponible en un puñado de ciudades, entre las que está Washington. “Existe un grupo de personas influyentes que han bloqueado el acceso del público estadounidense a nuestro canal”, reconoce Imran Garda, uno de los corresponsales de Al Jazeera English (AJE) en Washington. Aunque no se trata de una censura abierta, para todos los efectos prácticos lo es. El analista de medios Jeff Jarvis ha reconocido la labor informativa del canal: “Los acontecimientos del Medio Oriente son vitales, quizá históricos, y ningún canal estadounidense puede competir con el cubrimiento, perspectiva, profundidad y reportería en el campo que ofrece Al Jazeera English”. “Tengo la impresión de que lo esencial de los sucesos ocurridos en Egipto se le ha escapado a los medios estadounidenses”, sugirió Zeina Awad, periodista de la cadena Al  Jazeera, durante un conversatorio en Washington. El interés de Al Jazeera y AJE en la región no se circunscribe a los episodios de violencia, guerra o agitación social, ni tampoco obedece a la necesidad de saber cómo afectarán a Estados Unidos. La presencia de la cadena en Egipto, Sudán, Túnez, Líbano, Palestina, Pakistán o la Franja de Gaza es permanente y continua para asegurar una comprensión de las realidades de cada país. Trabajan en condiciones muy difíciles. En el caso de Egipto, por ejemplo, varios de sus periodistas han sido arrestados y sus equipos confiscados por las fuerzas del régimen de Mubarak, y sin embargo las transmisiones han salido al aire con una factura impecable. Algunos analistas consideran, incluso, que la cadena qatarí ha sido un factor determinante en la crispación del ambiente en algunos países árabes. “Es imposible subestimar el papel de Al Jazeera en estas manifestaciones populares”, sugiere Mark Levine, profesor de historia de la Universidad de California y especialista en temas del Medio Este. “El canal le dio un micrófono a gente que no tenía voz. Su ejercicio periodístico fue revolucionario en el mundo árabe, y ha desempeñado un papel crucial en estas revueltas”. Lo mismo opina Hossam Hamalawy (@3arabawy), un bloguero egipcio que ha participado de las manifestaciones de El Cairo: “en una dictadura, el periodismo independiente es por definición una forma de activismo, y la transmisión de la información es equivalente a la agitación política”. “La cadena, por supuesto, tiene sus debilidades”, matiza Levine: cuando sus periodistas afirman que Al Jazeera es financiada con fondos públicos, se refieren a la fortuna personal del monarca absoluto de Qatar, el emir Hamad bin Khalifa Al-Thani. El fabuloso benefactor de esta aventura periodística es la razón por la que la cadena se puede dar el lujo de ignorar las crueles leyes de la oferta y la demanda, e incluso desafiar los designios del gobierno estadounidense. El emir Hamad bin Khalifa Al-Thani. Cabe suponer que en alguna ocasión los principios periodísticos no hayan coincidido con los intereses del monarca qatarí, por mucho que los voceros de Al Jazeera aseguren que cuentan con absoluta independencia editorial. Según los cables diplomáticos filtrados a finales del año pasado por Wikileaks, los embajadores estadounidenses en el área estiman que las autoridades políticas del emirato han utilizado el poder de la cadena noticiosa como herramienta de negociación en su relaciones bilaterales con países como Arabia Saudita o el mismo Egipto. Por lo pronto, los relacionistas públicos de Al Jazeera English procuran capitalizar la visibilidad y la buena publicidad que ha generado su excelente trabajo periodístico en las revueltas del norte de África. Según datos recopilados al interior de la empresa, los “fans” de la página de Facebook del canal han aumentado en 50% desde el 29 de enero, y el número de seguidores de su cuenta en la red social Twitter se ha duplicado, al tiempo que el tráfico en su página web se ha disparado por encima de 1000% ‒la mitad proviene de Estados Unidos‒. La apuesta es que la ola de interés consiga convencer a los proveedores de cable de Estados Unidos de ofrecer la cadena en sus opciones de programación. Con este fin, han abierto la página web http://aje.me/demandAJ, de forma que las personas interesadas en tener acceso al canal puedan manifestarse. De igual manera, están por lanzar una campaña en Twitter con el identificador #DemandAlJazeera (PidaAlJazeera). Uno de los trinos sugeridos reza: “Incluso el presidente Obama ve Al Jazeera”. Sintonícela usted también: En la página web Canal en Youtube En livestation Aplicación para Iphone o Ipad Roku.com
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